FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2022 (16): EL REGRESO DE LA SALAS
Sin presencia de espectadores en el 2020 y con un aforo reducido en el 2021, el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata se había alejado del público. Afortunadamente, en esta edición, el regreso a pleno de los espectadores a las salas le dio al evento otro colorido. Es cierto que no se vieron este año colas interminables en los cines y tampoco hubo muchas funciones agotadas, pero la afluencia de público fue amplia, sobre todo la de jóvenes (y bastantes jubilados). Los cambios en el equipo de programación provocaban algunas dudas acerca del nivel que podía tener el evento. Sin embargo, debe reconocerse que -aun faltando los títulos importantes que engalanan otros festivales- hubo una buena selección de películas. Tal vez el déficit mayor haya sido el de la Competencia Oficial, en la que abundaron los estrenos mundiales, algo que inevitablemente lleva a pensar -sobre todo teniendo en cuenta la fecha en la que se realiza el festival- que buena parte del material que llegó para esa sección sean descartes de otras muestras. Lo cierto es que, por lo que vi, y por opiniones confiables, el nivel de la Competencia estuvo por debajo de lo esperado. En otro orden, a pesar de que los organizadores se quejaron permanentemente de la falta de presupuesto hubo un número considerable de invitados, sobre todo directores, y el pantagruélico brunch que se ofreció en la función de apertura también pareció desmentir lo señalado más arriba.
Pero aparte de películas hubo también otras actividades que congregaron numeroso público, como las charlas de directores y la presentación de varios libros sobre diferentes tópicos. Y hay que decir también que -probablemente por las dificultades para traer películas- hubo mucho cine argentino. Además, el festival fue presentado como un homenaje a Leonardo Favio, a diez años de su lamentada muerte; por esa razón se presentaron tres películas suyas con una gran respuesta de público y se repusieron un par de exitosos títulos de John McTiernan (presente en el festival) y otro de David Cronenberg. así como también hubo funciones de clásicos del cine mudo con música en vivo.
Pero si uno se pone riguroso hay que señalar que, desde el punto de vista cinematográfico, el evento más importante fue el homenaje a la realizadora y directora japonesa Kinuyo Tanaka, con la exhibición de dos títulos de su autoría e importantes obras de Kenji Mizoguchi, Mikio Naruse, Heinosuke Gosho y Keisuke Kinoshita. Pero me quiero detener un momento en las dos películas de Kinuyo, auténtica obras maestras poco reconocidas. Kinuyo Tanaka es una de las grandes actrices del cine japonés, compartiendo el podio con figuras tan relevantes como Izuzu Yamada, Setsuko Haru, Hideko Takamine y Machiko Kyo. Como se sabe, era una de las actrices preferidas de Kenji Mizoguchi. Pero hete aquí que un día, Kinuyo le dijo a gran director que quería rodar sus propias películas. Vaya uno a saber si por celos o algún otro motivo, el hecho es que Mizoguchi, a partir de que Tanaka se convirtió en director, se decidió a boicotear su obra, negándole incluso papeles en sus últimas películas. Lo cierto que es una verdadera suerte que Kinuyo Tanaka se haya dedicado también a la dirección, ya que las seis películas que realizó constituyen un legado esencial del cine clásico japonés.
En Buenos Aires se había visto en la Sala Lugones la totalidad de su obra como directora en copias restauradas pero en Mar del Plata pudieron verse solo dos, suficientes para poder valorar su trabajo como realizadora. La luna se levanta es una gran película, con guion de Yasujiro Ozu, en la que la directora -sin desconocer la influencia del maestro.- ofrece un tratamiento de la historia más emocional y cercano al melodrama. La historia está centrada en tres hermanas de una familia burguesa de Nara: una, la del medio, trata de asegurar su futuro; la menor va en la búsqueda de su primer amor y la mayor, ya viuda, intenta rehacer su vida ante la sombra patriarcal que no tiene aquí la importancia que adquiere en las películas de Ozu. Es notable como la directora entrelaza las tres historias y sus respectivas resoluciones, en un film que más allá de su estructura de melodrama clásico ofrece elementos de comedia, lo que le otorga un logrado tono agridulce. Ese tono desaparece en Pechos eternos, un formidable melodrama que puede competir sin desmedro con las películas de Douglas Sirk. Basada en una historia real, la película tiene como protagonista a una mujer que, hastiada de la vida conyugal con un marido infiel que la desprecia, decide refugiarse en sus escritos poéticos, con los que consigue una inesperada fama, Pero su vida sufre un vuelco cundo le diagnostican un cáncer de mama y, a partir de allí, la película se va deslizando progresivamente hacia el gran melodrama que incluye la relación de la protagonista con un periodista difusor de su obra- y una media hora final de un clima agobiante pero de alto vuelo poético. El tramo final del film -lo señalo aun a riesgo de repetirme- está a la altura del mismo segmento de Imitación de la vida, de Sirk. Y hay que señalar también que la película es de una gran audacia para la época en que fue filmada. Una obra maestra absoluta.
Es momento de hacer un breve apartado sobre películas a las que gran parte de la crítica (incluido mi amigo Roger Koza) considera relevantes y hasta las mejores del año. Ya en algún momento señalé que la continua visión de películas clásicas (me) provoca un contraste permanente con una gran parte del cine actual. Es que aquellas películas son, como mínimo, entretenidas, mientras que un alto porcentaje del cine que se hace hoy día, incluido el elevado a grandes alturas por la crítica antes mencionada, me resulta irremediablemente aburrido. Y no me vengan con el tema de las categorías psicológicas, que es un elemento subjetivo y varios etcéteras. La visión de una película se compone, en mi opinión, de analizar objetivamente el trabajo que realiza el director pero también importa la manera en la que el espectador o el crítico recibe ese trabajo y lo procesa. En mi caso, la reacción es muy concreta: si lo que pasa enfrente (la pantalla) no me interesa, la reacción es el aburrimiento, que puede desembocar en una merecida siesta o en la salida del cine. Esta digresión viene a cuento de algunas películas ampliamente elogiadas que a mí me provocan reacciones que oscilan entre la indiferencia y el rechazo. Vayamos al grano. Hong-Sang-soo es un realizador que cuenta con una feligresía incondicional de turiferarios para los cuales sus películas son siempre geniales e, inclusive, están más allá de la crítica. No hay duda de que en una primera etapa de su carrera Hong se mostró como un realizador interesante, inclusive importante, pero a medida que fueron pasando los años y las películas se fue volviendo reiterativo y sin matices, con obras que parecen calcadas (el director de cine conflictuado, la chica con problemas que termina emborrachándose, etc.). Su última película, Walk up, es más (o menos) de lo mismo. Diálogos banales ininterrumpidos, abundantes libaciones, personajes a los que nunca se los ve de frente y una sensación de que sus últimos trabajos se hacen con piñón fijo. Siempre digo que esta será la última suya que veo; espero esta vez poder cumplir. Otro caso es el del catalán Albert Serra. Su primera película, Honor de caballería fue una original mirada sobre el Quijote (que también irritó a muchos); su segundo film sobre la travesía de los Reyes Magos mostraba elementos de interés y La muerte de Luis XIV, también era muy atractivo. Pero el resto de su filmografía la envuelvo en un primoroso paquete y se la envío de regalo a algún enemigo. En ese paquete incluyo su último trabajo, Pacifiction (que para Roger es la película del año), pero que en mi modesta opinión es un soporífero mamotreto de tres horas al que le sobra más de una. La portuguesa Rita Azevedo-Gomes, también cuenta con numerosos adherentes, pero lo visto de ella, no me provoca ningún entusiasmo. El film presentado en Mar del Plata, O trio em mi bemol, es la adaptación de una obra teatral de Éric Rohmer. Ojalá la película de Azevedo tuviera la ligereza de los films de Rohmer pero, por el contrario, se trata de una obra marcadamente teatral, árida, tediosa y solemne, con diálogos interminables, en la que parece que hay una veda absoluta para efectuar algún movimiento de cámara (hay uno en toda la película). Y también podemos incluir en este paquete a Unrest, de Cyril Schäublin, que también cuenta con amplios ditirambos críticos. El director proviene de una familia de relojeros y esta historia ambientada en el siglo XIX en los Alpes suizos se ve marcada por esa característica ya que, narrando la historia de un grupo de anarquistas que se enfrenta a la patronal, ofrece un film que se parece más a un documental sobre la fabricación de relojes que a la «fábula sobre la lucha de clases» de la que habla el resumen de la grilla y en la que una figura como Kropotkin aparece como un personaje lavado y sin fuerza. Un film sin nervio, ni emoción.
Pero seamos buenos y pasemos a los films nuevos que suscitaron, en mayor o menor grado, mi interés. Luego de mucho tiempo, vi las películas galardonadas en las competencias más importantes y, por una vez, no son de ninguna manera premios que dan vergüenza ajena, sino todo lo contrario. Cuando vi la película brasileña Saudade fez morada aqui dentro supuse que iba a ser inevitable candidata a un premio. Es que esta historia de un adolescente que va perdiendo progresivamente la vista contaba con elementos para avalar tal sensación. Decorosa ópera prima de Haroldo Borges, es una película pequeña que elude las tentaciones del sentimentalismo y maneja su peligroso tema con sensibilidad y sobriedad. El cine cordobés es una fuente permanente de promisorias figuras. Es el caso de la muy joven María Aparicio, quien tras su muy interesante ópera prima Las calles, presenta en su segundo trabajo, Sobre las nubes. una notable evolución en un film que fusiona elementos ficcionales y documentales siguiendo a cuatro personajes por diversas locaciones de Córdoba. Ellos nunca se entrecruzan pero hay varios elementos que de algún modo los conecta. Filmada en un bello blanco y negro la película ganó la Competencia Argentina y, sin haber visto las otras películas me atrevo a afirmar que ese galardón es justo. Laura Citarella había llamado la atención con su película Ostende y en Trenque Lauquen retoma al personaje femenino principal de esa película (una excelente Laura Paredes) a través de un film dividido en dos partes que se desarrolla a lo largo de más de cuatro horas existiendo una historia principal en cada uno de los segmentos que, a su vez, ofrecen varias subtramas. No solo por la duración aparece detrás del film la figura de Mariano Llinás (colaborador en el guion y en el montaje) sino también en la manera en que se van construyendo los relatos. Más allá de alguna circunstancial caída de ritmo, el film es un ambicioso relato que funciona muy bien, y fue el ganador la Competencia Latinoamericana.
El veterano, del chileno Jerónimo Rodríguez es una auténtica curiosidad: la película desarrolla una investigación que realizan dos amigos cineastas sobre un cura que formó parte del grupo que arrojó bombas atómicas sobre Japón. El cura vivió en el sur de Chile. A medida que avanza el relato lo que se cuenta de su protagonista se va fusionando con la descripción de recientes manifestaciones populares. Lo curioso del film es que está narrado en su totalidad a través de la voz en off y en el empleo de consistentes planos fijos. Por momentos, el procedimiento resulta algo monótono pero el film en general cumple su cometido. Dos películas sobre las que no tenía mayores expectativas fueron pequeñas sorpresas. Una fue El prodigio, del chileno Sebastián Lelio, que narra el sorprendente caso de una adolescente que no ingiere alimentos desde hace cuatro meses pero se mantiene saludable. Cuando llega una enfermera para investigar el caso se ve acosada por situaciones asociadas a los poderes políticos y religiosos, la familia de la muchacha y la propia protagonista. Un film tal vez algo académico pero bastante logrado. La otra pequeña sorpresa fue la película inglesa Living, de Oliver Hermanus, que no es exactamente una remake de la gran película Vivir, de Akira Kurosawa pero está basada en ella y está ambientada en la Londres derruida de posguerra y centrada en un hombre al que se le detecta una enfermedad terminal; el film tiene un tratamiento muy británico, con sátiras a la burocracia que recuerdan las películas de los Estudios Ealing. Vera, de Reinner Frimmel y Tizza Covi está protagonizada por Vera Gemma, hija del más famoso Giuliano, como una mujer de ambiguas aristas que busca su inserción en la sociedad sin demasiado éxito. Despues de un accidente, entabla una curiosa relación con el chico que fuera herido en el mismo y su padre, una especie de lumpen que sobrevive como puede. El film tiene una notable calidez y -a diferencia de lo que ocurre habitualmente- no idealiza a los sectores populares, víctimas de un sistema opresivo. La película francesa La nuit du 12, de Dominik Moll, es un interesante exponente del género policial, construyendo una ficción a partir del caso real de un crimen irresuelto. Hay dos aspectos interesantes en el film, uno, que el autor del crimen de una muchacha pudo ser cualquiera de los sospechosos; y el otro, las contradicciones personales de los policías que investigan el caso que complican su actuación. El chileno Ignacio Agüero es uno de los documentalistas más importantes de América Latina, algo que ratifica en su último film, Notas para una película, en el que fusiona la investigación sobre el trabajo de un ingeniero belga que llega a Chile a fines del siglo pasado para realizar un diagrama ferroviario con la represión que el gobierno efectúa sobre poblados mapuches, a lo que le agrega entrevistas con representantes actuales de ese pueblo. Otro muy buen film de Agüero.
No conocía a la realizadora francesa Patricia Mazuy, de la que se hizo una retrospectiva. Vi cinco películas de la realizadora pero solo dos me interesaron. Una fue Paul Sanchez est revenu! donde la sospecha de que un asesino que se había escapado del pueblo ha vuelto despierta una suerte de paranoias entre los habitantes y también produce una crisis a la joven oficial de policía encargada del caso. El film va desarrollando un clima crecientemente ambiguo ya que no se sabe si el sospechoso es la persona que se cree, hasta desembocar en un final inesperado y trágico. La otra película interesante de Mazuy fue Bowling Saturno, su último trabajo, que presenta la enfermiza relación entre dos medios hermanos, uno policía y el otro un asesino serial. El film propone un clima de creciente violencia en un relato oscurísimo y que no ahorra escenas de notable crudeza. Godard seul le cinéma, de Cyril Leuthy es un atractivo documental sobre el gran cineasta recientemente fallecido en el que, a través de un excelente material de archivo y jugosas entrevistas (se destacan la de Macha Méril y, con una mirada bastante ácida sobre JLG, la de Daniel Cohn-Bendit) se reconstruye cronológicamente su carrera, hasta la realización de Histoire(s) du cinéma. Un interesante recorrido sobre la vida y la obra de un autor fundamental, con material inédito y jugosas anécdotas. El iraní Jafar Panahi tiene prohibida la salida de su país pero se las arregla para filmar de manera semiclandestina sus películas. En este caso recurre al tratamiento del cine dentro del cine para narrar dos historias, una sobre un intento de huida del país y otra acerca un triángulo amoroso. Fusionando elementos reales y ficcionales, el director traza un sombrío cuadro, tal vez demasiado explícito, sobre las dificultades de la vida cotidiana en su país. Posiblemente la más importante de las películas recientes proyectadas en el festival haya sido Tales of the Purple House, del iraquí Abbas Fahdel, un lírico fresco de gran belleza en el que se alternan la desolación y la muerte con momentos esperanzadores, describiendo con sutileza no exenta de poesía, la vida cotidiana en el Líbano, en medio de los fragores de un permanente estado de guerra. Trabajo conjunto con su esposa, la pintora Nour Ballouk, la película fusiona con sabiduría lo personal con lo político, introduciendo además algunos motivos reiterados, como el de los gatos en permanente estado de celo, en un trabajo deslumbrante que es un adecuado complemento a la formidable Homeland: Iraq año cero y que ratifica a Fahdel como un realizador fundamental del cine actual.
El Festival de Cine de Mar del Plata ha vuelto con renovados bríos y, afortunadamente, con público en las salas. Esperemos que esta situación pueda mantenerse por mucho tiempo
Jorge García / Copyleft 2022
Últimos Comentarios