EL CANON DE NUESTRO TIEMPO
En 1952, la revista Sight & Sound del British Film Institute llamó a distintos sectores ligados a la cultura cinematográfica a elegir las mejores películas de la historia. A mediados de siglo, la cantidad de películas era vasta, no así el acceso, aunque el concepto de estreno era menos rotundo para la vida de las películas y títulos precedentes de la historia del cine se podían ver cada tanto sin depender exclusivamente de una cinemateca. En aquella primera votación, la película más votada y vindicada como la que glosa el arte cinematográfico fue Ladrón de bicicletas de Vittorio de Sica, película estrenada en 1948, no muy lejos en el tiempo de la votación, a diferencia de la mayoría de las otras elegidas en aquel entonces, que pertenecían al período silente.
La encuesta se hizo regularmente desde entonces. Cada diez años se volvía sobre la idea de las mejores películas y representantes del quehacer cinematográfico esbozaban en sus respuestas una cierta idea del cine. En 1962, El ciudadano de Orson Welles fue elegida como la mejor, al igual que en 1972, 1982, 1992 y 2002. En 2012, el vindicado film de Welles, que había tenido una recepción negativa en su estreno en 1941, quedó relegado al segundo puesto, y en esta ocasión al tercero. Vértigo (1958) de Alfred Hitchcock, que en la penúltima edición había conquistado el primer puesto, quedó ahora en segundo lugar. Huelga mencionar que la importancia de ambas películas persiste y persistirá, al igual que la de otras películas notables, como Cuento de Tokio (1953) de Yasujiro Ozu, que recién obtuvo su canonización en 1992 con un tercer puesto y que desde entonces se ha mantenido firme entre las diez primeras películas. Este año, figura cuarta.
Novedades en el panteón
Desde que se conocieron los resultados, las habituales batallas cinéfilas comenzaron y no faltaron injurias y celebraciones. Hay motivos para la sorpresa, quizás también para la perplejidad. Es ostensible el cambio que ha suscitado la encuesta británica. Los hay en cuanto a los autores y las autoras de las películas y asimismo respecto de la relación de las películas y su tiempo de realización. Esa tendencia entre las diez primeras es extensiva a las otras noventa y constituye lo que se podría denominar “el canon de Sight & Sound”. De las elegidas podría conjeturarse un cambio generacional entre los votantes y una conciencia crítica sobre la oprobiosa hegemonía masculina en la historia del cine.
Lo que nadie esperaba, incluso cuando algún que otro crítico de cine hizo su campaña para que la película finalmente ganadora tuviera su lugar entre las diez primeras, es que Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles de Chantal Akerman sería el número uno de la lista. Que esta obra maestra indiscutible del cine moderno haya sido la coronada constituye un escándalo de primer orden, no por el hecho de que se trate de una película filmada sobre una mujer acerca de otra mujer que vive con su hijo adolescente y cada tanto se prostituye en su propia casa. A muchos le parece excesivo su consagración.
En verdad, el escándalo radica en que se trata de un relato en el que la monotonía y la repetición se imponen drásticamente sobre cualquier sentido clásico de relato. Es una necesidad justificada en su poética destinada a transferir la experiencia del personaje a sus espectadores. En este sentido, la película de Akerman es la vindicación del “cine de poesía” tal cual lo concibió enmarañadamente Pasolini en la década de 1960, en tanto que la experiencia de alienación del personaje, controlada y matizada por el conjunto de rituales domésticos, elevan la perturbación espiritual de la protagonista por encima del argumento, de lo que se predica una estética laboriosa capaz de transformar, por ejemplo, la limpieza de una cocina en un concierto sonoro que plasma el horror y el tedio de la vida ordinaria.
La otra sorpresa entre las diez elegidas es una película fascinante de Claire Denis: Bella tarea, en el puesto número 7. En cierta forma, la otra película entre las diez realizada por una mujer comparte con la de Akerman una predilección a acentuar sensaciones y atmósferas en vez de trabajar sobre el avance de un relato tradicional. Lo que sucede con un grupo de legionarios en un lugar no identificado de África es similar a lo que pasa con Jeanne Dielman. Al habitué de un cine de prosa a secas le parecerá que no ocurre mucho o que no ocurre nada. En realidad, pasa de todo, pero de otra forma. La película de Denis es un gran estudio de la relación entre violencia y deseo.
Las otras dos novedades tampoco desentonan con el cine de poesía, porque Con ánimo de amar (2000) de Wong Kar-wai y El camino de los sueños (2001) de David Lynch también eligen intensificar la percepción y transmitir un estado de ánimo predominante en vez de organizar los planos en función de una narración que avanza hacia alguna dirección. Prefieren plasmar la nostalgia el primero y la descomposición psíquica el segundo. (Quinto y octavo lugar en la lista, respectivamente).
Las otras elegidas por los críticos, programadores, curadores y académicos sí obtuvieron en el pasado reconocimientos en el panteón: Cantando bajo la lluvia (1952), 2001, Odisea en el espacio (1968) y El hombre de una cámara (1929). Décimo, sexto y noveno lugar, respectivamente.
¿Son las diez mejores de la historia del cine?
Omisiones y conjeturas
Es inadmisible que entre las cien películas elegidas no haya ninguna latinoamericana (sí aparece La ciénaga de Lucrecia Martel en el puesto 62 de la más votadas por la lista alternativa de directores de cine). Se podría suponer que no hubo muchos votantes de Latinoamérica, pero los nombres desmienten que así haya sido.
En efecto, que ninguna película de Raúl Ruiz, Fernando Solanas, Glauber Rocha o Hugo Santiago figuren en la lista de cien es un síntoma que puede interpretarse de muchos modos. Basta preguntarle a algún que otro director de cinematecas europeas sobre Leonardo Favio para darse cuenta de lo poco que se conoce el cine latinoamericano. ¿Quiénes entre los votantes, incluso los latinoamericanos, han visto películas de Jorge Sanjinés, Luiz Rosemberg Filho, Andre Tonacci, Sara Gómez e Ignacio Agüero?
El otro punto de discordia y tal vez de zozobra es la ausencia de películas fundamentales que tampoco están entre las elegidas. ¿Qué tipo de relación tienen los votantes de hoy con la historia de cine? Cualquier título de Kinuyo Tanaka es mejor que Retrato de una mujer en llamas, cualquier película de John Carpenter es mejor que ¡Huye!. Bella tarea puede ser una de las grandes películas de fin de siglo, pero es difícil contrastar su importancia frente a títulos como Siete mujeres (1966) o Ladrillo o espejo (1964) o Sin techo ni ley (1985). Es justamente en este tipo de objeciones donde se entrevé el problema de las encuestas: lo mejor no es equivalente al mero gusto, del mismo modo que las preferencias del consenso menos aún develan la razón por la cual películas sin ningún voto, como Límite (1931), El pan nuestro de cada día (1934), Retorno al pasado (1947), Si muero antes de despertar (1952), El dinero (1983) o Hechizo de tiempo (1993), son obras imprescindibles para intuir el misterio y el poder del arte cinematográfico.
*Publicada en otra versión por La Voz del Interior en el mes de diciembre.
*Acá se puede leer mis votos en la presente votación de Sight & Sound 2022.
Roger Koza / Copyleft 2022
Muy de acuerdo con tus observaciones y comentarios, Roger.
Comparto totalmente lo que lo que decís. Gracias!!
Dime lo que dejas fuera del recorte y te diré qué conoces… El doble filo de toda encuesta. Ante tanta entusiasta declamación decolonial en al ámbito de las ciencias sociales, el eurocentrismo sigue invicto en la cultura cinematográfica consagrada. En este cuadro, no hay lugar siquiera para lo que otrora entraba en clave de exotismo.
Saludos
Pero lo interesante será leer las elecciones de los propios votantes de nuestro continente que fueron muchos. Puedo jugarme que deben faltar películas del consienten e incluso de sus propios países. Y lo mismo sucede con otras geografías que quedan afuera. Pero el problema excede al eurocentrismo; existe también una cierta tendencia deshistoricista. Se verá todavía más, de estar yo en lo ciertoí, en el 2032. Por otra parte, he visto intentos de listas de cine latinoamericano para compensar lo sucedido, y lo que he podido leer es una desgracia. Saludos. R
No hay forma que puedas evitar, Roger, que películas como Ciudad de Dios y Relatos Extraordinarios sean consideradas de las mejores latinoamericanas, si han sido canonizadas por la mismísima academia Hollywoodense, escuela de gran parte de la crítica regional.
En buena medida (y como suele pasar en otras encuestas), los resultados dependen de quiénes votaron. No sé cuál será el criterio de esta revista para elegir a los votantes, pero esa elección también implica un canon, de directores de cine tanto como de críticos.
Estimado: en principio, me consta, intentaron buscar críticos y programadores en actividad. Me consta que tomaron varios de los que votan en La Internacional, por ejemplo, porque suministré emails de más 60 personas. De todos modos, toda encuesta apela a la inducción y como método es siempre falible. La utilidad de las mismas pasa por leer cada lista para aprender sobre la historia del cine; en tanto formación de un canon apenas tiene algún que otro alcance conjetural. Saludos. R