MATADERO

MATADERO

por - Críticas
15 Dic, 2022 05:19 | 1 comentario
Sobre Matadero, una película que podría haber sido una de las argentinas (españolas) del año, pero no fue.

MAJADERO

Matadero es una película española-argentina que cuenta con numerosos productores y fondos internacionales, y un par de festivales importantes en su haber (empezando por Locarno). Todo esto, más la audacia de su punto de partida, hacia esperar lo mejor o temer lo peor. Ante la evidencia de lo segundo, algunos críticos han preferido salvar esa “buena idea” de base, pero (como, según la anécdota, Mallarmé contestó a Gauguin cuando este dijo que tenía una gran idea para una novela) las películas no se hacen con ideas. De hecho la cita de Echeverría elegida como epígrafe reza que el matadero “era más para ser visto que escrito”, aunque ciertamente El matadero triunfó donde doscientos años después fracasa Matadero

No se trata solo de que se aparte de ese texto original, para centrarse más en los años 70 del siglo XX que en los 30 del siglo XIX: la película no solo es imprecisa en ambas referencias, sino que es confusa a todo nivel: narrativo, formal, ideológico… Lo que es curioso siendo el realizador un argentino-español, Santiago Fillol, que en reportajes menciona profusas referencias bibliográfícas y filmográficas, que luego brillan por su ausencia en su Matadero. Tal vez no sea tan extraño entonces que recurra al personaje ficcional de un director extranjero que vivió en su juventud en Argentina, del que se dice que creía comprender lo que en verdad ignoraba, y al que se le da nacionalidad norteamericana por motivos tan poco claros como el resto de sus decisiones poético-políticas.

¿Reed (atención al nombre) remite a la sangre, al famoso periodista, a la participación norteamericana en las dictaduras latinoamericanas? Todo puede ser y no ser, pues ese juego de menciones y evasiones, que es el de la película misma, no la hace levar sino naufragar, también en un medio tono incomprensible (salvo como rendición ante la estética lánguida de cierto cine contemporáneo, en el que hasta la violencia se aplica con desgano). Porque si bien se nos dice que este director es una suerte de Herzog, cuyos rodajes buscan el límite y la verdad de lo real, Matadero se contenta con una contención, elipsis y fuera de campo (por ser caritativos y suponer que todo es fruto del cálculo) que nada tienen que ver con las tradiciones cinematográficas o épocas aludidas. Falta sangre, por así decirlo, aunque sea provista por las infaltables escenas en un matadero real, que remiten más a las excentricidades hiperrealistas de cierto cine actual que a la densidad que esos espacios adquirían en films modernos como La sangre de las bestias o En un año con trece lunas.

He ahí otro de las curiosas reescrituras de una película que busca basarse en fuentes previas o reales: la narradora (que vemos mayor en el presente pero que sentencia con su voz joven) es una aspirante a cineasta que dice seguir a Reed porque este se aparta del cine “costumbrista” de aquel momento. La película transcurre notoriamente en 1974, en plena efervescencia no solo de un cine “militante” sino también “vanguardista” (del que La hora de los hornos fue apenas el puntapié inicial): es extraño que la protagonista y el director (Fillol) lo ignoren. O tal vez se trate solo de un anacronismo deliberado, pues también se alude a un cine pobrista (crítica que podría aludir a la “pornomiseria”, término acuñando recién en 1977 con Agarrando pueblo). Sea como sea, es evidente que no hay intención de reconstrucción histórica sino de ficción ahistórica. Pues no se trata solo de que los jóvenes artistas-militantes de Fillol luzcan tan extemporáneos como los secuestradores anómicos de Secuestro y muerte (Filippelli), sino de que las imprecisiones sobre lo que se replica, en todo sentido (la radicalización política y su violenta ingenuidad), son tan notorias como las de Los condenados(Lacuesta). Ambas películas se vieron como apertura y cierre del Bafici 2010, y Matadero parece reunir lo peor de ambas, más de una década después.

Pero esas películas, pese a sus atribuciones erróneas, al menos guardaban cierta coherencia interna, mientras que aquí nada tiene ni pies ni cabeza: ¿Por qué se proyecta mucho después esta película maldita, si el director es recordado como un “asesino”? (spoiler de un final tan confuso como ese inicio: sabemos –desde el principio– quienes van a ser los sacrificados, aunque la mano asesina no sea la esperada). ¿Por qué  asiste el director, que no puede ni presentarla, y cómo es salió airoso de esas acusaciones? (solo se nos dice que no volvió a filmar). ¿Por qué está ahí la asistente de dirección, que ni siquiera parece querer ver la película? (digamos de paso que las imágenes del film dentro del film son más interesantes que la película que las contiene). Matadero casi no vuelve sobre esa escena inicial que queda sin final, como también queda sin resolver –en el sentido cinematográfico de la palabra– el crimen originario que venía a ilustrar con el largo flashback que es la película misma (¿todos simplemente se fueron a su casa, tras las muertes y la función?).

La diferencia entre ambicioso y pretencioso se juega entre el conseguir o no su propósito, lo notable en este caso es que este despropósito haya podido filmarse. Al menos en este caso no hubo más crimen que el de lesa estética. El matadero no se publicó hasta 1870, no solo porque Echeverría temía las iras de sus enemigos políticos, sino también las de sus amigos por ese retrato sanguinario fuera de toda norma. Hoy es considerado un clásico, además de la primeras narración de su tipo. El destino no podrá ser tan generoso con Matadero, ni siquiera con su a estas alturas viejo descubrimiento de que, como conspicuos vencedores a sangre y fuego, fueron los letrados quienes con más tenacidad encarnaron la barbarie.

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Matadero, Argentina-España-Francia, 2022

Dirigida por Santiago Fillol. Escrita por S. Fillol, Edgadro Dobry y Lucas Vermal

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Nicolás Prividera / Copyleft 2022.