LOS OTROS, NOSOTROS
El fotograma pertenece al cuarto plano de la película. En él fulgura como si fuera un holograma la totalidad de La chinoise, película calificada en su tiempo de estreno como ridícula y siempre sospechada de banalidad. Aparentemente, con los signos serios de la política no se puede jugar. Ni 55 años atrás, ni quizás tampoco hoy.
¿Por qué ese plano? ¿Por qué dos manos –la de un hombre y una mujer– que se juntan en el centro del plano hasta conformar un todo? El gesto es esencial por lo que se escucha mientras la coreografía táctil se delinea y se completa justo cuando se dice: “Nosotros. El discurso de los otros”.
Todo lo que sucede en los 96 minutos de metraje no es otra cosa que el intento de comprender lúdicamente cómo es posible alcanzar y entender al otro. El otro no es una singular abstracto, es una clase lejana, la trabajadora. Los jóvenes que leen y teatralizan los textos revolucionarios de la época, como también quienes están detrás de cámara, son burgueses. El hiato de clases constituye una barrera, una inconmensurabilidad esencial. ¿Qué hacer? ¿Cómo hacer? La pregunta, antes que ser maoísta, remite a ideales revolucionarios sofocados: emancipación, autonomía, democracia, socialismo.
Godard declaró que La chinoise era un nuevo comienzo. Los colores primarios, los travellings laterales, los cortes abruptos de sonido, la fragmentación como sintaxis conforman acá una poética ya transitada pero revitalizada. Lo curioso es que en el 2022 se puede advertir que estos gestos estéticos se perfeccionaron en sus últimas películas. La circulación de signos que empezó en 1967 conoció su mejor depuración en Film Socialisme, una prueba de que Godard siempre jugó en serio.
*Este texto fue comisionado por Caimán, cuadernos de cine de España y publicado en el mes de octubre 2022.
Roger Koza / Copyleft 2022
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