LOS ESPADICHNIES DE LA SOLEMNIDAD

París, 1627, un poco más de 400 años atrás, ese es el tiempo y el lugar. Esa época es la de una novela publicada en folletines durante el otoño y verano europeos de 1844, bajo la firma de Alexandre Dumas. Más adelante, Los tres mosqueteros, clásico juvenil, fue visitado por el cine silente en reiteradas ocasiones, retomado con la aparición del sonido y el color y aún fuente de inspiración para superproducciones del siglo XXI. En este nuevo intento, el valor de producción de Los tres mosqueteros: D´Artagnan es ostensible en el calzado de los intérpretes, los adornos de los interiores, el despliegue de los extras, el elenco de estrellas galas. Lo que se ha gastado se siente plano a plano y sugiere Marvel, pero el universo no es el de los superhéroes, sino el de Dumas. Los espadachines no tienen superpoderes, solo cuentan con destreza, simpatía y suerte.

La nueva versión dirigida por Martin Bourboulon puede ser enrevesada en la evolución de su trama, variopinta en el repertorio coreográfico de sus batallas y siempre grandilocuente en la resolución de sus secuencias. El poder que define el relato, las intrigas y las traiciones entre protestantes y católicos en el interior de una nación con sus conflictos de fe y sus divergentes alianzas estratégicas con reinos vecinos tiñen en demasía cada escena asfixiando el todo en un retrato del poder que parece más una de Shakespeare que una de Dumas. En efecto, la ligereza es sustituida por el chisme, la algarabía por el sacrificio; la comicidad es demasiado homeopática y el espíritu de aventura está intoxicado por una seriedad abstracta que resulta inconducente. La solemnidad es el auténtico enemigo que acecha, más allá de que en defensa de esta versión de Bourboulon se invoque como argumento que su acercamiento resulta más fiel a la novela. Si lo es, será a la letra, no al espíritu.

El famoso “Uno para todos y todos para uno”, la célebre ética de los mosqueteros apenas es una pálida premisa entre los tres mosqueteros y el joven gascón que se suma a la defensa de Luis XIII para mantener la unidad de una monarquía que tiene sus conspiradores en el interior del palacio. Las figuras del cardenal Richelieu y de Milady de Winter pueden evocar algo del goce del poder y la oscuridad de sus almas, pero son personajes delineados sin rasgos precisos que conjuren el estereotipo, una dificultad que ni Vincent Cassel (Athos), Pio Marmaï (Porthos) y Romain Duris (Aramis) consiguen sortear del todo en la caracterización de sus personajes, más allá de sus respectivos talentos, y menos todavía el galán François Civil, el nuevo Charles D’Artagnan. Basta recordar a Douglas Fairbanks, Dom Ameche o Gene Kelly en el papel del joven espadachín para recuperar la memoria del placer de ser el cuarto mosquetero.

Como se informa en la propia película, la historia continuará. En efecto, ya se anunció la segunda parte para el otoño europeo como Los tres mosqueteros: Milady. Quizás en lo que vendrá la camaradería y el espíritu de la aventura se restituyan felizmente y los empuñadores de espadas puedan reírse un poco más entre ellos y ser menos circunspectos y fieles al poder que defienden. La lucha continúa.

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*Publicada en La Voz del Interior en el mes de abril 2023.

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Los tres mosqueteros: D’Artagnan / Les trois mousquetaires: D’Artagnan, Francia-Bélgica-Alemania,2023

Dirigira por Martin Bourboulon.

Escrita por Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière.

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Roger Koza / Copyleft 2023