UN VERANO DE AMOR / THE EXPLODING GIRL
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Alan Koza
IVY EN LAS CIUDADES
Un amor de verano / (The Exploding Girl, EE.UU., 2009
Escrita y dirigida por Bradley Rust Gray
** Válida de ver
Película menor y modesta, aunque no deja de deslumbrar algunas secuencias ocultamente magistrales, siendo su protagonista una revelación auténticamente cinematográfica.
Si las películas pudieran ser medidas con un cardiograma, la mayoría, de acuerdo con un modelo narrativo canónico, mostraría picos y subidas abruptas. El drama y la comicidad deben alterar el flujo dramático de un filme. Sorprender, estimular, provocar al espectador, ésa es la regla. Si Un amor de verano pasara por esta prueba hipotética, un médico (y un espectador desprevenido) podría asumir que el filme está muerto. En efecto, la “línea cardíaca”, a lo largo de sus 79 minutos, no mostraría variaciones. ¿Es que no pasa nada?
Lo cierto es que Un amor de verano –cuyo eje narrativo está circunscripto a las vacaciones de verano de una joven llamada Ivy (un trabajo excepcional de Zoe Kazan, la nieta del controverisal y genial Elias Kazan), que es epiléptica, hija de madre soltera y vive una crisis inesperada con su novio, a quien nunca veremos pero sí escucharemos por teléfono varias veces– no adopta jamás un tono dramático. No hay catarsis, ni exabruptos, ni escenas de llanto, ni de sexo. Cuando Ivy sufra un ataque de epilepsia, el registro será lejano. Cuando ella compruebe qué poco le importa a su novio se limitará a decir: “¿Por qué?”. Y si bien puede ser que su reencuentro con Al, su gran amigo de la adolescencia, insinúe una posible historia de amor (de allí el título en castellano), la seducción y el erotismo brillan por su ausencia. El título original, The Exploding Girl (“La chica explosiva”), es casi una ironía.
¿Un drama adolescente minimalista? No, pues la cotidianidad filmada como una experiencia sensible no implica reducir el relato y el registro a un grado cero de expresión, incluso si la economía verbal del filme es ostensible. Sucede que la aproximación de Bradley Rust Gray (como pasa también con In Between Days y Los senderos de la vida, de So Yong Kim, su mujer, filmes producidos por Gray) se sostiene en un trabajo de observación sobre los gestos y la interacción entre los personajes y de éstos con el medio en el que viven. En efecto, el rostro de Zoe Kazan es el texto de la película. La soledad, la generosidad, el desencanto, el reparo se descubren en su mirada. Los planos medios elegidos por Gray permiten mirar su mirada. Del mismo modo, la ciudad de Nueva York es una presencia visual y sonora, un personaje físico difuso que acompaña a Ivy y Al. La ciudad, en algún sentido, habla y actúa.
La audiencia y algunos críticos pueden creer, como los hipotéticos cardiólogos, que Un amor de verano es una película lánguida, casi muerta y necesitada de un golpe urgente de reanimación. Sin embargo, se trata de un filme noble y sano cuyo corazón palpita al ritmo de la vida, lejos tanto de la pirotecnia emocional de Hollywood como del cinismo cool característico del cine indie estadounidense. El plano final sobre dos manos así lo testifica.
Esta crítica fue publicada en otra versión por La voz del interior en el mes de abril 2011.
Roger Alan Koza / Copyleft 2011
Hola Roger: Me encanta que hayas rescatado esta joyita, que yo calificaría de «mumbelcore romheriano»- del Romher juvenil tardío de Reinette y Mirabelle o el de «Cuento de verano»- Bueno, en realidad, los personajes hablan mucho menos que los de lo Rohmer, y tampoco creo que sean exactamente «mumblencoresco» a lo Bujalsky ( de hecho son más inteligentes que los personajes de Bujalsky): me parece que este tipo hace una cosa nueva; se aleja de esa languidez minimal -como bien lo señalás- que a veces lleva a los relatos “indies” a la anorexia narrativa-sobre todo si tienen protagonistas adolescentes-o al tiempo muerto sin justificación o a la deriva por la deriva misma. Y todo eso filmado con toda la marca “cool “ posible y festivalera. Bradley Rutsty Grey trabaja sin “coolismo”, apuesta retratar a la incertidumbre del entretiempo estacional, familiar, laboral, estudiantil y sobre todo, sentimental, en que se mueve su protagonista, con una delicadeza ejemplar. Porque todo se insinúa, así con líneas tan leves y efímeras como esas bandadas que irrumpen en el cielo de la pantalla, y se van, pájaros en tránsito, como en transito están los protagonistas. Como los dos personajes principales. Es extraordinario como Grey filma el miedo apenas insinuado (al futuro, al abandono, y también al reconocimiento de sentimientos del pasado) sin manierismos, como si eso se hiciera por primera vez, sin clichés, aunque hayamos visto personajes e historias semejantes muchas veces en el cine “Indie”. Y no se si es un cierto toque «europeo» en los tiempos del relato, o en el modo que vos señalas elección de planos medios. O el rostro increíble de la nieta de Kazan, ese gran lienzo donde todo se dibuja y desparece no sin dejar huellas tímidas (el miedo, la soledad, el autoengaño, la amistad volviéndose de a poco amor, tal vez). Un poco todo eso. Y pensaba en el Rohmer de las comedias y proverbios, llevado al máximo de «revelar lo invisible» sel entre” en los personajes y sus espacios, interior y exterior. Lo invisible de una ciudad, lo invisible de un corazón. El texto ahora que lo pienso, no es solo el del rostro increíblemente expresivo por transparencia de la Kazan, es sobre todo el de los cuerpos en tensión, en expectación (el de ella, con el miedo a la epilepsia, o a perder el control de lo que le corazon dicta o desea pero sin decircelo siquiera asi misma), el de él (con el miedo a hacer evidente la atracción que su amiga le produce y que intenta no ver) Esa verdad que surge de esa tensión, y que la cámara logra develar, mientras se habla de otras cosas que intentan contradecir a los corazones delatores de ambos. Que laten bajito por miedo a explotar, pero que a un oído atento (que no siempre es el de los cardiólogos) pueden llegar a sonar como el de la canción de Soda Stereo.
Saludos y espero el café cuando vuelvas a Buenos Aires. O alguna vez yo vaya a Córdoba.
Ale Ricagno ( the exploding man)
PD: Zoe Kazan¿ no podría protagonizar un film del viejo Goretta por ejemplo?¿ no sería ideal para un remake imposible de La dentelliére, tal la cualidad «veermeriana» de su rostro ( la misma que tenía la Huppert pre Chabrol)?
abrazo
Ale: así lo pienso: tiene y no tiene todas las influencias o distancias que señalas. Es un film que me acompaña desde que lo vi, a pesar de su modestia. Ya tomaremos el café. Y ya te veré alguna vez en Córdoba. Abrazo. RK
Hola Roger, luego de leer esta crítica de Un amor de verano de Bradley Rust Gray, dan ganas de verla! Felicitaciones!
Gracias, saludos!
Muchas gracias, amigos del Goethe. Si hay algo que resulta placentero para un crítico es que una crítica den ganas de ver un film Gracias. RK