BAFICI 2023: ARRIESGANDO CON ESTRENOS MUNDIALES
Una nueva edición del Bafici se realizó entre el 19 y el 30 de abril y, en consonancia con las últimas, estuvo integrada mayoritariamente por estrenos mundiales, cortometrajes y películas argentinas. Se puede entender la pretensión de innovar y dar espacio a películas novedosas, pero ello no debería ir en detrimento de ofrecer algunos títulos que hayan pasado con éxito por otros festivales, ya que la presentación de obras desconocidas ofrece el problema de que, en numerosas ocasiones, ese es su único mérito. Son conocidas las dificultades de orden económico por los que atraviesa el país pero da la impresión de que se podrían haber conseguido algunos films importantes que no estuvieron.
Por lo demás la organización del festival fue buena: no hubo problemas con las copias, las funciones comenzaron puntualmente y el ventajoso cambio permitió que estuvieran numerosos directores para presentar y discutir sus películas. En cuanto a la afluencia de público -más allá de los que se diga en comunicados posteriores al festival- pareció inferior a la de otras ediciones y, además, algunas películas se proyectaron en salas equivocadas (el Gaumont en algunas funciones estuvo casi vacío). Pasemos entonces a reseñar brevemente varios títulos vistos durante el festival, sin que el orden en el que están expuestas indique preferencia.
Puede resultar provocador decir que las tres películas que me parecieron mejores hayan provenido de una pequeña retrospectiva dedicada al cine de terror británico, pero ese fue el caso, con el plus de poder apreciar esos films en pantalla grande.
Jacques Tourneur es un maestro de lo que podríamos llamar el «terror elusivo», ya que en sus notables películas del género hay un extraordinario uso del fuera de campo y de la sugerencia a través de elementos visuales. A partir de ello se entiende sus peleas con los productores de Cita con el diablo, que le obligaron a mostrar a la «criatura» al principio y al final de la película. A pesar de ese problema el film es un auténtico estudio sobre el miedo, centrado en un científico escéptico que va progresivamente modificando sus certezas a partir de diversos hechos. Tourneur consigue un gran crescendo, ominoso y opresivo, con varios momentos memorables.
Terence Fisher es -aun cuando tiene películas buenas fuera de ese circuito- el mejor director de las producciones de terror de la Hammer inglesa. Realizador dueño de un notable refinamiento visual y un aura de desolado romanticismo que impregna sus películas, muestra esos atributos en El castillo de la Gorgona, inspirada en una vieja leyenda acerca de una mujer de aspecto horrible que habría sobrevivido a una matanza habitando un viejo castillo y que, en las noches de luna llena aparecía, convirtiendo en piedra a los que tuvieran la mala suerte de caer bajo su mirada. El film presenta de manera infrecuente aun monstruo femenino, un atípico romance entre el protagonista y la mujer que posiblemente corporice a la criatura y un final marcadamente pesimista.
El relato Otra vuelta de tuerca, de Henry James ha dado lugar a más de una versión cinematográfica pero esta de Jack Clayton, aquí bautizada Posesión satánica, es la mejor. Una institutriz llega a una antigua mansión para encargarse, a pedido de su tío, de dos pequeños niños que habitan el lugar con una vieja ama de llaves. Lo que empieza como un relato encantador sobre la relación entre la mujer y los chicos se va progresivamente transformando en una espeluznante pesadilla. Diversos temas aparecen aquí: la represión sexual, el puritanismo, la perversión infantil de los niños poseídos por el espíritu de personas muertas y un clima mórbido y perturbador al que colabora la notable iluminación de Freddie Francis. Un gran film no demasiado conocido.
Dentro de la abundante cantidad de películas argentinas hubo algunas que llamaron mi atención. Una fue Arturo a los 30 de Martín Shanly, un director que había tenido in promisorio debut con María a los 12, una inteligente mirada sobre la preadolescencia. En este caso disecciona a un personaje de la edad mencionada interpretado por el director que, a través de un diario y varios convincentes flashbacks, ofrece un rico panorama de las problemáticas y obsesiones del protagonista. Lo valioso del relato es que fusiona con sabiduría elementos humorísticos y dramáticos, incluso dentro de una misma escena y va descubriendo diversas capas de su conducta. Shanly ratifica en este film que es un director a tener en cuenta.
Pedro Speroni había logrado con Rancho una potente mirada de la vida cotidiana dentro de una cárcel de máxima seguridad, que terminaba con la salida de uno de los reclusos. En Bilbao retoma a ese personaje un año después de haber sido puesto en libertad, quien vive con su pareja y su pequeña hija, describiendo con precisión sus intentos de reinsertarse socialmente y las relaciones que mantiene con las dos mujeres en un relato documental de notable autenticidad y de visceral intensidad, con un excelente trabajo de montaje. Además cuenta con el plus de que Iván Bilbao es uno de los grandes personajes del cine argentino de los últimos años.
Mirko Stopar es un auténtico OVNI dentro del cine nacional. De origen noruego pero nacido en Buenos Aires, filmó casi todas sus películas fuera del país y es autor de una obra documental inclasificable de la que sus muestras más conocidas son Llamas de nitrato, un film sobre la enigmática Renée Falconetti y El arponero, acerca de un hombre que mató 7000 ballenas, fue colaborador de los nazis y vivió en la Argentina. Ahora se presentó su último trabajo, Desolación, un mediometraje de 40 minutos en el que investiga acerca de una isla que figura en muy pocos mapas y ningún país se atribuye su propiedad. Para ello consigue entrevistar a un ingeniero que vivió allí y consigue el diario del capitán de una expedición que se suicidó misteriosamente en el lugar. Atípica cruza de documental etnográfico y película de terror, el film es una nueva muestra del talento de uno de los directores más originales del país.
Enrique Bellande es un realizador argentino con una obra escasa y espaciada, y aquí presenta su nuevo film después de once años (aunque fue comenzado en el 2015), La vida a oscuras, un documental sobre el investigador, docente y coleccionista de película Fernando Martín Peña, una figura icónica entre la cinefilia local. Mostrándolo siempre activo entre el fárrago de sus películas o presentando algunas de ellas, Bellande ofrece un atractivo relato sobre un personaje apasionado y obsesivo para quien el cine no solo forma parte indisoluble de su vida sino que también es como una continuación imprescindible de la misma.
Hubo un par de películas sobre las que tenía grandes expectativas pero que el resultado de su visión estuvo por debajo de lo esperado . Christian Petzold es, en mi opinión, el más importante director alemán contemporáneo, con una filmografía notable en la que no hay puntos flojos y en el Bafici se presento Afire, su último trabajo. La obra de Petzold se caracteriza por la intensidad de sus relatos, la ambigüedad de los caracteres y la incomodidad que crea sus imágenes. En este film, elige un tono mucho más ligero, casi de comedia, aunque el tono cambia abruptamente en los últimos veinte minutos. El film, obviamente, está impecablemente realizado y tiene algunos toques sutiles pero (me) deja la sensación de ser un trabajo menor del realizador.
El filipino Lav Díaz, no solo es el director más importante de su país sino también un cineasta fundamental de nuestro siglo. Con películas de duraciones inusuales (varias están entre las seis y nueve horas) ha logrado en su obra ofrecer una crítica y profundamente política mirada sobre la historia y la vida socio-cultural de su país. En When The Waves Are Gone, una película breve dentro de su filmografía, ya que dura tres horas, Diaz incursiona en el género policial, a través de la tortuosa relación que se entabla entre un policía elogiado por sus pares pero drogadicto y corrupto y un ex subordinado al que había mandado a la cárcel y, recién salido de ella, busca vengarse. A pesar de lo atractivo del planteo inicial, el film -rodado en blanco y negro en una sucesión ininterrumpida de planos fijos- resulta reiterativo y con pronunciadas caídas de ritmo y con un final al que el director intenta insuflarle un tono trágico que no resulta convincente. (Y tampoco alcanza para expresar su mirada crítica que un personaje grite a voz en cuello que su país es una mierda.
Uno de los «tapados del festival fue el director francés Clément Cogitore, del que vi un par de películas de real interés. Una fue el mediometraje documental Braguino, acerca del enfrentamiento de dos familias que viven en la taiga siberiana, cuyas propiedades están separadas por un río, y alejadas de cualquier vestigio de civilización, en tanto que los niños de ambas familias se reúnen a jugar en una isla cercana. Un curioso film que reflexiona sobre la intolerancia en situaciones extremas. La otra película que vi fue Ni en el cielo ni en la tierra, centrada en un pelotón de soldados franceses que se encuentra en una zona desértica en Afganistán, en medio de la guerra. El film -a través de un relato de ajustada tensión- muestra la progresiva desaparición de los miembros del grupo y consigue un clima opresivo en medio de un espacio abierto. Dos interesantes trabajos de este director desconocido en estos pagos.
Good Old Czechs es un documental de Tomás Bojár en el que dos pilotos de la aviación militar checa narran sus experiencias durante la Segunda Guerra Mundial en misiones en diferentes países. Con un material de archivo poco visto, y agudas observaciones sobre la conducta de los habitantes de los lugares en donde incursionaron, en particular los ingleses y los polacos, el film ofrece una mirada diferente sobre aspectos de la contienda. Un dato relevante es que uno de los dos pilotos fue condenado a trabajos forzados y otro debió exiliarse por haber vertido críticas sobre el sistema socialista en su país.
Otro documental, en este caso más polémico, es El caso Padilla, del cubano Pavel Giroud, centrado en el gran poeta Heberto Padilla, quien sufrió prisión por sus críticas al régimen castrista. Una vez liberado se sometió a una ampulosa autocrítica, en la que no se privó de señalar y denunciar a otros intelectuales. El film, que cuenta con un notable material de archivo, tiene un tono marcadamente anticastrista y es pertinente compartir el juicio de Gabriel García Márquez acerca de que su autocrítica le había hecho más daño a la Revolución Cubana que sus cuestionamientos. Y no es casual que Padilla haya sido recibido con todos los honores por Ronald Reagan y haya muerto en Alabama, uno de los estados más reaccionarios de los Estados Unidos.
Otro muy buen documental es La memoria infinita, de la chilena Maite Alberdi, que narra la relación amorosa entre la actriz Paulina Urrutia, ex ministra de Cultura de Michele Bachelet y el periodista militante Augusto Góngora, un combativo difusor de las miserias de la dictadura pinochetista, quien a partir de 2014 empieza a sufrir síntomas de Alzheimer (un caso similar al de nuestra Laura Bonaparte). Es notable como la directora consigue, dentro de un relato marcadamente emotivo, eludir el sentimentalismo y los golpes bajos, y poner el acento en la ternura y el amor entre los dos personajes. En última instancia, un film sobre la memoria, su pérdida individual y la permanencia en la conciencia social.
Por último L´envol, del italiano Pietro Marcello fusiona con sabiduría lo ficcional y lo documental en un relato ambientado en la Francia rural de los años 20, luego de la Primera Guerra Mundial. Centrado primero en un excombatiente que cuando llega al pueblo se entera que su esposa ha muerto y quedando al cuidado de su hija, un personaje muy rico en matices, Marcello amalgama elementos folclóricos, material de archivo, canciones y crítica social en una especie de fábula sobre la Europa de esos años. Un film muy valioso que ratifica a Pietro Marcello como uno de los más importantes realizadores del cine italiano actual.
Jorge García / Copyleft 2023
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