EL MÉTODO DI TELLA: RETRATOS Y CRÓNICAS
Existe una difusa metafísica de los nombres en la que se adjudica a todo nombre un destino. El inofensivo delirio de ese deseo de protagonismo y exclusividad es tan inverificable como las predicciones astrológicas y el pronóstico científico de la futura alza de divisas extranjeras. En el nombre Andrés nada se cifra, pero sí en su apellido: Di Tella, y no por un destino, sino por el azaroso espacio que tuvo la familia Di Tella en la historia argentina del siglo XX. El apellido glosa un capítulo feliz de la historia de la industria argentina, también invoca un episodio decisivo de la cultura y su relación con las vanguardias. El apellido tiene asimismo su inscripción en las ciencias sociales y la política. Abuelo, padre y tío no fueron hombres ajenos a la vida del país. En ese universo de referencias, el cineasta argentino eligió el cine para dejar su propia huella en la historia, y en ese dominio prefirió el retrato como una forma de indagación intersubjetiva y ensayo especulativo. Le interesó filmar sujetos solitarios: una militante en tiempos de radicalización política, la vida literaria de un hombre, la vida cinematográfica de un colega, la increíble historia de sus padres. A sus padres, él argentino, ella oriunda de la India, les prodigó más de una película, quizás porque entrevió en ese matrimonio un destello modélico de lo que fue vivir en el siglo XX. El cine de Andrés Di Tella saca provecho de su peculiar lugar subjetivo en la historia de su país y por ello trasciende cualquier rédito terapéutico o regodeo narcisista para pensar cinematográficamente los signos de una nación. (Roger Koza)
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