ASTEROID CITY

ASTEROID CITY

por - Críticas
29 Ago, 2023 09:38 | comentarios
Nada detiene al señor Anderson: sus películas son cada vez más hermosamente irreales y cada vez más idiosincrásicas.

LA HISTORIA EN EL PLANETA WES

Una hipótesis: desde el inicio, Wes Anderson mantiene un combate a todo o nada contra el vacío. ¿Demasiado filosófico, o simplemente existencial? Puede ser. Una intuición. El cineasta necesita controlar cada perímetro microscópico de la superficie del plano. La pulcritud lúdica de sus planos y la geometría delirante de sus encuadres revelan la sensibilidad del artista, una ansiedad que alcanza a los personajes y que duplica lo que está detrás y delante de cámara. ¿De qué hablamos? Puede ser que no se trate solamente del mundo que se conoce y en el que se vive, sino del universo entero: el asedio de lo fortuito y el acaso son insoportables. ¿Qué hacer? Frente a lo ingobernable y la desesperación que ocasiona, el neurótico obsesivo puede hallar en eso combustible creativo. Mensurar, ordenar, calcular, inventar. ¿No es la puesta en escena de Wes Anderson el prodigio estético de un obsesivo? Además, a la angustia también se la puede aplacar con ficción.

Asteroid City es en principio pura irrealidad. Se trata de un programa de televisión sobre una obra de teatro que en verdad se desarrolla como una película. Hay una magnitud constante y real: el tiempo. Se explicita, pero también se lo materializa en objetos y en el uso del idioma. En efecto, los signos remiten a Estados Unidos en septiembre de 1955. El espacio, en cambio, es cambiante. Se simula una puesta en abismo que no lo es del todo porque los pasos de una (ir)realidad a otra depende de un magnífico travelling lateral o hacia adelante o hacia atrás que denota los dominios de la televisión y la obra (filmada). En este sentido, la cámara geométrica delinea constantemente los límites del mundo. La contienda es el vacío o, como dice un personaje al pasar, el páramo cósmico. Acá no se puede prescindir de un saber cinematográfico ya adquirido: cada encuadre constituye un campo visual, y en él se establecen conjuntos y relaciones. Es exactamente eso lo que sucede en los primeros minutos de la película de Anderson: el espacio de esa ciudad imaginaria en la que viven 87 personas y está en el medio de la nada, como Los Álamos en la geografía real, y en la que también se llevan adelante pruebas atómicas, se presenta como un horizonte con lindes precisos, un todo con sus respectivos conjuntos. Sí, la nueva película de Wes Anderson es rarísima.

En Asteroid City pasa muchas cosas, pero ninguna tiene por objetivo resolverse en una curva dramática ascendente al final del tercer acto. Hay tres actos bien delimitados, pero la progresión narrativa es inexistente. Lo que existe es un principio poético cuya característica esencial es la profusión: decenas de personajes, acciones constantes menores, carteles diversos, nombres lanzados al azar, una ingente variedad cromática en los momentos cuando hay color y conversaciones veloces en las que se dicen cosas que no siempre traslucen la importancia de sus enunciados. Todo pasa a mucha velocidad, porque el movimiento constante es también una forma de conjura de la vacuidad. Que el mundo imaginado esté en el desierto es un ademán valiente. Poblarlo de signos es la defensa ante el acecho de la nada. Hay que escribir sobre él, hay que verter el poder de la imaginación frente al ateísmo que no puede desterrarse. El breve elogio a la curiosidad dispensado por un personaje es decisivo en la trama. La astrónoma que interpreta Tilda Swinton no economiza ni una coma al advertir en dónde están el corazón y el espíritu de uno de los jóvenes participantes del concurso para adolescentes interesados en astronomía: “Tu curiosidad es tu activo más importante”.

En la trama dispersa hay un duelo con resoluciones cómicas, una posible historia de amor entre una actriz y un fotógrafo, una visita extraterrestre y la concomitante operación militar para asegurarse de que no se trata de una invasión cósmica o de un aliado del enemigo que viene de otro planeta a destruir los EE. UU. Hay ensayos nucleares, juegos de memoria y varias escenas en las que el autor de la obra escribe los actos mientras el presentador televisivo enlaza lo que escribe con lo que se verá, instantes que son en blanco y negro, única diferencia formal, ya que la poética es continua entre la representación (cinematográfica) de la obra y el programa sobre esta.

En el epílogo, los personajes (un puñado de actores y actrices consagrados) no dejan de repetir durante un seminario de interpretación que evoca bastante el pretérito psicodrama: “No se puede despertar si uno no duerme”. Es casi un mantra repetido con una vehemencia que parece transfigurarse en una violencia inusual en el cosmos de Anderson. Es un momento misterioso, inesperado, un contrapunto oscuro del régimen luminoso que predomina en general. Es una secuencia extraña que mantiene su propia opacidad semántica en un orbe homogéneo que nunca deja de resplandecer e invitar al asombro.

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Asteroid City, Estados Unidos-Alemania, 2023.

Escrita y dirigida por Wes Anderson.

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*Publicada por Revista Ñ en el mes agosto 2023.

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Roger Koza / Copyleft 2023