RETROSPECTIVA HUGO DEL CARRIL: MUCHO MÁS QUE UNA VOZ EN EL CINE
Desde hoy y hasta el domingo inclusive, quienes llevan adelante el destino de los institutos y claustros universitarios en donde se enseña cine, no importa la materia, deberían decretar asueto y de inmediato proponerle a todo el alumnado dirigirse al Cineclub Hugo del Carril y permanecer desde las 15:30 hasta la medianoche en la sala mayor. Ahí se podrá ver en fímico la obra completa de uno de los cineastas más extraordinarios del cine argentino: Hugo del Carril. No es una tautología: Del Carril se verá íntegro en el Del Carril.
La irremplazable institución cinematográfica cordobesa encara una proeza que rinde honor a su nombre: porque una retrospectiva completa exhibida en 35 mm y 16 mm, en tiempos como el nuestro, no es menos que un acontecimiento memorable. Ya no se pasan las películas en su formato original. Menos todavía si se trata de cine argentino clásico, ya que este país, que ostenta una de las cinematografías más destacadas y plurales del mundo, no cuenta, paradójica y aviesamente, con una cinemateca nacional. Eso significa que la memoria del cine siempre está en riesgo; la extinción asedia sin tregua. Eso significa, además, menoscabar el pasado resguardado en imágenes y sonidos que restituyen una época y sus respectivos imaginarios, que nunca dejan de ser espejos donde los contemporáneos pueden verse misteriosamente reflejados. ¿No tienen un resabio familiar las discusiones del epílogo de Esta tierra es mía, película de 1961?
Hay que decirlo sin ambages: ver películas “viejas” situándolas a través de esa adjetivación como una curiosidad histórica es participar de una valoración que se predica de la lógica de la industria y la retórica del mercado, que ha hecho de la novedad un fetiche y una promesa, como si el valor intrínseco de una película residiera en su resplandeciente, ostensible contemporaneidad. ¿Quién dejaría de leer El castillo o Nadie nada nunca por ser títulos del pasado? ¿Por qué no interesarse entonces en ver Más allá del olvido o Las aguas bajan turbias, obras inmortales del cine de todos los tiempos? La avidez de novedades corroe la inteligencia y la sensibilidad de los espectadores.
En efecto, con el mismo fervor con que se debe la última de Scorsese, que se estrena en meses, la maravillosa Los asesinos de la luna de las flores, habría que ir corriendo a comprar las entradas para no perderse Amorina o Yo maté a Facundo. Verlas en YouTube o en otras plataformas es similar a leer un menú en un restaurante y confundir su lectura con la masticación. Las tierras blancas, por ejemplo, una obra maestra de Del Carril, ni siquiera circula en la plataforma mencionada. ¿No deberían agotarse las localidades del viernes a las 15:30, cuando se proyecte ese film de 1959?
El gran cineasta argentino
Primero fue cantante de tango, después actor destacado y más tarde cineasta singularísimo, como también Leonardo Favio, cineasta posterior con quien Del Carril compartió una sensibilidad popular que lo inclinó a abrazar el peronismo. Es bien sabido que la voz del cineasta es la voz oficial de la marcha peronista.
En un programa de radio llamado Filmoteca, emitido durante el 2021, Fernando Martín Peña, el gran historiador y coleccionista porteño (quien estará presentando todas las funciones del domingo), habló sobre la única vez que vio a Del Carril en su vida. Fue en un concierto en el hotel Bauen, en el que Del Carril cantó todos los éxitos que le prodigó su fama de la década del 30 y 40; Del Carril no fue Gardel, pero no por nada lo interpretó en el cine. En esa ocasión, un admirador le pidió que cantara “la marchita”. Del Carril respondió: “Este no es el lugar”. Era el año 1983.
El cine de Del Carril no es militante, lo que no quiere decir que muchas de sus películas no estén en sintonía con un concepto como el de “justicia social”, hoy puesto vilmente en duda como si se tratara de una calamidad o una propiedad partidaria. Películas como Las aguas bajan turbias, Esta tierra es mía, La tierra blanca son fascinantes por múltiples razones, formales y narrativas, pero no puede desconocerse la importancia que tiene la contienda contra la desigualdad. Con todo, a Del Carril le interesaron otras vertientes de la vida popular.
Hay rarezas insólitas en su haber. Amorina, por ejemplo, una película notable sobre el engaño, o más bien sobre sus efectos psíquicos. El desmantelamiento de la razón del personaje de Tita Merello en el último acto es extraordinario, una proeza de la puesta en escena que podría confundirse con algún tramo de un film de David Lynch. ¿Y qué decir del momento en que en la evolución narrativa de un policial la conciencia de un muerto se materializa como si fuera una entidad viviente en pantalla evaluando desde su aparición el recorrido de una toda una vida? Eso pasa en Culpable, una película no menos extraña que La Quintrala, cuya protagonista, una mujer, encarna una inclinación maligna inexplicable en el seno de un relato que tiene lugar en Chile durante el siglo XVII.
Pero entre sus películas resplandece especialmente Más allá del olvido, título que anticipó indudablemente a Vértigode Hitchcock por dos años, obra maestra con planos inolvidables de cabalgatas y trenes que se desplazan en la noche, en cuya trama un hombre no puede superar el dolor de la muerte de su esposa hasta que se cruza con una mujer casi idéntica en su semblante, pero esencialmente distinta en el modo de ser. Basta ese film de 1956 para admirar el genio de Del Carril, que, como siempre, está detrás y delante de cámara, acá acompañado por Laura Hidalgo, cuya composición de las dos mujeres está por encima de la Kim Novak.
*Publicado en La Voz del Interior en el mes de septiembre 2023.
Roger Koza / Copyleft 2023
Un verdadero acontecimiento. Tuve el placer de dar unas charlas sobre guión hace años en el Hugo Del Carril, recibido por Miguel Peirotti.
Felicito la iniciativa.
abrazo