APENAS TARDE
La conciencia de Arturo no es del todo ajena. Se la puede escuchar, leer. Un diario-historieta es el vehículo en el relato, el cual no sigue una línea recta, justamente, porque el flujo de pensamientos del personaje es desordenado e incisivo. Sucede que su relación con el mundo exterior está regida por la inadecuación: tres décadas de vida no es demasiado, pero sí es suficiente para tener que haber elegido un camino profesional y afectivo. Arturo duda, siente, flota, observa, piensa. En el desacople entre las exigencias sociales y la conciencia del personaje, que se percibe a medio camino de todo, germina la comicidad de la segunda película de Martín Shanly.
La película empieza en las vísperas del fatídico 20 de marzo de 2020. La escena transcurre en una iglesia y se celebra un casamiento. El absurdo sobrevuela el ritual. La mejor amiga de Arturo se casa con un hombre que no goza del beneplácito de aquel, que sin embargo acepta la situación. A continuación, un viaje en auto rumbo a la fiesta nocturna. Ya el viaje tiene sus sorpresas, como el relato que va y viene entre recuerdos.
Hay entonces memorias de amores perdidos, duelos, disparates varios. Todo lo que sucede permite introducir la sospecha de que el mundo es un escenario endeble y de que quienes creen conocer el lugar que les toca en él basan sus papeles en certezas secretamente caprichosas. Existe una cara de lo cómico por la cual la mordacidad lúcida atenta contra hábitos y creencias de la vida cotidiana. Esa virtud crítica está presente. De ese develamiento, a veces, se delinea una piedad democrática: nadie sabe muy bien por qué hace lo que hace y cree lo que cree. Esa sabiduría indirecta también se vislumbra.
El timing y la constricción de los gags de Arturo a los 30 merece un estudio aparte. Pocas veces un cineasta apela a caminos tan disímiles para producir el hiato en un acto o en un diálogo del que surge lo propiamente cómico. En esto, la segunda película de Shanly es prodigiosa. Y lo es también en su difuso humanismo, el que entreteje cada vínculo y con el que se observa la comedia humana entre carcajadas y alguna lágrima inesperada.
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Roger Koza: Existe una similitud y una diferencia evidentes entre su primera película, Juana a los 12, y Arturo a los 30. La edad las define, también la representación de cierta imposibilidad de adaptarse al mundo que los rodea. La gran diferencia es que la primera era un drama y la segunda, una comedia: ¿por qué esta reiteración de poner la edad en el centro y a qué se debe la decisión de hacer una comedia?
Martín Shanly: Creo que en ambos casos son personas que están preocupando a su entorno por no actuar dentro de las expectativas de sus edades. Juana tiene 12 años y no sabe la tabla del seis, mientras que Arturo, a los 30, no tiene ni trabajo ni un proyecto de vida claro. No estoy seguro de ver Juana a los 12 como un drama; siento que también incluía momentos ligeros y de hecho nunca llega a los lugares de tragedia a los que llega Arturo. Pero sí, reconozco que esta vez hubo una decisión consciente de abrazar la comedia como género. Quise reírme un poco de cosas a las que estaba dando demasiada seriedad.
RK: Hace reír es un verdadero desafío. Quien pueda prestar atención al modo en que se conciben los gags se dará cuenta de inmediato que usás modelos muy dispares para trabajar la comicidad. A veces puede ser una acción inesperada, la apertura del plano en una escena después de un tiempo, la repetición de un acto en distintas escenas. ¿Cómo fuiste trabajando las situaciones cómicas? El timing es decisivo siempre, pero en cada caso requiere un modo de trabajo.
MS: No sé si lo pensé tanto. Lo que a uno lo hace reír es tan inconsciente y revelador que trato de tomarlo un poco como una brújula y seguirlo adonde me lleve, sin pensarlo de más. Creo que la multiplicidad de cosas formales tiene que ver más con esa inconsciencia que con una intención pensada. En general cuando desarrollo alguna escena o situación es porque existió algún hecho previo y real que motivó esa escena. Me gusta reescribir y fantasear sobre cosas que me pasaron o me contaron.
RK: ¿Tenías alguna comedia como referencia?
MS: Veo Bridesmaids por lo menos cuatro veces al año. Es como un chupete que tengo.
RK: ¿La relación con la historieta estaba concebida desde un principio?
MS: Para nada. La película ya estaba completamente filmada cuando la idea surgió, y ni siquiera fue mía. Fue Ana Godoy, la montajista y coguionista, quien insistió en que incluyera mis dibujos, que suelo hacer bastante a escondidas, en la película. Ella los conocía y creía que le daría personalidad al elemento diario. A mí no me convencía mucho la idea de exponer mis dibujos, pero me apoyé en la confianza que ella le tenía a la idea.
RK: ¿Por qué decidiste estar detrás y delante de cámara?
MS: Entre uno o dos sueldos fui por la segunda opción. No, creo que me entusiasmaba la idea del desafío del doble rol y, si bien lo lamenté varias veces, ahora estoy contento de haberlo hecho.
RK: La contingencia debe haberte obligado a introducir ciertas escenas inesperadas. La película arranca con la pandemia y el último plano es una iconografía total de ese momento. ¿Cómo se introdujo el virus a la película?
MS: Estábamos a punto de comenzar la última etapa del rodaje cuando apareció la pandemia. Me vi obligado a quedarme en casa y esperar. Durante la espera, empecé a notar cosas. La pandemia generó un cambio en la forma en que las personas se percibían; dada la situación, éramos todos un poco más compasivos con nosotros mismos. Me pareció que era un buen momento para despedir a un personaje atormentado por la vergüenza. Además, surgió el caso de la mujer uruguaya que fue a un casamiento con COVID y contagió a todos, lo cual resultó ser una referencia demasiado tentadora para no incluir.
RK: El universo social elegido es muy específico. Se trata de un grupo social que vive en zonas privilegiadas de la provincia de Buenos Aires: el Nordelta. ¿Por qué tomaste ese universo simbólico como aquel que define a los personajes?
MS: Ese mundo —el de los barrios privados— es uno que está creciendo a una velocidad exponencial y quienes no los frecuentan siento que ignoran lo que está sucediendo. En Nordelta hay colegios, universidades, hospitales, cines, bares, etc. Hay generaciones que no salen de ahí hasta la adultez. Y no es solo Nordelta. Están en todos lados. Mi mamá vivió un tiempo en un barrio cerrado y el ecosistema era algo muy, muy extraño. No es una realidad que yo haya visto muchas veces reflejada en el cine, lo que en un punto me entusiasmó.
RK: La sexualidad es otro tema que empieza a inmiscuirse lentamente en la película hasta convertirse en un subtema. La homosexualidad del personaje se revela de a poco. ¿A qué se debe esa estrategia narrativa?
MS: No estoy seguro de hasta qué punto fue algo consciente el dilatar la revelación de la sexualidad del personaje, pero viéndolo ahora, me parece bien que no sea la primera cosa que sepamos de él. Prefiero abordar ese aspecto cuando sea relevante y no forzarlo como un adjetivo que se le imponga de manera abrupta desde el principio.
RK: Otro tema tardío, el cual se introduce casi imperceptiblemente, es el del duelo del personaje por la muerte de su hermano. ¿Por qué se sumó esa capa dramática? Cuando uno vuelve sobre la película es sorpresivo observar todo lo que está en juego en una comedia que en un primer momento parece ser un simpático pasatiempo. Al final, Arturo a los 30 tiene lo mejor de las comedias: permite pensar una cantidad de cuestiones decisivas para la vida de cualquier persona.
MS: Aunque es entretenido y gracioso ver a alguien luchando por lidiar con las responsabilidades de la vida adulta, sentía la necesidad de explicar en algún momento que la parálisis que atraviesa el personaje tiene una base real y dolorosa. Supongo que parte del proceso de crecimiento implica alejarse de su hermano.
*Publicada en Revista Ñ en el mes de octubre.
Roger Koza / Copyleft 2023
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