FESTIVAL DE CINE MAR DEL PLATA 2023: MÁS SATISFACTORIO QUE LO ESPERADO
Fueron tantos los rumores escuchados antes del comienzo del festival acerca de las dificultades presupuestarias existentes -las que habían incidido en la ausencia de invitados, dificultades para conseguir las películas, falta de sponsors- que llegamos al mismo con expectativas muy menguadas. Sin embargo, se debe decir que, dentro del marco de notable austeridad del evento, el nivel de calidad de esta edición estuvo incluso por encima del de algunos años anteriores. Por cierto que hubo menos películas -posiblemente una ventaja, ya que permitió manejar con mayor comodidad la programación y que no abundaran los títulos de «relleno»- algunas salas tradicionales del festival no funcionaron, muchos de los realizares presentes viajaron por cuenta propia o pagados por sus respectivas embajadas y hubo menos participantes en todos los rubros (prensa, industria, etc.). Sin embargo, dentro de ese marco de marcada austeridad, hay que decir que la organización fue buena (todas las películas se proyectaron en los horarios anunciados), aunque como suele ocurrir en todos los festivales, no solo en este, proliferaron las funciones agotadas, algo que después en las salas se traducía en una buena cantidad de butacas vacías (un problema que también tuvo solución, ya que aquellos que no habían podido conseguir boletos, finalmente lograban entrar a las salas). Además, si bien el festival no publicó ningún libro (hubo solo uno virtual), se pudieron presentar una variada selección de textos. También es cierto que no hubo catálogo ni grilla de programación diaria impresos, pero al menos a la segunda se podía acceder en las mesas de informes de las salas.
Como se indicó, la programación estuvo por encima de lo esperado, sin dejar de señalar la pobreza de la Competencia Internacional, un clásico ya que, por la fecha del festival, allí llega material descartado en otras partes. Además, la ¿obligación? de presentar estrenos mundiales disminuye ostensiblemente la calidad de la muestra. Tanto lo visto en esa sección como lo comentado por otros colegas confiables ratifican lo expresado. Y también se extrañó alguna retrospectiva u homenaje «fuerte», ya que los que hubo fueron muy acotados. Pero tanto en la sección Autores, como en las Competencias Argentina, Latinoamericana y Estados Alterados hubo varios títulos disfrutables.
Algunas digresiones personales antes de pasar a reseñar brevemente varios films. (Me) llamaron la atención un par de temáticas recurrentes en muchas de las películas vistas: una la presencia de la muerte en muy diferentes variantes (asesinatos, suicidios, enfermedades terminales, velorios) y otra la de los personajes que interpretaban dentro del film canciones de distinto tipo. Ambos elementos aparecieron con frecuencia en las películas vistas. Otra referencia es hacia un par de títulos que, por diferentes motivos, no me fue posible disfrutar plenamente. Una fue Youth, del gran documentalista chino Wang Bing, cuya excesiva duración para el contexto de un festival me impidió apreciarla completa, aunque lo visto ratificó su condición de maestro del género. La otra fue Cerrar los ojos, la esperada reaparición de Víctor Erice en el largometraje, después de treinta años. Sin embargo, mis dificultades auditivas, sumada a la no muy buena calidad del sonido del Teatro Colón y la poco clara dicción de varios actores españoles, me impidieron hacer una evaluación cabal de la película. Pasemos, ahora sí, a reseñar brevemente algunas de las películas vistas en el festival.
Según mi inveterada costumbre, comenzaré con aquellos títulos que estuvieron por debajo de mis expectativas. Tal fue el caso de Evil Does Not Exist, del japonés Ryüsuke Hamaguchi, un film muy diferente a sus obras anteriores. Aquí la vida tranquila de un padre y su pequeña hija en medio de la naturaleza se ve alterada por el intento de construir un camping al lado de su casa. El film carece del nervio de las obras anteriores del director y ni siquiera el brusco cambio de tono de los últimos diez minutos logra otorgarle algo de vitalidad y energía.
Muy elogiada venía la última película del argentino Eduardo Williams, El auge del humano 3, en la que un grupo de adolescentes de distintos países intentan escapara a sus rutinas alienantes. La idea parecía interesante pero el tratamiento del director lo único que provocó fue sumergirme en un profundo sopor. Tal vez algún día logre interpretar cuáles son los méritos que le ven e a este realizador.
Otra mimada de la crítica es la alemana Angela Schanelec, a quien incluso algunos consideran la mejor realizadora alemana actual (yo vuelvo a pedirle perdón a Christian Petzold). Sus primeras películas me resultaban algo intelectuales, aunque no exentas de atractivos, pero su último trabajo Music, en el que una serie de personajes deambulan arrastrando conflictos presuntamente importantes, la encontré, como su película anterior, definitivamente impenetrable.
Night Walk, del coreano Sohn-Koo-yong, apreciada por algunos colegas, es una suerte de sub James Benning literario, en el que el realizador filma una serie de planos fijos sin sonido mostrando aspectos de Seul por la noche mientras que aparecen como subtítulos algunos poemas elementales y reiterativos. Puede que a esta altura de la carrera uno encuentre pocas cosas que lo sorprendan, pero seguramente este film no será una de ellas.
Bertrand Bonello es un realizador también muy considerado por gran parte de la crítica. He visto varias de sus películas y ninguna me resulta satisfactoria. La Bestia, su último trabajo, no es la excepción. Como siempre en sus films, aquí se fusionan elementos realistas y de ciencia ficción, pero mi escasa afinidad con los universos que presenta provoca que me cueste mucho entrar en ellos. Aquí ofrece un relato bastante confuso del que sí se puede rescatar la siempre bienvenida presencia de Léa Seydoux.
La apertura del festival fue con la versión restaurada de Hombre de la esquina rosada (1962), notable película de René Mugica, adaptando un cuento de Jorge Luis Borges. Ambientada en 1910, durante los festejos del Centenario de la Independencia y con un baile como lugar privilegiado de la acción, está centrada en la salida de la cárcel de un hombre indultado que, de manera fortuita, mata a un sujeto que era uno de los responsables de la condena de un compañero de prisión. Varias de las obsesiones borgeanas (el coraje, la venganza, el destino trágico) se dan cita en este relato de gran concisión (dura apenas 70 minutos), que cuenta con una formidable ambientación, un gran trabajo de iluminación, una excelente utilización de la música y una potente interpretación de Francisco Petrone. Un gran comienzo del festival.
Hubo un foco de cine georgiano con tres películas, de la que vi Great Green Valley (1967) de Merab Kokochashvili, un relato en el que un campesino que vive con su esposa, su hijo y una amiga en un marco de paz y tranquilidad, las que se ven alteradas cuando se descubre petróleo en la zona y se instalan máquinas para extraerlo. Un film que escapa a los postulados del realismo socialista y ofrece una mirada poco conformista (la película tuvo problemas con la censura) y que tiene el esplendor visual característicos de los films de esas lejanas zonas cercanas a Rusia.
Se presentó una película de Ousmane Sembene, el realizador senegalés considerado el padre del cine africano, quien rodó el primer largometraje de ese continente. En este caso se vio El giro (1968), ambientada en Dakar, ciudad natal del director, en la que se narra las dificultades a las que debe enfrentarse un hombre ante la burocracia, los aprietes de los nuevos ricos del lugar y la codicia de algunos vecinos, Un relato que a muchos les puede parecer elemental, pero que es un crudo testimonio de la vida cotidiana en África en esos tiempos.
La española Ana Mariscal es conocida por su prolífica carrera como actriz, pero también ha sido escritora, guionista y directora, una labor que recién en los últimos tiempos ha sido destacada. Dentro de este rubro se exhibieron en Mar del Plata dos trabajos suyos. Segundo López, aventurero urbano (1953) es su primera película, de la que también fue guionista y está centrada en un campesino generoso y bonachón que, con algunos ahorros, decide ir a conocer la capital. Allí se relacionará con un muchacho de la calle, que será su compañero de andanzas y parará en una pensión en la que conocerá a una muchacha enferma. Claros ecos del neorrealismo se detectan en el film que, sin embargo, trasmite una sensibilidad muy española y en su tramo final produce un giro dramático que de ningún modo afecta al relato. La película fue ignorada en su estreno pero hoy se la puede reconocer como un muy interesante debut. La otra película de Ana Matuscal que se exhibió fue El camino (1963) que está considerado como su mejor trabajo. Ambientada en un pequeño poblado español, relata los intentos de un muchacho por escapar del clima rutinario y sin horizontes del lugar. Si bien este es el protagonista del film, el tratamiento es el de una película coral, con una atractiva galería de personajes y en la que se deslizan oblicuas referencias al régimen imperante en esos años. Dos valiosos descubrimientos.
Hubo en el festival vatios títulos nacionales que suscitaron mi atención y a ellos paso a referirme sucintamente. La cordobesa María Aparicio es, posiblemente, la aparición más interesante dentro de nuestro cine en los últimos años. Con dos películas anteriores. Las calles y Sobre las nubes de gran nivel, sobre todo la segunda, presentó ahora su tercer film, Las cosas indefinidas. La película comienza con un velorio, que luego nos enteramos es el de un director de cine, amigo de la protagonista, la montajista de un film sobre la ceguera. Aquella situación la pone en estado de crisis y dudas permanentes sobre las que conversa con su colaborador (que a su vez es el montajista del film que estamos viendo). Sin recurrir al didactismo y con diálogos alejados de cualquier atisbo de pedantería, Aparicio ofrece un film en el que se reflexiona sobre el cine, la amistad, el duelo y algunos ítems más. Un trabajo que confirma el talento y la inteligencia de esta directora, quien además rescata la música del hoy olvidado cantautor cordobés Miguel Saravia.
Paula Hernández ha desarrollado a lo largo del tiempo una obra que ha ido creciendo en consistencia y solidez. En este caso, adaptando una exitosa novela de Selva Almada, narra la dificultosa relación entre una muchacha (Almudena González, una revelación) y su padre, un cura de ribetes cercanos al fanatismo. Un accidente inesperado da lugar a que afloren varias de las tensiones acumuladas, colocando a cada uno de los personajes enfrentados a nuevos desafíos, en un film que va construyendo su trama con sutileza y sin apelar en ningún momento a golpes bajos.
Germán Scelso es una rara avis dentro del cine argentino. Hijo de un guerrillero desaparecido, con una obra en la que la relación con su familia tiene gran peso (en una de sus películas la protagonista es su abuela), aquí desarrolla un proyecto poco esperable. Su padre fue uno de los secuestradores de un empresario y el día de su liberación en un operativo del ejército, fue aquel quien ese día se convirtió en un desaparecido. Scelso decide años después entrevistar al hijo y los nietos del empresario, transformando al film en uno de los proyectos más riesgosos y originales del cine nacional de los últimos años. Un trabajo polémico, de una gran incorrección política, pero que confirma a Germán Scelso como uno de los secretos mejor guardados del cine nacional.
Aunque La mujer hormiga está firmada por Betiana Cappato y Adrián Suárez, es muy probable la injerencia de Iván Fund en el film (es productor, montajista y asistente de dirección). En la vida aparentemente tranquila (¿resignada?) de Virginia con su marido y su hijo, la llegada de su hermana provoca una auténtica conmoción. En un film que escamotea datos permanentemente (la única referencia concreta es un accidente en el que una de las hermanas perdió una pierna), importa más lo sugerido que lo explicitado, y los climas, por momentos angustiantes que se crean a partir de aquella ausencia de datos precisos. Un film de atmósferas y silencios que gustará a algunos e irritará a otros tantos y que hasta se permite dejar cosas sin explicación (vg.el final).
Ariel Rotter había conseguido con La luz incidente una película notable y si bien Un pájaro azul no llega a las cimas de aquel film, muestra a un realizador consolidado. La película está centrada en las desventuras de un matrimonio ante la imposibilidad de tener un hijo. Un hecho inesperado provoca la crisis de la pareja, a lo que se suman los problemas del hombre en su trabajo, Un melodrama asordinado, potenciado por una convincente narración y una muy buena labor actoral entre, los que se destacan la de Alfonso Tort y, en un excelente secundario, Susana Pampín como la amenazante responsable de Recursos Humanos del trabajo del protagonista.
Lisandro Alonso, actualmente alejado del país, está recorriendo una trayectoria en el circuito internacional desde hace tiempo. Eureka presenta un corto inicial (bah, un western) y tres relatos ambientados en distintos espacios en un film que en varios momentos muestra el talento del realizador pero que en conjunto se hace demasiado disperso y estirado y con algunas situaciones bastantes confusas. De hecho, en la presentación del film, Alonso se jactó de que los espectadores no iban a entender nada. Una película que, en alguna medida, es un paso atrás dentro de la obra de Lisandro Alonso.
En lo que respecta cine latinoamericano me interesó Los colonos, la ópera prima del chileno Felipe Gálvez cuya acción trascurre a principios del siglo pasado, en los desiertos del sur de ese país. Un terrateniente español contrata a mercenarios para que aniquilen a los indígenas ante cualquier negativa de entregar sus tierras. Film extremadamente seco y violento acerca de la matanza de aborígenes en Chile, que en su tramo final, ambientado años después, muestra las trapisondas de los políticos para seguir despojando a los legítimos dueños de sus tierras. Interesante debut de este realizador.
Dentro del panorama internacional, La chimera, de Alice Rohnwacher, que venía precedida de muy elogiosos comentarios, tiene como protagonista a un hombre que, reciés salido de la cárcel, se une a un grupo de saqueadores de tumbas para rescatar objetos valiosos y venderlos. El film, en algunos tramos, rescata la mejor tradición de la comedia italiana, con su galería de personajes atractivos, pero en otros se vuelve reiterativo y con ostensibles caídas de ritmo. A rescatar, el excelente uso de la música y el carisma de la para mi desconocida Carol Duarte.
Desde hace años el cine rumano depara atractivas sorpresas, no solo a través de sus realizadores consagrados sino también de la obra de noveles autores. Radu Jude, con una filmografía consistente, pertenece al primer grupo y aquí presentó Do Not Expect Too Much From the End of the World, su última película. Una mujer, ayudante de producción, recorre Bucarest y zonas aledañas recogiendo testimonios sobre seguridad laboral en una especie de road movie urbano en tono de comedia negra. El film dura 160 minutos pero curiosamente, su núcleo central es el plano fijo final de más de media hora de duración que sintetiza toda la película, convirtiendo en incensarios algunos pasajes anteriores. De todos modos, un film que ratifica el talento de Radu Jude.
Y cerramos este somero balance refiriéndonos a Fallen Leaves, la última película del finlandés Aki Kaurismäki. Una vez más el director, sin dejar de señalar el contexto sombrío de su país, se aproxima a personajes tan solitarios como melancólicos: un alcohólico sin trabajo y la empleada de un supermercado que, de manera casi fortuita, comienzan una relación amorosa Lo que sorprende es la capacidad del director para captar en profundidad las relaciones humanas a través de un relato de una simplicidad apabullante. El cariño del director hacia sus personajes es innegable, lo que recuerda a Jean Renoir y, en este film en particular, está presente la figura de Chaplin, no solo a través del nombre de un perro sino también en el final, un claro homenaje a la conclusión de Tiempos modernos. La gran película del festival que ratifica a Aki Kaurismäki como uno de los más importantes realizadores del cine actual.
Una edición del festival de Mar del Plata complicada por muchos problemas presupuestarios pero que, sin embargo, estuvo por encima de las expectativas despertadas.
Jorge García / Copyleft 2023
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