VIDA DE IMÁGENES
Entre las excentricidades del nuevo mandatario, hay una que ha adquirido cierto énfasis por su obligada exposición, ya no solo televisiva, sino fotográfica. En la televisión se engaña de muchas maneras, aún más en el retrato fotográfico. En verdad, la obsesión por rejuvenecer del mandatario no lo distingue especialmente, como sí pasa con otros gustos misteriosos que son propios de un copyright ontológico. ¿Por qué?
La práctica más universal de nuestro tiempo pasa por hacer autorretratos trabajando sobre un perfeccionamiento imaginario del semblante hasta que la imagen final resulte la ideal. Ser sin una imagen es no ser del todo, el imperativo estético que guía la corrección de la propia imagen es dar con la imagen del ser. Por esa razón, a nadie le inquieta la distancia que existe en el presidente real y la imagen que se publica en cada ocasión. Cuando se empezó a fotografiar a las personas, y más todavía cuando se las filmó, no existía el control sobre lo que el objetivo capturaba del rostro. Verse filmado era aceptar algo de sí que se desconocía por completo.
En los últimos años, ha sucedido algo que es un giro perverso de aquella vieja sensación de extrañeza que consistía en reconocer lo impropio en el propio rostro. La famosa periodista y ensayista Naomi Klein, en su último libro, Doppelganger (2023), se dedica a examinar el lugar que tiene la imagen en la composición de la volátil identidad contemporánea. Una mujer que se le parece y se llama Naomi Wolf, también periodista, aunque no ensayista, aprovecha su parecido para comunicar ideas que representan el arco ideológico opuesto al de Klein. Wolf sintetiza el pensamiento reaccionario global en boga. Desconfió de las vacunas, puso en duda la validez epistemológica del COVID y festejó los triunfos recientes de los líderes de derecha. Klein, en cambio, erigió su reputación como gran observadora crítica de las mutaciones del capitalismo del siglo en curso y sus efectos deletéreos.
La confusión entre las dos Naomi es apenas un indicio menor de la experiencia nada trivial de confundir una imagen con lo real o simplemente creer que lo real es la imagen. En Another Body, de Sophie Compton y Reuben Hamlyn, una joven estudiante de ingeniería es advertida por un amigo de que en una página de pornografía se publican videos íntimos de ella. Al ingresar al link confirma efectivamente que no es ella pero que su cara está injertada digitalmente en otro cuerpo. Lo que se revela es la cantidad de casos simulares al suyo, como también el concomitante vacío legal que rodea a la pornografía que se realiza con Deepfake.
Con ese mismo programa, Alexander Sokurov resucitó a Cristo, Hitler, Mussolini, Churchill y Stalin en una comedia ominosa llamada Cuento de hadas en la que los mencionados esperan en el limbo la admisión al cielo. En la de Sokurov la imagen es deliberadamente inverosímil, como si fuera un sueño. En Another Body, todo es una pesadilla; la más inquietante nace a partir de una confesión de la protagonista: la cara que vemos tampoco es la suya.
*Publicado en Revista Número Cero en el mes de diciembre.
Roger Koza / Copyleft 2023
Acabo de leer, y comentar, el gran articulo de Prividera y encuentro la posibilidad de un dialogo entre este y aquel. ¿Que sentido tiene preguntarae por la necesidad de «un neorealismo» cinematografico en un contexto como el descrito por Roger? No porque no crea que exista la posibilidad de efectivamente plasmar «un neorrealismo» sino por las condiciones y la naturaleza del mismo. ¿No será hora de replantear el concepto, si es que sigue siendo válido, alivianando el peso que la tradición todavía conserva? Saludos y gracias
Ni bien pueda, y no será pronto, te respondo. Estoy sin un minuto libre hasta el 3 de enero. De todos modos, te dejo acá una conferencia que di en el que me parece responder un poco a lo que me preguntás.
Acá: https://www.youtube.com/watch?v=H2Tx9fP7mqQ&t=1662s
De la cara ultra recauchutada de la señora no hubo ni hay nada para decir. Ni que hablar de sus «excentricidades»: insultos a todo el que la criticaba, voluntad de poder ilimitada, enriquecimiento ilícito… Pero claro, es una «líder» «nacional y popular», por lo tanto es maravillosa.
Qué tristeza es ver cómo la ideología infecta la mente de personas que uno tanto respeta en otros ámbitos.
Estimado RB: Antes que nada, la asimetría habitual: no sé a quién le hablo, usted sí, pero igual contestaré.
1.
No defiendo películas porque son cordobesas (y no sé por qué en este texto se refiere a eso); en líneas generales, elijo escribir sobre las películas que se hacen en Córdoba que me han gustado o me parecieron buenas. Cuando he tenido que escribir en contra, porque elegí o me asignaron una película, lo hice y escribí lo que pensé exactamente según el caso. En una ocasión, por ejemplo, fue sobre el film de una persona que tuve de alumna y quiero mucho. En otro caso, lo hice sobre una película que me pareció terrible por asimilar estéticamente el placer de un violador a través del punto de vista de cámara, entre otras cosas. En este sitio, se puede leer muchas otras críticas desfavorables a películas cordobesas. Para que pueda rastrearlo, ya que los casos que nombré recién tienen varios años, las películas son Nosotras / Ellas y La noche más larga.
2.
No veo ningún lugar en el texto que usted está comentando acá que yo defienda ningún modelo del pasado reciente. El texto es un intento de pensar una mutación que está acaeciendo en la imagen en sí y que tiene consecuencias. Ayer, sin ir más lejos, la vicepresidente empleó un aplicación de inteligencia artificial y eligió mostrarse como una heroína de Marvel, una misteriosa fantasía para una persona adulta y con responsabilidades como las que tiene. (En el pasado, ya que estamos, durante el gobierno de Axel Kicilof, escribí un texto similar y crítico, como el que está usted comentado, sobre el ministro de seguridad que tenía el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Búsquelo, si tiene ganas; se trataba de una especie de tráiler con la que intentaba explicar su política de represión; lo que me interesó fue constatar la expresión de un imaginario en la retórica más conservadora del cine de Hollywood).
3.
A diferencia de usted, yo trato de evitar el insulto, lo que no quiere decir que la ironía y la injuria trabajadas en el discurso me resulten impropios. Son herramientas retóricas legítimas, y en esto me remito al arte de la injuria de J.L. Borges (más allá de la distancia sideral entre ese genio de la lengua y mi persona). De Cristina Fernández, solamente le diré lo siguiente: nunca me ha gustado que los que gobiernen sean millonarios. Hubo políticas de su gobierno que me parecieron acertadas, otras no. Hubo discursos suyos que me parecieron notables, hubo cosas que dijo, a lo largo de su carrera, que me parecieron inapropiadas. Le anticipo que no participaré en ningún tipo de discusión sobre el kirchernismo y el odio al peronismo. Nunca llamé gorila a nadie, por otro lado. Pero en ese ring no existe el Logos, por ende, nada tengo que decir.
4.
A diferencia de usted, lo nacional y lo popular no me parecen ninguna aberración; hay modos de pensar y ejercitar esos sustantivos que implican una forma de política y acción. Quien mejor representa mi parecer sobre estos temas (y, seguramente, a usted, le debe parecer todavía peor que lo ya decía en su comentario) es Juan Grabois; me ha sorprendido en distintas entrevistas que vi antes de darle el voto en las PASO. (Como verá, no tengo ningún problema de decirle qué pienso y cómo lo pienso).
5.
Ideologizado. Siempre he escrito sin esconderme en mis juicios estéticos y políticos. Sin excepción, he intentado razonar lo que pienso y cómo lo pienso; he intentado ser preciso y claro. Siempre, además, estoy dispuesto a pensar en contra de mis creencias más queridas. Mi formación filosófica me lleva a eso; en mi caso, la lectura de Richard Rorty, en su momento, fue clave, y lo sigue siendo. El concepto de ironista liberal pergeñado por él en Contingencia, ironía y solidaridad fue decisivo a la hora de trabajar mi relación sobre mis creencias. Mis diferencias con ese pensador las tuve y las tengo, pero tener dudas constantes sobre mis creencias base lo he tomado al pie de la letra. Según él, un ironista liberal es aquel que tiene dudas sobre las creencias de sustentación de su propia identidad. Añado algo más: Rorty decía que un liberal es aquel que no elige la crueldad. En eso, yo también subscribo esa dictamen. Así vivo yo, así pienso, así trato de actuar.
Vuelvo a decirle algo: si usted lee lo que he escrito en los últimos 30 años de carrera, constatará una posición política sin grandes cambios de fondo. Soy lo que el actual presidente descalifica llamando zurdo.
6.
Sobre la actualidad: lo que está pasando en Argentina es gravísimo. Macri es un responsable mayor de lo que pasa, y asimismo lo es Alberto Fernández. No creo que el problema esté en los últimos 20 años. Lo que sucedió con la estructura económica del país desde 1976 en adelante afecta y sigue afectando la estabilidad. Pero tampoco es todo. El mundo en el que vivimos tiene una complejidad mayor. Mi mayor preocupación actual reside en la disociación de la democracia respecto del capitalismo. O, dicho de otro modo, el sistema económico mundial ya no necesita de la democracia liberal como suplemento simbólico de su funcionamiento. He estado en China en tres ocasiones y pude constatar esa disociación. Lo que más me preocupa de nuestro país es el debilitamiento de la democracia, el descrédito del sistema y la intensificación de una metafísica difusa que apenas se entrevé en los gestos y actos del presidente. En este texto, me limité a señalar un rasgo. Lejos estoy yo de descalificarlo por eso; es algo que hace.
7.
La ideología no es una infección, es un sistema de lectura del mundo y de uno mismo. Cuando más se puede pensar desde dónde uno vive y mira, menos le molesta lo que piensan otros y más aún se puede estar abierto al cambio y a la crisis sobre uno mismo y sus pareceres. Solamente tuve una crisis absoluta en mi matriz de pensamiento: fue en 1992. Fue doloroso ver derrumbarse un edificio conceptual en mi interior, pero fue muy vitalizante verme vivir con menos certezas y dispuesto a que la palabra ajena me descentre y me ponga a prueba.
8.
Yo leo todo tipo de publicación. Leo semanalmente The Economist, leo trimestralmente el New Left Review. Prescindo, sí, de los que mienten y operan. Piense lo que quiera de este sitio, pero acá se escribe intentando estar lo menos lejos posible de la verdad. No la mía, no la suya, la verdad, que no es de nadie.
Espero que esté bien y siempre será recibido con respeto en este sitio. Diga lo que diga de mí o de lo que acá se publique. Créame. Pensar junto con los que no piensan como usted poco tiene de infeccioso.
R
Estás demasiado ideologizado Roger. Así como te empecinás en defender un modelo que nos viene empobreciendo hace 20 años (¿o tambien vas a decir que es culpa de los 4 años del inepto de Macri?), defendés películas sólo porque los directores son cordobeses o salieron de una villa.
Hace semanas que me vengo cuestionando seguir leyendo este blog y creo que ahora sí es el momento de abandonarlo; éste y el de tantos otros periodistas/analistas/críticos/ etc. que quieren tapar el sol con la mano porque evidentemente la mayor parte de sus ingresos los perciben en moneda extranjera.
No había reparado en su último párrafo sobre mis ingresos. No tengo que darle ni a usted ni a nadie explicaciones. Pero aprovecho para decirle lo siguiente: yo trabajo muchísimo, y no tiene ni idea de la vida que yo hago. Lo que cobro en el extranjero es siempre menos de lo que cobra cualquier europeo haciendo lo mismo que yo. No podría vivir de ese dinero. En Argentina, hago de todo. Puedo pagar la vida de mi hija y la mía. No tengo herencia, no tengo ninguna propiedad a mi nombre. Tengo un auto hecho pelota, y tiene 20 años. He vivido con holgura, eso sí, los años precedentes, a fuerza de trabajo, y no sé cómo será en este 2024. Me pregunto con qué derecho me pregunta estas cosas. No importa. No tengo problema alguno de responder lo que sea. Hasta acá, RB.