CINE CONTRA ESPECTÁCULO / JEAN-LOUIS COMOLLI
LA SUJECIÓN INDISCRETA
Por Roger Koza
Un caso extraño: se acaba de estrenar la tercera película de Ana Katz, Los Marziano (título que remite a cierta tradición televisiva asociada al costumbrismo), interpretada por actores que pertenecen más al reino de la pantalla chica que al universo del cine. La seducción de la propuesta es evidente: una comedia, Francella, el fantasma de Campanella y el Oscar. Sucede que el filme es un caballo de Troya. Sus prendas indican espectáculo, pero al desnudo Los Marziano es otra cosa. Sus planos son lentos (sus travellings tienen la velocidad de un caracol), sus encuadres extraños (planos generales, planos en picado), su relato inconcluso (la elipsis es una regla). Este formidable filme sobre la irracionalidad del enojo entre seres queridos irrita al público. No muy lejos de los perros de Pavlov, el espectador se siente estafado, pues “no tiene final”, “es lenta”, “no pasa nada”, “no explica la pelea entre los hermanos”.
Tal descripción sintetiza en clave popular la compleja tesis que el crítico Jean-Louis Comolli despliega a lo largo de su libro Cine contra espectáculo, dividido en cinco capítulos de reciente publicación, y seguido por seis artículos de la década del ’70, la época roja de la mítica revista Cahiers du Cinéma, bajo el título Técnica e ideología. Ambos libros son textos de combate. El enemigo es el mismo de antaño y tiene un nombre preciso, espectáculo, aunque no se trata de un sujeto definido, ni singular, ni colectivo.
En efecto, el espectáculo y sus dispositivos, adversario difuso pero deletéreo, al menos para Comolli, constituye una práctica política concomitante al capitalismo. La política es espectáculo y viceversa, como anunció el profeta Guy Debord hace 40 años. En efecto: todo es imagen, todo es mercancía, y los modos de representación y venta proponen una velocidad y una textura de la imagen, en consonancia con un trabajo sonoro que se traduce en formas audiovisuales. Se trata de un sistema de modulación (falsamente) universal en el que se yuxtapone la televisión, la publicidad y el cine, y en donde aprendemos incluso a “amar la alienación misma”. Destituir la servidumbre audiovisual y su goce correspondiente implica pensar la forma (cinematográfica). Dice Comolli: “Esta lucha debe hacerse contra las formas mismas que el espectáculo pone en acción para dominar. La lucha de las formas se oculta en la mayor parte de las formas de lucha”.
Comolli parece ser un sobreviviente radicalizado de un orden simbólico pretérito, un testigo de otro tiempo, acaso un nostálgico trasnochado, que cree que el cine aún puede emancipar a sus fieles, o, mucho mejor, construir un espectador crítico, no sólo del cine que ve sino de las prácticas que el cine hace visibles. Los grandes maestros de siempre (Ford, los Straub, Kiarostami, Godard) han enseñado a mirar y a escuchar; sus películas funcionan como una pedagogía de la percepción.
Al asumir tal posicionamiento, Comolli habrá de revisar conceptos clave. Dilucidar cómo opera el cine respecto de lo real es su primer objetivo. Mundo e imagen no son ontológicamente equivalentes. El cine pone en marcha una mediación entre lo real y lo representado, pero ese procedimiento queda borrado en el resultado que vemos. De ahí en adelante, Comolli fijará su atención en el relato, los encuadres, el fuera de campo, el lugar del documental, la historia política de los avances técnicos del cine.
Si en Técnica e ideología Comolli analizaba a fondo la profundidad de campo, décadas después su interés pasa por pensar la naturalización y mercantilización de los jump-cuts, una modalidad de corte (y montaje) explorada como nadie por Godard, que insólitamente será luego incautada por la lógica televisiva, lo que da lugar a lo que el autor denomina una estética de la abreviación.
El viejo crítico de los Cahiers no cederá a la tentación de formular un elogio de la lentitud. Más bien preferirá pensar y dejar el encomio a quienes se conforman con el deleite estético. La duración de un plano es políticamente inofensiva, si no se piensa su correlato extracinematográfico. Dice Comolli: “El tiempo del filme remite al tiempo del espectador que remite al tiempo conocido fuera de las salas cinematográficas… Por eso la cuestión de las duraciones es directamente política. La guerra está en el tiempo”.
Cine contra espectáculo seguido de Técnica e ideología (1971-1972) / Jean-Louis Comolli, Manantial, 268 páginas
Esta crítica fue publicada por la Revista Ciudad X en el mes de mayo 2011
Roger Koza / Copyleft 2011
esta nota parece aclarar un poco el error en el que venís incurriendo, a saber, darle el mismo tratamiento a películas hollywodenses deudoras de la tradición circense (el espectáculo por el espectáculo mismo, entretenimiento puro) como la de Matthew McConaughey, bajandoles el dedo; cuando en realidad, como sucede con Un detective suelto, Black rain, las 1º duro de matar, etc etc etc…. son películas bastante entretenidas y que logran instantaneamente dejarnos el cerebro en blanco por un buen rato, cosa que tantos siglos les llevó a los orientales con la meditación, etc…
P/D estas meando afuera del tarro.
lo que quiero decir es que uds. han conformado una suerte de corpus pseudo filosófico, aunque mas basado en el canon que vienen armando tipos como Rosembaun, Adrian Martin y los textos de la nouvelle vague, que es completamente inútil para las denominadas «movies» de entrtenimiento masivo. Dá la impresión de que solo van al cine a pensar o a sufrir o con veinte pijas en el culo. Lo que no quiere decir que se anden chupando la pija entre uds o que sean una secta hermetica gay o alguna tontería por el estilo. Pero lo que si pùedo afirmar es que estan meando fuera del tarro.
P/D: Ya me parecía cuando incluyeron el bodrio frances ese de Los amantes, del esposo de Nico, entra las 10 grandes películas de la década pasada. Snobismo y amiguismo cannino.
Cyril:
Si te entiendo, sugerís que se vean películas de entretenimiento tan solo como eso, al margen de indagaciones y miradas pensantes.
Yo a veces siento que la mirada del crítico encapsula y genera un ethos que deja fuera percepciones igualmente válidas, incluso, es cierto, hay cierta metafísica del cine como apoyatura no concluida.
Pero no se puede negar al “espectáculo” pensado como modo de domesticación. Y ahí, una mirada como la de Comolli o Debord, una crítica política del cine, es necesaria. Es imprescindible.
“Se trata de un sistema de modulación (falsamente) universal en el que se yuxtapone la televisión, la publicidad y el cine, y en donde aprendemos incluso a “amar la alienación misma”. Destituir la servidumbre audiovisual y su goce correspondiente implica pensar la forma (cinematográfica).” Es así.
Y es justamente en ese cine, con la libertad que otorga el entretenimiento, que se pergeñan superproducciones donde bajar líneas difusas pero consistentes alineadas con el capitalismo, salvo alguna que otra excepción (Avatar). Es decir: allí precisamente hay que pensar el cine, desmantelar sus dispositivos de captura, seducción y posicionamiento.
Esas dos horas de «mente en blanco», no lo son. El cerebro es conducido de una manera muy activa y nada inocente.
Si te escuchan los orientales que meditan…, no pasa nada.
Saludos.
Cyril:
1. No es un error, sí una mirada distinta a la tuya. No obstante una aclaración: creo en el mero placer cinematográfico. Duro de matar, y todas las películas de la serie, casi te diría sin dudarlo, me parecen válidas, películas que defendería como puedo hacerlo con un film de Garrel, Costa y Jia. McTiernan, responsable de varias Die Hard, me parece un director genial. Soy amante del cine de Joe Dante, De Palma siempre me encanta, y podría darte más nombres y títulos del cine hollywodense contemporáneo. No sé, un film con Bill Murray y Owen Wilson ya me resultan un must sin verlo.
2. Pero comparto, además, lo que dice Edgard, más arriba. No creo que uno quede con la mente en blanco viendo Shrek, Igualita a mí, Rápido y furioso (la primera y la última, lo aclaro, me gustan). Todo lo contrario. Una cosa es un film de Michael Bay y otra es la serie de X-Men. La última, por ejemplo, me parece una película muy interesante.
3. Los orientales… ¿Quiénes son? En el imaginario occidental, los orientales son un bloque de sabios, iluminados que piensa más allá de la racionalidad. Un despropósito, un prejuicio evidente. El silencio del Vipassana no es lo mismo que el silencio y la detención de la corriente de asociaciones de una meditación Zen, o de una experiencia flotante en savasana durante una sesión de Hatha Yoga. Por otra parte, la supuesta neutralidad sin sujeto de la filosofía del zen, por ejemplo, no es del todo inmune a la ideología. Sin yo no significa necesariamente sin ideología. Basta leer el libro Zen at War, de Bryan Victoria, un libro escrito por un monje practicante, para desarticular esta valoración sobre el vacío de la mente oriental. Allí, Victoria muestra cómo el zen puede ser aplicado al militarismo, algo que el maestro D.T. Suzuki, quien popularizó el Zen en occidente, fue un baluarte. Hay otros libros, si es que te interesan, pero este lapidario al respecto.
4. Sobre el canon: Martin defiende tanto a Garrel como a películas coreanas y japonesas clase z, delirantes y lúdicas; Rosenbaum, por otra parte, puede apostar por Albert Brooks como por Bela Tarr. Tu acusación de ser una banda que ejercita el goce (lacaniano) para ver las películas me resulta divertida. Pero, lamentablemente, no es así. Pensar es para nosotros un placer. No disociamos el placer de la dificultad, pero tampoco rechazamos los momentos en donde nada se exigen de nuestra mirada.
Saludos.
Punto 3.
Dejame armarlo un poco. Después lo subo.
«… la supuesta neutralidad sin sujeto de la filosofía del zen, por ejemplo, no es del todo inmune a la ideología.»
Habrase visto.
Edgar: no se cuanto te dejarás influenciar vos por una película y hasta que punto eso influye en tu comportamiento. Tal vez te lleve hacia el quietismo «zen».
KOza: sobre el punto 2: creo que como sucede con los espectáculos de magia, una vez que sabemos el secreto… es decir una vez que sabemos que todas estas películas de género filtran una ideología media nefasta, listo. Ya las podemos mirar tranquilos. Creo jaja!
Y dice Connolly : «Decir que debemos liberarnos del yo no es una respuesta: las religiones como el budismo o el cristianismo son estratagemas desesperadas nacidas del fracaso….», es como pedirle a un pájaro que se corte un ala. (pag 18 de La tumba sin sosiego)
El taoísmo es una conciliación monista del ser humano con lo inhumano, inactiva armonía con el universo. A cambio de esta adaptación el taoísta resuelve su conflicto y adquiere una sensación de poderío y de calma, que se resiste a perturbar. Su quietismo es afín a Zenón, Epicuro y San Juan de la cruz, pero se halla peligrosamente expuesto a la corrupción del laisser-aller.
Y creo que el error suele ser que solapadamente le endilgas defectos a una película como The Lincoln Lawyer, que en principio son sus virtudes, como acá :
«Lo que importa es sostener un relato dinámico sin dejar de sorprender al espectador.»
Mecanismos que muchas veces son intrínsecos al género «películas de abogados» o películas de acción…
Cyril:
1. No sé si es tan sencillo, y no estoy del todo seguro que los efectos de las películas sea tan dóciles y proclives a ser conjurados.
2. Descreo un poco de las lecturas sobre el Taoísmo en general, y la recepción en nuestro orden simbólico. Siempre he creído que para tener una aproximación más certera sobre las filosofías de oriente habría que empezar por aprender chino, sánscrito, japonés. Naturalmente, por curiosidad se puede leer y tratar de entender, pero hay algo del orden de lo inconmensurable. La lectura de Lao Tze en español me resulta como si un taiwanés estuviese viendo un film de Tarantino sin subtítulos. Suena exagerado, quizás, pero mi tesis es sólida: la inconmensurabilidad lingüística e histórica es un obstáculo mayor, casi esencial.
3. The Lincoln Lawyer es un film mecánico; su dinámica narrativa es automática, y todo fluye como una canilla abierta. Agua al pedo. Y es una pena, porque hay algo interesante en su trama. Hay muchas películas de abogados, y es un género apasionante. Exponentes como 12 hombres en pugna y Sala 10, Instancias de audiencia son películas geniales en el género.
Saludos.
RK
1. me parece que los críticos de cine y los sociólogos etc, han inflado un poco el globo de los efectos de los mass media para alimentar su propio curro.
2. Bueno si te ponés así, no hablamos mas de taoísmo. La verdad que me importa un choto (*). Lo cité a Connolly por que es el libro que estoy hojeando y venía un poco a cuento… a partir del efecto Tío Boomee. Y tensando aún mas la cuerda tu posición acerca de la aporía de la traducción no puede culminar en otra cosa que el solipsismo humptydumptynesco, o bien en dirección hacia la ñoña pretención jakobsoniana del comunismo lingüístico.
3. creo que el antecedente de The Linciln Lawyer sería TRue Believer
http://www.imdb.com/title/tt0098524/
(*)http://www.asihablamos.com/word/palabra/Choto.php
Cyril:
Hace 50 años ya que Fromm planteó que la quinética externa no implica necesariamente una dinámica interna. La quietud del Zen favorece el único movimiento real, no síquico, no neurótico, el de la totalidad a través del vacío. Desde ellos: ser sin estar, desde nosotros: estar sin ser.
Rogerito:
Es notable de qué manera las diferencias de legitimación se convierten en diferencias de percepción. O, dicho a la inversa, que resulta lo mismo: como el horizonte de lo percibido se encuentra constreñido “en primer término” por lo que se legitima como real.
Decís:
“La lectura de Lao Tze en español me resulta como si un taiwanés estuviese viendo un film de Tarantino sin subtítulos. Suena exagerado, quizás, pero mi tesis es sólida: la inconmensurabilidad lingüística e histórica es un obstáculo mayor, casi esencial.”
Estás dando por sentado un vínculo a través del lenguaje entre el indagador y su fuente. Posible, pero penoso. Probable, pero poblado de contingencias
(“… para tener una aproximación más certera sobre las filosofías de oriente habría que empezar por aprender chino, sánscrito, japonés.)
Lo estás pensando, y necesito que adviertas esto, como “único” acceso y único nexo con estas religiones-no teístas (entendiendo religión como búsqueda de lo supremo), nunca filosofías.
Sin embargo, olvidás pensarlas desde el lugar en que ellas “requieren” ser pensadas. Esto es: la aceptación de un Absoluto y de la tensión inmanente hacia el Absoluto en todo y cualquier individuo que habite el planeta. Incluido el taiwanés.
¿De qué lenguaje hablás si el misterio de fuera y el de dentro son el mismo, y solo esperan una chispa, un resonar, un cachetazo que los reconecte?
Desde allí, pero solo desde allí, se comprende que Buda, Lao Tze o el maestro Zen intenten revelar lo incomunicable, porque lo incomunicable “es” en nosotros. Para vos, claro, un trip cercano a la mezcalina. Pero ese es el límite de un entendimiento racional.
La clave de Oriente es la comprensión, no el conocimiento. No es lineal, es un salto. Porque: “está ahí”. Eso que somos: “está ahí”. Con la posibilidad de su redescubrimiento, desde una presencia más cercana a la inocencia de un niño que a la pesadez de un yo consumado.
Pocos temas son tan delicados como este, la posible confluencia de las dos corrientes que han dinamizado a la humanidad: el “no” de la duda y el “sí” de la mística.
Pero, si tenés un insight y le ves la pata a la sota, agarrate porque te van a ningunear. No sos serio. Sos New Age.
El dictum cartesiano impera encabritado en las manos del ego: Pienso, luego: existo, y lo que no puedo pensar: no existe. ¡Qué joder!
Un abrazo en las diferencias.
Aguanten Buda y Cristina.
Jajajajajaj!!!!!!
Koza: que es esto? destapaste la caja de pandora! que garrón tener un amigo asi de moplo! ahora me imagino la causa de que te fueras a vivir a la concha de la lora!
Edgard: la verdad que el quietismo te debe estar engordando el culo y atrofiando el cerebro… «el dictum cartesiano….» andaaaaaaaaaaaaaaa
jajjajj!!…
Siempre pensé, no sé si con razón, que algo flojo en el pensamiento Oriental es la falta de ocurrencias y sentido del humor. Tal vez como la música, que, decía Cioran, es patrimonio casi esclusivo de Occidente.
Un saludo.