HANNA

HANNA

por - Críticas
11 Jun, 2011 02:54 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

LA CAPERUCITA MUTANTE

Hanna, EE.UU., 2011

Dirigida por Joe Wright. Escrita por Seth Lochhead y David Farr.

* Tiene un rasgo redimible

Después de Kick Ass y Temple de acero, llega otra película con una adolescente violenta, ahora capaz de asesinar sin deliberación moral alguna, más allá de su look angelical, en manos de un director que empezó con la adaptación literaria y que ahora prueba suerte con un thriller electrónico discretamente combinado con elementos difusos de los cuentos de hadas

Casi todos los filmes que se estrenan los jueves se parecen entre sí. Un poco de magos y vampiros adolescentes, la infaltable cuota de superhéroes, animales animados karatecas y parlantes, asesinos seriales, abogados y piratas. El bestiario de Hollywood es pluralista, y existe una nueva especie: el adolescente mutante.

Una semana después del estreno de X-Men: Primera Generación, un filme filosóficamente interesante, llega ahora otra criatura mutante llamada Hanna (Saoirse Ronan). Esta Nikita adolescente, una verdadera máquina asesina, pertenece al linaje feminista (reaccionario) que, desde Kill Bill en adelante, promueve un modelo de mujer capaz tanto de cachetear a Mike Tyson como de balear a Jesse James.

En algún páramo perdido de Finlandia, Hanna vive con su padre (Eric Bana). La sugestiva secuencia inicial puede transcurrir tanto en el siglo XXI como en el XIII: la caza de un ciervo y un posterior enfrentamiento cuerpo a cuerpo con un hombre demuestran que Hanna es una especie de Rambo del nuevo milenio, con la diferencia de que habla alemán, árabe, francés, español. Su padre la ha preparado muy bien, aunque su naturaleza genética (modificada por la CIA) aporte un plus.

Por venganza, o por mera arbitrariedad de un guión poco consistente, el padre tocará un botón rojo que dará aviso de su posición. Los muchachos de la CIA no tardarán, comandados por Marissa Wiegler (Cate Blanchett), una despiadada agente que conoce muy bien a los exiliados. Él escapará, y su hija, tras ser atrapada, también.

Como si fuera un videogame interminable, Hanna no dejará de correr, escapar y sortear obstáculos. Su destino: una casa temática sobre los hermanos Grimm en Berlín. Allí la espera su padre, aunque pasará por Marruecos y España, y en el trayecto conocerá el amor familiar (hippie) y el despertar sexual característico de su edad (en clave lésbica), además de escuchar música por primera vez y deslumbrarse ante la luz eléctrica.

Hanna es un filme extraño. Su política opaca es conservadora, su moral ambigua y liberal. Si el tempo musical tecno de los Chemical Brothers le imprime al montaje una lógica de videoclip, Joe Wright (Orgullo y prejuicio y la espantosa El solista), a quien le gusta explorar el espacio cinematográfico, también incluye un plano secuencia en donde Bana sale de una estación de tren, se mete a un subte y despacha a cuatro agentes que lo persiguen, todo en un solo plano elegante y virtuoso.

Por momentos, Hanna se desmarca del thriller lineal y deviene tímidamente en un circular cuento mítico y onírico. Los últimos 20 minutos Hanna parece canalizar a Caperucita Roja. Literalmente, la heroína se adentrará en la boca de un lobo, aunque la abuelita es aquí una arpía trepadora de la CIA sin escrúpulos.

En síntesis: si los personajes mutan es porque los géneros (y el cine en sí) experimentan una mutación. Hoy Caperucita está lista para el combate.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior durante el mes de junio 2011

Roger Koza / Copyleft 2011