PARTIÓ DE MÍ UN BARCO LLEVÁNDOME (02)

PARTIÓ DE MÍ UN BARCO LLEVÁNDOME (02)

por - Críticas
17 Jul, 2024 03:00 | Sin comentarios
La segunda película de Kang confirma su talento y su capacidad para contar dos historias en una.

HOGAR DE PALABRAS

A principios de la década de 1980, muchos coreanos llegaron a Ezeiza. Escapaban de una dictadura y de los efectos de una guerra. La renovada democracia argentina y su inmenso territorio resultaba una esperanza. Cecilia Kang no es la única cineasta nacida en el país y de padres coreanos migrantes. Tiene dos películas en su haber en la que ha intentado filmar la misteriosa intersección entre una forma de ser y otra, entre ser argentina y a la vez coreana, entre vivir en castellano y pensar en el idioma de sus padres. Al mismo tiempo, ¿cómo no hacerlo?, ¿cómo no querer aproximarse a la lengua que modeló la vida de sus progenitores? No se trata de un problema de traducibilidad. La vida en una lengua es también un modo de estar en el mundo. Tal aseveración no es un axioma o una conjetura. Partió de mi un barco llevándome es una demostración.

Todo comienza con un casting. Kang incluye la selección de su protagonista. En verdad, Melanie Chong, la elegida, hace de sí misma, al igual que su mamá y algunas de sus amigas. No es una ficción, sino una escenificación de la vida real de las intérpretes. Madre e hija tienen una tienda de ropa; Melanie estudia teatro; si la protagonista no tuviera los ojos rasgados, nadie podría darse cuenta de que sus padres son coreanos. Sin embargo, hay una escena discretamente gloriosa en la que una posición corporal desdice la hipótesis de la oración precedente. El propio cuerpo habla en un idioma, y el de Melanie, en ese sentido, es bilingüe.

A la calma indagación sobre la identidad, Kang añade un episodio escandaloso de la historia coreana del siglo XX: las denominadas “mujeres del consuelo”. El eufemismo es violento, porque tales mujeres no eran otra cosa que esclavas sexuales de los militares japoneses en la Segunda Guerra Mundial. Las esclavas eran trofeos del machismo castrense imperial; no eran solamente mujeres coreanas; también fueron chinas, filipinas, tailandesas, malayas. Kang elige un testimonio de una de esas mujeres para que Melanie memorice e interprete el texto. Sobre eso sucede algo frente a cámara que es un pequeño milagro dramático. Es posible que así sea porque Melanie ha estudiado con Julio Chávez. En otra escena, muy amorosa, el maestro Chávez y la protagonista mantienen un diálogo. Es otro momento prodigioso. 

A los 40 minutos, Partió de mi un barco llevándome abandona Buenos Aires y se sitúa en Seúl. Kang acopia panorámicas sorprendentes de la ciudad y elige locaciones precisas para entrever un urbanismo disímil al de Buenos Aires. En ese contexto, su hermano, nacido como ella en Buenos Aires, está a punto de casarse con una mujer coreana. Él ha aprendido a reconfigurar su mundo emocional de otro modo, aunque un par de golosinas porteñas de regalo enciende otra memoria emocional, acaso otro modo de sentir que proviene de Argentina.

Si no se sabe que el título remite a un verso de Alejandra Pizarnik, alguien podría pensar que es una construcción ya no defectuosa, sino innovativa, del castellano por parte de un extranjero. El título de la película es acá una cifra: se puede habitar dificultosamente dos mundos cuando la sensibilidad poética palpita en el extranjero y opera como corredor sensible. La intersección nunca es otra cosa que nexo poético entre los signos del mundo y el alma escrita en dos lenguas que se estremece ante él.

Partió de mi un barco llevándome, Argentina-Singapur, 2023

Dirigida por Cecilia Kang. 

Escrita por Virginia Raffo.

*Publicada en La Voz del Interior en el mes de julio.

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