TEMPUS FUGIT
LA ACCIÓN DE PENSAR
“Experimentad, pero no dejéis de tener en cuenta que para experimentar hace falta mucha prudencia. Vivimos en un mundo más bien desagradable, en el que no sólo las personas sino también los poderes establecidos, tienen interés en comunicarnos afectos tristes. La tristeza, los afectos tristes son todos aquellos que disminuyen nuestra potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en esclavos”, conjeturaba Gilles Deleuze, a principios de la década de 1980. Estas ideas (inspiradas en el pensamiento de Spinoza) resumen acaso el motor ético y estético que encendió Luciana Terribili para abordar Tempus fugit, la película que escribió, produjo y filmó durante dieciséis años.
La prudencia, los afectos, la alegría (de pensar, de escribir, de jugar, de “perder el tiempo”) son algunas de las claves de Tempus fugit. Prudencia de la cámara. Afectos que recibe y prodiga Camilo a través de su pensamiento puesto en acto. Alegría como potencia (y prepotencia) vital de un chico que sostiene una enfermedad muscular sentado en una silla eléctrica.
Camilo reside en un barrio de Granada. Desde el balcón de la casa puede contemplar la noche ancha de esa gran ciudad. Se desplaza en su silla con destreza. Entrena y compite en partidos de fútbol, ostentando el 10 en la camiseta. Juega al ajedrez con su padre y con él, también dibuja. Cuida a su hermana menor. Escribe textos en los que vuelca sus dudas, sus aprendizajes, su determinación de pensar el mundo en reversa del status quo: “El color de los ricos es el de los gilipollas”.
Muchas veces me pregunté cómo sería una película antifascista. No una película histórica sobre el fascismo. Sino una película que, sin nombrarlo siquiera, fuera capaz de imaginar o de documentar vidas vivibles exentas de fascismo. “Es un problema muy grande éste: miramos las cosas desde nuestros lentes, precipitadamente, porque pensamos que es el pensamiento correcto”, dice Camilo en una escena y elijo creerque da respuesta a mi incertidumbre.
Es el atardecer: Luis fuma un porro en la penumbra. Ambos reanudan el desafío filosófico y sociológico que parece cimentar un afecto recíproco, irrevocable. Una conversación interminable.
Tempus fugit narra la experiencia familiar y social de Camilo. Los afectos que lo rodean, los estímulos que, acaso su curiosidad incesante, demanda a sus mapadres, maestres y amigues. Se declara agnóstico, así como es consciente de “que en un supermercado uno puede encontrar una muestra precisa de la población en la que se ubica”. El niño que fue y el joven que es “usa” el tiempo en mirar. De hecho, sus ojos en primer plano son recurrentes en el film: es su mirada la que transforma el tiempo homogéneo en duración subjetiva.
La de Luciana Terribili, además, es una película que, a través de sus personajes o de la voz en off de la narradora, piensa en el cine, en la representación visual del tiempo y el movimiento: “Consumimos entretenimiento barato porque sufrimos… Ya nadie tiene el coraje de llorar”.
A lo largo del filme, la cámara se acerca y se aleja de Camilo. Lo sigue de espaldas. Le roba instantes de un perfil, de las manos, de las largas pestañas negras. Lo registra a bordo de su silla. Mirando el monitor de la computadora. “Que el cuerpo de Camilo esté impedido de moverse igual que otras personas no es un dato entre otros, pero no resulta de esa contingencia genética ninguna demanda de piedad. La lástima está conjurada”, escribió Roger Koza en el catálogo del Doc Buenos Aires.
Por el contrario, el dispositivo sincroniza la imagen con algunas de las meditaciones del joven, dando cuenta de la diversidad étnica que le confirió el ritmo flamenco a Granada y la que, en las últimas décadas, se acrecentó con les migrantes africanes. Aunque, en ocasiones, la propia realizadora desestabiliza el equilibrio de su relato para informar, muy sutilmente, el lado oscuro de esa luna rutilante que acompaña a Camilo. Quizás, para no pasar por alto, que el cine es una herramienta eficiente, entre otras cosas, para “afirmar una vida no fascista”.
Tempos fugit, Argentina-España, 2024.
Escrita y dirigida por Luciana Terribili.
María Iribarren / Copyleft 2024
Gracias María, bellísima forma de percibir y decir acerca de los conceptos y las sensaciones que se propone trasmitir Tempus; porque la cosa es difícil cuando miramos desde nuestros (¿?) lentes, como dice Camilo, y sólo vemos lo que nos dijeron que tenemos que ver. Abrazo, Luciana
Hola Luciana. La película que has hecho es sorprendente en muchos aspectos. No podría haber belleza en los ojos del o de la que miran, tampoco en la escritura del o de la que reseñan, si no la hubiera en la pantalla, en las películas.
Somos les críticxs les que agradecemos esas imágenes que nos ponen en riesgo, que hacen temblar nuestra biblioteca. Entonces ahí sí, cuando nos sentamos a escribir tenemos que ser prudentes (nosotres también) para transmitir la propia pasión por la belleza, por el pensamiento, por una vida buena. Contagiar esa pasión, es la razón de mi escritura en una «época» que desprecia esas elecciones.
Gracias por Tempus Fugit Luciana.
Es antojadizo usar la palabra fascismo como sinónimo de intolerancia, ya que esta actitud ha sido parte de regímenes de todo el espectro político. Sin ir más lejos, en este país un emblema de la intolerancia o peor, el desprecio hacia su pueblo es Patricia Bullrich, una ex montonera. Encuentro esa insistencia respecto del fascismo en varios foros de este tipo, como si tal cosa fuera peor que un contexto donde se venden niños y se mata de hambre a los ancianos.
Es cierto; se debe ser cuidadoso. De todos modos, una aclaración. Hay un texto hermoso de Foucault «Introducción a una vida no fascista». María se refiere a algo que yo dije en el contexto del DOC. Y es por ese lado: una forma de vida que no siente placer en afirmar lo que se es a propoósito del denuesto radical de toda forma de identidad diferente en la propia. La fantasía fascista consiste en eliminar potencialmente al otro, porque la identidad es en sí vacía y se consiittuye en oposición intensa respecto de lo que se odia. La intolerancia es apenas una dimensión de otra cosa. Y esa otra cosa sí es un estilo de vida fascista, que no es lo mismo que el fascismo en sí, pero que lo sustenta como una una sensibilidad de cada día. R
El problema es que justamente «La fantasía (que) consiste en eliminar potencialmente al otro, porque la identidad es en sí vacía y se consiituye en oposición intensa respecto de lo que se odia» no es patrimonio exclusivo del fascismo como bien lo demuestra el pasado siglo con su colección de atrocidades, o tambien toda la historia anterior al fascismo si se quiere. Porqué entonces no asociar esa particular identidad a algún otro movimiento político sustentado en ella? El texto de Foucaul hace un uso bastante problemático del termino «fascismo», casi poetico se diría, justamente por su falta de rigor histórico, siendo que además nunca define la pertinencia de su uso, aunque no dejen de ser interesantes las consecuencias de esa plasticidad argumental sobre todo en su advertencia a la militancia revolucionaria. Deshistorizar el fascismo conduce inevitablemente a una encerrona argumental. Recomiendo otro texto, «Quién es fascista?» de Gentile, donde se hace un analisis muy pormenorizado del desarrollo historico del concepto tanto anterior como posterior a la guerra, y sobre el rol que la izquierda politica principalmente italiana, ha tenido en la construcción de los malentendidos que hemos heredado. Saludos
Concuerdo con muchas de las cosas que dice. El texto de Gentile es un texto clave debido a que él piensa en el interior de esa posición; otro texto, al menos para mí, de otra índole, es La naturaleza del fascismo de Polanyi. Entiendo lo de MF, es un señalamiento que se le suele hacer. Respecto de las atrocidades… No estoy del todo seguro que las atrocidades señaladas por usted consistan en una afirmación de la identidad en relación a la eliminación total del otro. Está claro que el acto de ejecutar no es solamente un acto necesario del fascismo; lo que me parece distintivo es la relación intrínseca entre el acto de ser en composición de un deseo de no ser en otro. Saludos. R
Bueno si, estoy de acuerdo en ese punto. Es conocida la idea de que la violencia extrema llevada adelante por los distintos comunismos no puede asimilarse a la violencia nazi, por ejemplo, en la medida en que el fin de ambos proyectos, que justificaría la violencia como método, es diametralmente opuesto. No hay claramente nada salvable como proyecto humano en el nazismo. Pero me parece pertinente ser precisos para no caer en la gratuidad de los recursos falaces, aunque estos resulten involuntarios, que son justamente lo que criticamos como propio del fascismo. Saludos y gracias.