LE QUATTRO VOLTE
Le quattro volte, Italia, 2010
Escrita y dirigida por Michelangelo Frammartino
*** Hay que verla
Una extraña película filosófica sin silogismos ni discursos, a veces sobreestimada y en algunas ocasiones odiada.
En sus inicios, cuando la filosofía todavía no era rigurosa ni pretendía ser una ciencia estricta, ni menos aún la policía del resto de los conocimientos, la anécdota y el relato constituían una didáctica. Jenófanes, refiriéndose a Pitágoras, cuenta que en una ocasión el famoso filósofo de los números, al ver cómo castigaban a un perro, dijo: “cesad de castigarlo, porque es el alma de un amigo mío, que he reconocido al llorar”.
Este cuento filosófico sintetiza la segunda película de Michelangelo Frammartino, Le quattro volte, que tuvo su estreno hace un año y medio en el festival de Cannes y resultó ser una de las gratas novedades en aquella edición. Una película sin diálogos, en donde los minerales, los animales, las plantas y los hombres cumplen roles protagónicos, es de por sí una curiosidad y una excentricidad que se explica mejor cuando el propio director explicita su afán de visualizar con su cámara la pretérita filosofía de Pitágoras, que hace 2500 años pasó por Calabria, escenario en el que transcurre la película.
¿Una película con pretensiones filosóficas que renuncia a las palabras no es acaso una contradicción? Está dividida en cuatro movimientos. Frammartino arranca siguiendo los últimos días de un viejo pastor: cabras, rutinas, paseos y algunas visitas a la iglesia en busca de un polvo sanador constituyen su cotidianidad. El viejo tose a menudo, y algún día sus cabras serán testigo de su paso al otro mundo, del cual no tenemos noticias excepto especulaciones y fantasías diversas. Dado que para los pitagóricos el alma es un principio de movimiento, y transmigra de un animal a otro, un plano en el interior de la tumba del pastor se funde en negro y tras unos segundos nace una cabra (escena que ha sido tachada injustamente de canalla; si se debe buscar la secuencia execrable de la película es aquella en la que al mismo viejo se lo mostrará defecando en dos planos). ¿Es el anciano devenido en chivo? Posiblemente, pues la metempsicosis no parecía en aquel entonces las divagaciones de un psicótico.
Luego veremos los primeros días en la vida de una cabra, hasta que un buen día se perderá en el bosque y descansará al lado de un árbol. Una panorámica sobre el árbol y la cabra en otoño será reemplazada por otro hermoso plano del solitario árbol cubierto de nieve. La estoica conífera será serruchada, y otro fundido en negro anticipa la transformación de ese pino en poste (para servir como elemento de un juego popular) y posteriormente devenir en carbón. El alma viaja y la materia se transforma, una cierta armonía subyace entre los elementos de la naturaleza.
El pasado profesional de Frammartino, que viene de la arquitectura, se percibe en los encuadres. La cámara funciona como si se tratara de un agrimensor: mide las distancias, demuestra la relación de lo pequeño con lo inmenso, y explicita la relación, en este caso armoniosa, entre paisaje y edificación. Las panorámicas son majestuosas y revelan un ecosistema y el paso del tiempo histórico en piedra convertida en viviendas. Además, el trabajo sonoro es formidable, y la palabra hablada resulta un lujo innecesario. Las imágenes hablan, los sonidos muestran.
Vitalista y luminosa, no desprovista de humor y casi siempre inquieta en sus modos de contemplar el mundo y los seres vivos, Le quattro volte alcanza su perfección en un plano secuencia de 9 minutos en donde un perro travieso, algunos romanos y fieles “cristianos” de una procesión religiosa, un camión, un corral y sus cabras participan de una escena admirable que remite a un gag típico del cine de Jacques Tati. Es una coreografía vitalista en la que se percibe un dominio absoluto respecto de las coordenadas básicas del cine: el espacio y el tiempo. En esta comedia y ensayo pitagórico las especies viven en una democracia cósmica y armoniosa, lejos de la civilización dominante donde tanto los hombres como los animales y las plantas son tan sólo mercancías.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior durante el mes de julio 2011
Copyleft 2011 / Roger Koza
Por qué considerás execrable la escena del viejo defecando? Admito que vi la película hace un par de meses y esa escena puede haberseme desdibujado un poco, pero no me pareció que desentonaba con el tono general de la película, donde -como bien vos lo señalas- el costumbrismo muta en universalidad y el hombre deviene mineral (y nada más mineral que abonar la tierra caseramente).
Bruno: principalmente por cómo empieza la escena y el orden de los planos: un primer plano del viejo, el cual no anticipa su acto, y luego de allí al plano siguiente en el que se lo ve y descubre cagando. Si es una broma no funciona del todo, y de lo contrario, si se trata de un retrato de cómo defecan los pastores, tampoco resulta ni relevante, ni esclarecedor. El tercer plano de la escena muestra la mierda y un papel que sugiere el polvo que recibe en la iglesia, si no recuerdo mal. Como sea, toda la secuencia está desencajada del resto del film, y si se trata de ubicar un defecto en el film, es éste el único que puedo alcanzar a distinguir. Algo más: los planos de transición de una vida a otra no son del todo logrados, y en ese sentido, contrastan con la sofisticación de varias escenas, en especial las panorámicas y los registros que implican colectivos: hombres, cabras, árboles. Eso es todo lo que puedo decir. Saludos. RK
Te lo pregunto Roger porque percibo ultimamente en los críticos (te incluyo, aunque -y esto no es para chuparte las medias ni nada- te considere el -o uno de los- crítico más interesante de Argentina) una tendencia a hacer crítica de ética más que de cine (exceso de Rivette/Daney/»Kapo»). No es que plantee o sugiera una cierta autonomia del arte con respecto a lo social/político pero muchas veces noto que por una escena, ni siquiera relevante, se termina juzgando negativamente toda una película. Pienso principalmente en la crítica de Quintin a «Lo que más quiero» y la dichosa escena de los obreros. Puedo hasta compartir la apreciación de él, pero ¿la escena -y toda la película!- hubiera sido mejor si se la filmaba de un modo más «politicamente correcto»? Al fin de cuentas es una película sobre una joven y su duelo, no sobre la lucha de clases. Ese tipo de lectura me parece pertinente en un analisis/lectura más macro, donde se intentan buscar ciertos generalidades y síntomas de una obra de un artista o de un determinado movimiento, pero como crítica de un film aislado me parece irrelevante (y hasta de mala leche de un crítico). Y te digo todo esto porque me hizo mucho ruido el «execrable», personalmente y te lo digo con respeto, no me parece que tal calificativo le vaya a la escena y ni siquiera a tu lectura de la escena (que me parece más que atendible pero claramente no justifica algo «digno de condena»). Es sólo una opinión y puedo ser convencido de lo contrario.
Saludos.
Bruno: moralizar en exceso la mirada de Daney sobre el famoso travelling es el problema; creo que su aporte es válido, pero la desmesura en su aplicación lo convierte en una difusa castración de cómo mirar un plano.
A su vez, como vos decís, no habría algo así como una autonomía del arte, como tampoco una estricta mirada ética que subordine la estética. A mi entender, no existe una regla precisa de cómo se pone en juego el análisis crítico. Analizar un film implica ver su forma, la relación entre sus planos, el vínculo del film con la historia del cine y la relación de éste con el mundo. Allí se pone en juego un conjunto de saberes que exceden al campo cinematográfico. Y está bien que así sea, me parece. La cuestión reside en entender el encadenamiento de un plano con el resto del film.
Puede ser que execrable suene fuerte y desmedido, pero en el modo en el que lo expresé no da a entender necesariamente que sienta la necesidad de impugnar el plano. Sí, me parece, que esos tres planos no tienen nada que ver con el resto del film, pero de ningún modo destituyen la película, al resto de los planos.
En el caso de Lo que más quiero me sucedió exactamente lo que dice Castagnino en una segunda visión. Al ver el famoso plano de los obreros dóciles, vi que la lógica de la puesta en escena llevaba a la directora a mirar desde la perspectiva del personaje. Eso no impide ver allí un sesgo de clase, pues entiendo que el plano es la extensión de la (in)consciencia del cineasta. Pero de ningún modo invalida al film en su conjunto, el que creo tiene méritos ostensibles en cómo filmar la intimidad y la amistad entre mujeres. Saludos. RK