LO QUE SE ME DÉ LA GANA
Entre los nombres propios que honran a Chile (Violeta Parra, Francisco Varela, Salvador Allende, Enrique Lihn), no hay que olvidar jamás el de un cineasta: Raúl Ruiz. Ruiz fue el gran cineasta latinoamericano, el más libre, el menos predecible, el inimitable. En alguna ocasión, acuñó un concepto para su poética: “cine de indagación”. Ignacio Agüero trabajó en ocasiones como actor con el maestro, pero más allá de su pregnancia frente a cámara, Agüero es ante todo un cineasta, y como tal, el más parecido a Ruiz, no por lo que hace, sino por cómo filma, concibe y se desempeña como cineasta. Agüero ha hecho de todo, pero a su manera: filmó a cineastas filmando y enseñando, transformó su propia casa en una locación encantada, como si fuera un áleph en el que el cosmos tiene su cifra, retomó lúdicamente la historia de los mapuches y la Araucanía, eligió investigar sobre la connivencia de un periódico y el régimen de Pinochet y también imaginó vida inteligente en el interior de un hielo antártico en una ficción hermosa que restituye el espíritu decimonónico de la gran literatura sobre el mar. Todas sus películas tienen algo en común: la indagación las sostiene. Y todas tiene un principio poético que las inspira, una fórmula: filmar como se me dé la gana. Así filma el señor Agüero, y de eso es justamente de lo que debemos hablar en un tiempo en el que no se filma con libertad y la mayoría de las películas acata sumisamente las reglas implícitas del cine de la época y el imperativo de sus instituciones de prestigio.
Roger Koza / Copyleft 2024
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