SEMANA DEL 7 AL 13/11 EN CINECLUBES
LA CUMBRE: EN EL CINE LUIS BERTI, BELGRANO 470
9 de noviembre, a las 20.30hs:
Alimento, S.A., de Robert Kenner, EE.UU., 2008
94’ / ATP
Cortometraje: Alumbramiento (11’), de Víctor Erice, España, 2002
Los travellings iniciales dentro de un típico supermercado, en el inquietante y nutritivo documental de Robert Kenner, constituyen un ejercicio preparatorio de deconstrucción, crítica y denuncia de una fantasía pastoral globalizada acerca del origen de nuestros alimentos, ficción explotada por el marketing y solventada por una industria corporativa monopólica que controla quiénes somos físicamente, al menos si entendemos que lo que comemos define en parte quiénes somos. Apoyándose en dos analistas expertos en el tema, Eric Schlosser (La nación de la comida rápida) y Michael Pollan (El dilema omnívoro), Kenner articula un discurso estructural sostenido en relatos personales, registros clandestinos, ejemplos productivos diversos y víctimas específicas de un sistema de producción industrial de alimentos que no es otra cosa que una faceta evidente del capitalismo, ya no como un sistema económico sino como un estilo de vida naturalizado. Que los trabajadores ilegales de México sean pares de los cerdos que descuartizan no es simplemente un rasgo de maldad de los ejecutivos de corporaciones como Monsanto y Tyson sino una consecuencia lógica de un sistema de creencias. Las panorámicas sobre los campos de producción al aire libre o miles de pollos colgando en una cadena de ensamble son tan contundentes como el testimonio de una activista republicana movilizada por la muerte de su hijo por una bacteria (E.Coli 1057:h7), una consecuencia directa del reemplazo del pasto por maíz en la dieta básica del ganado vacuno. Es precisamente allí en donde reside la potencia de Alimento, S.A., pues el film consigue visualizar el encadenamiento de distintas prácticas que constituyen una ideología siniestra que ordena oblicuamente nuestra experiencia íntima y colectiva. (Roger Koza)
Un documental tradicional en sus aspectos formales: un recopilación minuciosas de datos estadísticos e información fáctica (volúmenes de producción, rendimientos por hectárea, concentración del mercado, intoxicaciones, lobbies, etc., etc.), presentados en un lenguaje accesible para el común de la gente, combinando material de archivo, entrevistas a informantes claves e imágenes ilustrativas de los datos mas importantes sobre el tema. Una hipótesis a demostrar con contundencia y sin lugar a medias tintas. Aquí se meten con un asunto que afecta la vida cotidiana de casi toda la población estadounidense: la toxicidad de los alimentos que forman la dieta del americano medio.
El documental tiene la virtud de incursionar con seriedad y profundidad, en una cantidad impresionante de temas importantes relacionados con la comida, dentro del limitado tiempo que dura un largometraje: La historia de la agricultura de EEUU en el siglo XX; las condiciones de trabajo de los obreros de la carne (actual e histórica); las causas de la inmigración mejicana; la actuación de la policía; la cultura de la comida del ciudadano norteamericano promedio y su impacto en la salud pública (infecciones bacterianas, colesterol, hipertensión, obesidad, diabetes, etc.); el vaciamiento de los organismos de control como la FDA; el manejo de los lobby en el congreso, la justicia y en los gobiernos de Clinton y Bush; las estrategias de las grandes multinacionales de las carnes y de los granos, para explotar a los pequeños ganaderos y agricultores de EEUU; el maltrato a los animales; la contaminación del medio ambiente; la posibilidad de desarrollar una agricultura y ganadería alternativa aún dentro de los limites del capitalismo; el problema de las patentes de las semillas modificadas genéticamente.
El filme tiene un final ingenuo: creer que con el mismo individualismo con que se consume o se trabaja, se pueden bloquear las decisiones empresarias y mejorar la calidad de los productos que se venden. La realidad es que las multinacionales seguirán apostando a todos los públicos: al mejor informado y de mayor poder adquisitivo, que busca la comida orgánica; y al de menores ingresos que no sabe o no puede pagar, los alimentos de mejor calidad y debe contentarse con la comida chatarra (como la familia mejicana que se pregunta como hacer con un presupuesto estrecho para comprar verduras caras que le permitan diversificar la dieta y pagar al mismo tiempo los remedios para la diabetes del hombre).
Jorge H. Acuerdo con tu conclusión sobre el final. Es probable que sea una extensión directa del libro de Schlosser, que culmina, después de una extensa exposición sobre la industria de la comida con momentos muy buenos de «muckracking», con una decepcionante apelación a «pensar dos veces la próxima vez que ingresamos en un local de McDonald’s».