LA PIEL QUE HABITO
La piel que habito, España, 2011
Escrita y dirigida por Pedro Almodóvar
** Válida de ver
La última película de Almodóvar podría haber sido extraordinaria; a medio camino, el film oscila siempre entre secuencias notables y escenas insignificantes.
Hace un largo tiempo que el universo cinematográfico de Almodóvar conversa poco y nada con el exterior. Sus películas son solipsistas, mónadas sin ventanas, o, dicho con mayor precisión: el cine y el mundo son inconmensurables entre sí; nada tiene que ver uno con el otro. La explosión libertaria española de fines de los ’70, que tuvo a Almodóvar como un intérprete lúcido, ya no es su interés predilecto. Desde fines de los ’90, el Almodóvar maduro se ha especializado en la intimidad. Al menos por lo visto hasta hoy, la comedia resulta incompatible con ese tópico, y el drama no va más allá de lo que sucede dentro de la piel de los personajes.
La piel que habito arranca con una referencia histórica precisa: Toledo 2012, y en algún momento la historia irá hacia atrás, unos 6 años antes. Pero el film podría estar situado en el limbo, y no es casual que esta exploración sobre la identidad humana dé la espalda a España y su contexto actual, más allá de la voluntad claustrofóbica que atraviesa el film, que prácticamente transcurre en espacios cerrados y en donde la piel es un cerco vulnerable. La única nota de contemporaneidad es que los personajes leen La República y ya no El País, una flecha irónica directa contra el crítico de ese diario con quien Almodóvar tuvo una discusión hace dos años. Y allí Almodóvar tenía toda la razón.
Antonio Banderas es un cirujano plástico. Su mujer murió carbonizada. Su obsesión: inventar una piel, es decir, el contorno de la identidad. “El rostro nos identifica”, dice el personaje de Banderas, mientras da una conferencia sobre el trasplante de rostro. Las investigaciones del doctor rozan los límites del manual de bioética del siglo XXI. Y es por eso que su conejito de Indias parlante vive encerrado en su clínica privada. ¿Un spa de experimentación subjetiva? El parecido con su mujer muerta es ostensible, aunque más tarde habrá revelaciones, y nuestro doctor quizás sea un delincuente delirante.
La afirmación más poderosa del filme reside en postular la plasticidad de la identidad humana. Todo es alterable: el rostro, la piel, el sexo. Como siempre, la sexualidad humana en Almodóvar es manipulable, un punto de vista que se apoya en otro que el film suele defender, aunque no siempre con los mejores argumentos: la experimentación e investigación científica madura sin límites éticos. ¿Una película de terror? Tal vez, aunque en los últimos 30 minutos se filtra el humor irónico de su director.
La piel que habito es una película fallida. Sus excesos musicales, la poca fluidez de su relato, los subrayados y el desprecio rotundo por vincular el film con el mundo atentan contra la película.
Así, algunas pasajes prometedores de La piel que habito se diluyen a medida que avanza su metraje. Un elegante fundido encadenado de un rostro de un hombre que deviene en mujer, o algunos planos en picado heterodoxos no conquistan la trivialidad de su propuesta y la grosería que merodea cada tanto. La dermatología de Almodóvar no puede hacer suyo el famoso aforismo de Valéry: “Lo más profundo es la piel”.
Esta crítica fue publicada por la revista Good News en el mes de octubre 2011.
Roger Koza / Copyleft 2011
coincido plenamente
Muy buen comentario, con el que coincido (creo que ya te lo dije teniendo en cuenta lo que habías escrito cuando la viste en Cannes). Lo único que objetaría es que (si bien -es cierto- hay algo de limbo, en esa mansión cerrada y tan poco misteriosa) sí veo ciertas referencias al contexto actual: en épocas de progresos científicos e identidades sexuales inestables, la idea central del guión de «La piel que habito» es provocadora, aunque -se presta para el chiste- queda sólo en la superficie.
Roger:
quizá lo que podría discutirse en tu análisis es la presunta necesidad de que una película tenga referencias al contexto histórico. Está claro que Almodóvar se fue desligando de esas referencias. No está claro que una película que no tienga marcas contextuales se desligue del mundo. Incluso una película que las tenga no necesariamente tiene que ser interpretada directamente a partir de esas marcas (se me ocurre Gloriosos bastardos, un film que, a pesar de transcurrir durante el fin del nazismo, no juega sus vínculos con el mundo allí, sino en el presente). El tema de Almodóvar es, desde hace unas cuantas películas, el ser mismo de la narración cinematográfica. Pueden revisarse los finales de Los abrazos rotos y de La piel que habito y en ambos casos se verá aparecer el problema de la narración como narración. Incluso sus frenéticas idas y venidas temporales están destinadas a hacer aparecer las diferencia entre el tiempo de la narración y el tiempo de lo narrado. Almodóvar juega a contar y descontar, a montar y desmontar, a cruzar tiempos y géneros, con un espíritu para mí lúdico que trasciende la presunta seriedad de los personajes y de los hechos. Sus enroscadísimos relatos no pueden tomarse con seriedad literal. Creo que la seriedad está puesta en otro lado, en el juego de la narración cinematográfica. Espero haber sido medianamente claro, pero es una idea que me está rondando en la cabeza y a la que trato de precisar.
Un abrazo
Oscar y Fernando: ni bien pueda intentaré responderles. RK
Queridos Fer y Oscar: debido a que los conozco a los dos, ambos colegas que respeto y leo, empiezo con el «queridos».
1. Oscar: leí tu crítica ni bien la subiste a tu blog. Lo que escribí aquí ya estaba publicado en una de mis entregas desde Cannes, única vez que vi La piel que habito. Cuando leí tu análisis (y el de algunos otros), incluyendo una larga nota que publicó en septiembre Sight and Sound, deseaba volver a ver el film y corroborar y contrastar mi reacción pasada con una posible recepción tardía. Lamentablemente, mis tiempos son cada vez más apretados, y no pude volver a verla. Tarde o temprano, lo haré.
2. Es cierto que los temas elegidos por PA son actuales, pero creo que se aproxima a ellos por vía de una abstracción metódica. En ese sentido, es una película de conceptos, en el que los personajes simplemente funcionan como sus intérpretes. ¿Es bueno? ¿Es malo? No lo sé; es una estrategia narrativa y una inclinación filosófica. (Algo similar sucede en El estudiante, y Oscar señaló muy bien este problema en su crítica sobre el filme de Mitre).
3. Toda película participa de un fondo histórico y político. El giro ahistoricista y esteticista de Almodóvar es verificable hace una década aproximadamente; se trata de un modo legítimo de posicionarse ante el mundo.
4. Estoy seguro que la hipótesis de Oscar sobre la experimentación en los géneros es plausible; me animaría a decir que es así sin miedo a equivocarme. En ese sentido, Volver me parece la mejor de sus últimas películas, y lo que señala Oscar sobre el espíritu lúdico con el que trabaja Almodóvar sobre los cruces y yuxtaposiciones de género, tienen ahí mayor fluidez y frescura. Es mi parecer.
5. Dicho esto recuerdo mi felicidad ante el último filme de John Woo. Él también experimenta con los géneros y sin embargo, en algún sentido, Life Without Principles es la gran película política del año (junto con la ganadora del Bafici, el film de Sylvian George). Quiero decir: tengo dudas sobre un artista que vive en una sociedad como la española, en donde el fantasma del fascismo no ha sido del todo conjurado, sociedad que se ha convertido, además, en la exposición paradigmática, entre los países fuertes de Europa, de un sistema socioeconómico global a la deriva. En algún lugar me resisto a que el arte abandone cierta voluntad política de incorporar cierto gesto de inconformismo e iracundia respecto del tiempo en el que se siente, se piensa y se crea. ¿Cómo puede ser que un cineasta como Almódovar insista solamente en sus obsesiones privadas?
6. Sé perfectamente que no está escrito en ningún lado que el cine debe dar cuenta de lo histórico y lo político. Son mis propios prejuicios (generacionales y de clase), y el punto de vista con el que miro el cine.
Un abrazo para los dos.
RK
Roger:
en todo caso es interesante que se plantee la discusión en términos de la voluntad política de un artista y, más ampliamente, de la política de una obra que trasciende incluso la voluntad del artista. Es la ya clásica idea de que hay una política de las formas, que no tiene porque verse explicitada en las referencias a un determinado contexto. Esto hace que el problema no tenga un trayecto lineal: hay películas que tienen voluntad de incluir referencias al contexto y tratan al espectador de un modo conservador (para usar una palabra política), hay películas que parecen no referirse a nada y son profundamente corrosivas (se me ocurre mencionar a Lynch).
Pero también pienso que el arte como tal nunca se reduce a la esfera de lo privado; desde que se vuelve obra trasciende la privacidad.
Por último, creo que no sólo Almodóvar experimenta con los géneros (cosa que sí hace), sino que en su último cine interroga al espectador como destinatario de una narración. Su paroxismo narrativo (muchas películas posibles dentro de una sola película, deivaciones, bifurcaciones, efectos de rima entre las diversas líneas narrativas) nos hablan algo acerca del destino narrativo del cine. Me da la impresión de que su respuesta ante el cine contemporáneo que se (afortunadamente) desliga de la obligación de narrar no es una restauración conservadora del clasicismo, sino una especie de enloquecimiento de la función narrativa. Por eso, no me parece que sea decisivo que el tema que en cada caso toca, sino las formas que despliega en su relación con el espectador.
Un abrazo
Roger, perdón por cambiar el rumbo de la discusión, pero me gustaría saber tu opinión sobre VERDADES VERDADERAS.
En el film el diario que aparece es La Vanguardia (no La República).
Un saludo
Leandro: gracias, tanto por el aporte y corrección del diario como por una intervención pasada elogiando y agradeciendo la existencia de este blog.
Fernando: vi Verdades verdaderas, título extraño por cierto. Tengo sentimientos encontrados sobre el film.
Por un lado, como biopic es casi una hagiografía. Estoy seguro de la integridad de Estela Barnes, pero, por momentos, Gil Saavedra imprime el mito, y sólo eso.
Es un acierto el fuera de campo casi total del secuestro de su hija, la tortura y su muerte.
Sin duda, el trabajo de Pecoraro es muy bueno, por momentos, demasiado mimético, pero es entendible. Estela Barnes es un personaje demasiado ubicuo y presente en nuestra sociedad. El resto del elenco acompaña bien, aunque no siempre es parejo.
Otro acierto es la no linealidad de su narración.
Si hay algo que destroza a la película es su música: un verdadero espanto, una tomada de orejas: estamos obligados a llorar y a reconocer los momentos felices.
El flashback de su hija pequeña jugando es estéticamente horrible, y tiene por objetivo apuntalar la emoción.
El institucional final, tras los créditos, me pareció eso: un institucional, y una película es otra cosa. Entiendo la inclusión, pero su razón es ideológica, no estética.
El plano de la verdadera Estela me pareció discreto, incluso ver su casa cubierta de nieve, me resultó una contingencia simpática.
El problema del film es su voluntad didáctica e instructiva. Mostrar no es exactamente adoctrinar, y esto lo digo asumiendo que la lucha de Estela Barnes me parece digna y admirable. A veces, mostrar y sugerir es mejor que inculcar. La puesta en escena, por momentos, obliga a asentir y sentir de un único modo, como si la cámara fuera una docente que en vez de exponer un tema y darle las herramientas de interpretación y análisis a sus alumnos, les dice qué deben pensar y cómo expresarlo.
Si Gil Saavedra hubiera elegido el camino «menos es más», quizás hubiera hecho un biopic contundente. No lo hizo; prefirió el camino más transitado. Puede haber hecho patria, pero el cine está antes.
RK
Querido Roger, de verdad muchas gracias por un comentario tan pormenorizado.
Estoy muy de acuerdo con lo que decís. Me sorprende cierta falta de rigor al analizar biopics sobre personas admiradas, como si -en este caso- objetarle cosas a la película significara discrepar con la trayectoria o las posturas de Estela de Carlotto. Me cuesta entender que con una historia tan rica y tan adulta en todo sentido, se haya hecho algo tan candoroso, algo así como la historia de las Abuelas explicada a los niños.
Si la prudencia y la simplificación de personajes y hechos históricos podían resultar razonables en los ’80, con la democracia recién recuperada, hoy me cuesta creer que no se pueda ampliar un poco más la mirada al abordar estos temas. De hecho, «Verdades verdaderas» a mí me recordó mucho (por lo didáctica y des-complejizada) a «La amiga», la película de Jeanine Meerapfel, filmada en 1987.
Qué buen intercambio el de estos comentarios a raíz de la entrada de Roger sobre el último film de Almodóvar. Adhiero a la idea de la inestabilidad del género (sexual) que se corresponde con la inestabilidad de los géneros (fílmicos, literarios): estamos ante una mezcla que perturba los moldes: un thriller melodramático, thriller psicológico, un relato futurista médico-experimental, un melodrama con elementos de ciencia-ficción, etc.
Pero lo que realmente me llamó la atención fue el título mismo del film. El personaje de Vicente (antes de ser transformado por las manos hábiles y expertas del cirujano) trabaja con telas en el negocio de su madre: cose, corta, juega con ellas (las otras pieles). Y el cirujano también corta, cose, enmienda, juega con pieles reales y sintéticas. Es por esto que el título muy bien puede referirse al propio Almodóvar, como si dijera: “la piel que habito” es ésta, la del cineasta que corta, recorta, cose, enmienda, etc., que, en definitiva, crea. ¿Acaso el término “película” no tiene que ver con “piel”? La piel (el film, la “tela”, la ficción) que habito (yo, Almodóvar, que hago habitar) con mis personajes truculentos (y no tanto), historias “excesivas”, mezclas de géneros.
Y lo que me pareció gracioso fue el nombre impuesto al hombre devenido mujer: «Vera Cruz», como si ese pasaje –el «hacerse» mujer»– fuera, precisa y denotativamente, una cruz, la «verdadera».
Muchos saludos,
Leandro
Leandro: tu lectura me parece pertinente, un método de interpretación que a veces da muy buenos resultados. RK
Leandro:
buena observación. No sé si dije ya que esto del oficio del cirujano y el modista se vincula, en el cortar y pegar, con Los abrazos rotos, que gira alrededor del montaje y re-montaje de Chicas y maletas, la película dentro de la película. Cirujano, modista, narrador cinematográfico.
Creo que otra película (extraordinaria) presenta la misma analogía: The Hand, de Wong Kar-wai, otro afiebrado melodramatista contemporáneo.