LA COLUMNA DE JORGE GARCÍA (02)
COPPOLA, EL PADRINO, BRANDO
Por Jorge García
El caso de Francis Ford Coppola es –junto a los de Wim Wenders y Bernardo Bertolucci- curiosamente sintomático, ya que se trata de tres directores que, luego de haber desarrollado durante gran parte de su filmografía una obra realmente valiosa -que ofrece, inclusive, obras maestras- cayeron en una suerte de imparable tobogán (del que ha logrado momentáneamente escapar WW con su reciente y atractiva Pina). Pero centrémonos en Coppola. Si nos remitiéramos a su filmografía anterior a El padrino, nos encontraríamos con un director que había sido guionista de un par de films escasamente interesantes (¿Arde Paris? y Una mujer sin horizonte) mientras que en otro (Patton) su labor –y la de su protagonista, George C. Scott- estaban por encima de la del director Franklin J. Schaffner. Como realizador, había debutado en 1963 con Demencia 13, un moderadamente atractivo ejercicio de terror, rodando luego, Ya eres un hombre, una comedia de tintes autobiográficos y –ya manejándose con otros presupuestos- El camino del arco iris, un musical, filmado en momentos en los que el género había entrado en su etapa de irreversible decadencia, que está por encima de lo que en general se lo considera y en el cual Fred Astaire bailó las coreografías más modernas de su carrera. Su proyecto más personal antes de El padrino fue Dos almas en pugna, un logrado drama intimista en el que se veían las marcas de un realizador muy dotado. Cabe señalar que todos estos títulos, salvo tal vez Demencia 13, un film de relativo culto entre los amantes del cine de terror, son hoy obras casi olvidadas y solo reconocidas en algunos círculos cinéfilos.
Cuando le propusieron la adaptación del best-seller, de Mario Puzo, Coppola se interesó, más que en la descripción del submundo gangsteril, en las relaciones familiares que se suscitaban entre los protagonistas. Trabajando con un gran presupuesto y rodeándose de algunos colaboradores inmejorables, como Gordon Willis en la iluminación y Dean Tavoularis en el diseño de producción, más la melosa y por momentos irritante partitura de Nino Rota, Coppola estructuró una saga familiar de ecos shakesperianos e inusitada violencia en la que –por cierto que aggiornándose a los gustos de los años 70 – intentó, y en muchos pasajes logró, establecer la tan mentada síntesis entre arte e industria. Algo que, digámoslo de paso, algunos realizadores clásicos del cine americano, vg. Hitchcock, conseguían con mucho menos esfuerzo. Por cierto que la película tiene momentos magníficos, de auténtica grandeza, y un trabajo de actores en varios casos formidable (Pacino, mucho antes de convertirse en la triste parodia de sí mismo que es hoy, Duvall, el gordo Richard Castellanos, el cara de caballo Al Lettieri) pero no es, en mi opinión, la obra maestra que consideran muchos (creo que El padrino 2 es bastante superior). No resulta, por ejemplo, demasiado convincente, a pesar de las tres horas de duración del film, la evolución del personaje de Pacino y alguna secuencia muy alabada, como la del montaje paralelo entre el bautismo del ahijado de Michel Corleone y la matanza de los distintos jefes gangsteriles, chirria como demasiado explícita y subrayada. Pero el lastre principal de la película hay que buscarlo en la actuación –por llamarla de alguna manera- de Marlon Brando.
Personalmente, con Brando nunca me llevé demasiado bien y – si me pongo estricto- diré que me parece una influencia nefasta dentro de los actores del cine moderno, a partir de su rotundo narcisismo, sus farfulleos casi ininteligibles y sus rascadas de oreja como recurso expresivo habitual. Desde luego que ha realizado algunos buenos trabajos (que seguramente no serán los que prefieren sus admiradores), tal el caso del militar secretamente homosexual de Reflejos en un ojo dorado que interpretaba con sutileza y recato o el gángster de la olvidada La noche del día siguiente, en la que, sorprendentemente, no se convertía en centro de cada escena. Pero hay muchas películas, sobre todo en su última etapa, en las que sus trabajos bordean la caricatura. En El padrino (me) cuesta entender la admiración que produce a muchos un trabajo que, a partir de su permanente oscilación entre lo risible y lo grotesco, es el principal lastre de la película, estando siempre en el límite de estropear las escenas en las que participa (como anécdota personal no puedo dejar de mencionar la satisfacción que me produjo la tremebunda paliza que le propinan a Brando en La jauría humana, otra interpretación suya considerablemente sobrevalorada). Lo cierto es que probablemente con la presencia de otro actor -Orson Welles dijo alguna vez que hubiera vendido su alma al diablo por conseguir ese papel- la película hubiera ganado bastante.
Un comentario final sobre la copia exhibida, a la que se anuncia como inmejorable y restaurada pero que, sobre todo en los momentos de planos distantes, no supera a la exhibida en ocasión del reestreno de la película en los años 90.
Jorge García / Copyleft 2011
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Coincido en que «El Padrino II» es superior, pero creo que secuencias como la del montaje paralelo en el final del primer Padrino hay que juzgarlas teniendo en cuenta el momento en que fue filmada, cuando todavía era un recurso novedoso (hay peliculones de Ford, de Welles o de Hitchcock con escenas que hoy resultan anticuadas y hasta ridículas).
El trabajo de Brando, es cierto, es discutible. Pero creo que hay algo sutil en su actuación, a pesar de la caracterización exterior algo gruesa, y no me parece problemático que resulte medio grotesco, seguramente todo capomafia lo es. Y, por otra parte, si hablamos de narcisismo ¿no es narcisista, también, escribir «nunca me llevé demasiado bien con Marlon Brando» o mencionar «la satisfacción que me produjo la tremebunda paliza que le propinan en La jauría humana»?
Si bien es verdad que la saga tiene méritos (de dirección, de gran trabajo de actores, de historias que se ramifican, etc.), a mí me interesaría observar el efecto de este tipo de películas en el imaginario (en particular el estadounidense, claro) sobre lo «italiano». Es decir: ¿de qué manera films como estos contribuyen a instalar (o, en todo caso, a reforzar) un cuerpo de ideas sobre la cultura e historias italianas como «mafiosa» (únicamente), donde lo único que se come son spaguettis y donde es imposible salirse de la práctica gangsteril? Se podría decir que hay una especie de coppolización de lo italiano.
Un saludo,
LC
La verdad es que parece que metiste el dedo en la llaga al opinar sobre Brando y su interpretación.Aquí van a saltar unos cuántas personas que opinan distinto.., y esto me parece que está muy bueno.
Y por ahí se me ocurre el preguntarme qué tánto a propósito dices algunas cosas, casi te diría que te diviertes un poco bastante lanzando estos comentarios, sabiendo que algunos nos despabilaremos a largar opiniones a favor y en contra.
Para mí también esta sobrevalorada, y además estoy convencida que opino con desubicado atrevimiento porque mi sapiencia de cine es escasa. Igual creo que es un aporte válido.
Tampoco me parece que uno opina desde el narcisismo , sino más bien desde la sencillez de por ejemplo este caso, es tál la incomodidad que te produce cuándo quieres disfrutar de una buena película y te ves permanentemente distraída por las actuaciones de los que se consideran «grandes» y que en realidad tienen tics recurrentes cómo tocarse el lóbulo de la oreja, que obviamente te molestan, te distraen y te revuelves en tu asiento que se vuelve incómodo ante tán evidentes sobreactuaciones que te «sacan» de la trama de la historia que empecinadamente quieres disfrutar y zás, ya te es difícil el regresar a la fascinación de disfrutar de una buena película.
Un saludo
pd: extraño mucho «El Ojo Soberano».
Me cito a mí mismo, discrepando con el estimado Jorge García:
«Se habla de la actuación de Brando. Bueno: en todo su desborde bufo Marlon está sencillamente genial. No son tantos los minutos que aparece en pantalla, pero en cada pequeño gesto suyo, tan payasesco como alejado del realismo, tenemos la sensación de estar asistiendo a una especie de registro documental de un mito al borde de la obsolecencia. Por ello su tonalidad actoral es ajena a la del resto del elenco: es como si Vito Corleone se moviera en otra dimensión, como un residuo de los tiempos heroicos. Tan desmesuradamente grotesco como podría verse la imagen de un dios profanada por la cámara. Los que objetan la actuación de Brando como el «pero» que se le podría poner a la película pierden de vista lo fundamental: El Padrino es inconcebible sin Brando, sin la megalomanía que convierte cada aparición suya en una performance corrida de registro. Por eso, las pocas escenas que comparten Brando y Pacino son los pìcos emocionales de la película: la del hospital, cuando Michael protege a su padre malherido y la última conversación donde repasan los detalles del Plan que pergeñan entre ambos para el ajuste de cuentas del final. Esta conversación es precisamente el corazón del film, la escena, conmovedora en su precariedad, del traspaso del mando: conmovedora porque hay un soplo sagrado que atraviesa a esos cuerpos demasiado frágiles, demasiado humanos para contener un acontecimiento de un orden que los excede. Por eso es perfectamente natural que las dos actuaciones estén jugadas en distintos registros, tanto como es emocionante verlos juntos en pantalla, dado que hay algo imposible en este traspaso.
«Nunca me llevé demasiado bien con Marlon Brando»… Mirá vos, no sabía que Jorge García era amigo personal de Brando!!
Coincido con Oscar en su lectura sobre el trabajo de Brando; es cierto: su actuación entra como en otra dimensión; esa caracterización cuasi grotesca del personaje; ese exceso, digamos, que se manifiesta en el “gesto” mandibular, el juego con la voz terrosa, como de fango. Todo esto lo distingue de los otros personajes, de la colocación de estos respecto de la diégesis. Una ejecución actoral maestra con todo el cuerpo en cada una de las escenas (el cuerpo en su postura, en su voz).
Que huevos hay que tener para escribir semejante tontera. Solo un tonto, una pbre persona que nunca podra hacer nada que valga la pena puede escribir algo asi. garcia es y no sera garcia, Marlon, sera Brando toda la vida.
Querido Max: el apellido de Jorge puede ser el más insignificante del habla hispana, pero él como crítico ha hecho muchísimas cosas que valen la pena: su conocimiento cinematográfico acerca del cine clásico es muy valioso, y ha sido siempre muy generoso con sus lectores, pues su larga y destacada carrera de crítico ha permitido a muchas generaciones saber un poco más sobre el cine y su historia, y me incluyo entre los que se han beneficiado al respecto.
Lo que dice de Brando puede gustar o disgustar, pero estoy seguro de que quienes se sienten molestos por su apreciación no llegan a divisar que, si bien es taxativo sobre su juicio acerca de su papel en El padrino, él rescata, no obstante, otros papeles del actor. Estoy seguro que muchos de los que se ofenden ante su juicio desconocen esos trabajos menos canónicos de un actor controversial como Brando.
Lo que ha escrito, a mi parecer, no es una tontería, es simplemente un punto de vista distinto al tuyo. En ese sentido, la refutación de Cuervo es ejemplar, pues no descalifica la nota de García sino que discute y argumenta en contra de sus argumentos.
Yo creo en ese modelo dialéctico: argumento contra argumento, giros discursivos, estilos literarios y visiones del cine que chocan y en su choque inesperado e involuntario se ilumina algo nuevo y se produce conocimiento. Es que la verdad, a mi juicio, querido amigo, no le pertenece a nadie, y se aprende siempre y mucho de la dislocación del propio punto de vista, aunque finalmente uno lo retenga y entienda que lo que pensaba era más satisfactorio que la posición del otro.
Indirectamente, a propósito de este señalamiento de García sobre Brando, se está discutiendo algo más que el talento de ese actor específico. De Niro, Brando, Pacino, todos ellos, pertenecen a un estilo interpretativo hegemónico del cine hollywoodense, correlato necesario y epocal de una modalidad del cine moderno americano. Si la cámara se hace sentir en la modernidad del arte cinematográfico, aquí, la interpretación también se vuelve perceptible, táctil, evidente. Brando nunca es del todo Don Corleone; es el mismísimo Brando haciendo de Don Corleone, como De Niro encarando múltiples papeles excéntricos e hiperbólicos sigue siendo De Niro exhibiendo su destreza hermenéutica para representar los vaivenes emocionales del alma humana. La vieja tradición clásica en materia interpretativa, la de Stewart, Wayne y Grant, se sustituye entonces por una generación de actores en donde el gesto facial predomina y hechiza al observador. (En este sentido, he preferido siempre los modelos bressonianos, el naturalismo minimalista de los no actores de Kiarostami y hoy de Campusano, los modelos maximalistas de Pasolini y el método madera de actores como Costner, Eastwood y Clooney).
Por último: fui especialmente a ver por novena vez El padrino, en parte por la discusión que tuvimos en la radio. Después de verla pensé: estoy convencido de que El padrino II es superior a su precedente, como también que la tercera parte es muy inferior a las dos primeras partes. Estoy seguro que El padrino tiene escenas notables: el plano final y toda la secuencia de Pacino refugiado en Italia, por citar dos ejemplos.
No sé si hay 500 películas mejores que El padrino, juicio de Alejandro Cozza que te molestó al escuchar y ver El cinematógrafo, programa televisivo que producís. De lo que estoy seguro es que el film de Coppola es un film central en el género, y no por ello es el mejor de todos. Se trata, sin duda, de una gran película, pero no estoy del todo seguro de que se trate de una obra maestra, sí de una obra clave para una generación.
Sospecho que aquí puede haber un motivo que explique la tara de muchos críticos y algunos cineastas en elegirla como una de las 10 mejores películas de todos los tiempos, como viene sucediendo en las dos últimas votaciones de la revista inglesa Sight and Sound. Me parece que esta obstinación casi irracional por elegirla como la película se explica por el significado excesivo que ha tenido para muchos críticos y cineastas la aparición de El padrino con el momento exacto que esta generación descubría e inventaba su cinefilia, de lo que se predica una yuxtaposición entre el contexto de descubrimiento y justificación de la grandeza del film de Coppola.
Saludos cordiales, mi querido Max.
RK
Max, querido
me entero que te ha molestado mi comentario, y enseguida quiero aclarar algo para no hacer de esto un telefono descompuesto. No dije que habia 500 peliculas mejores que El padrino, si dije que no entraria a mi criterio en una lista de las 10 mejores, ni 100 mejores de la historia del cine. Si tal vez, en una de 500 (dije 500, como podria haber dicho 300). Esto quiere decir que puede estar en el puesto 180, 237, 345, o 499. En lo personal, como todo cinefilo, me gustan las listas de «mejores peliculas», y en una personal de mis 250 films favoritos, si tengo a El padrino en ella. Eso si, mi listado no es creciente de mejor a peor, sino que puede ser aleatorio. Pero de seguro, hay muchas mejores. Dentro de la filmografia de Coppola prefiero a Apocalipsis Now, y tambien creo que El padrino 2 es mejor aun, pero claro, sin la fuerza de impacto de la primera.
Incluso el cine clasico esta repleto de obras maestras dentro del genero negro/policial/gangsteril que no tienen la fama de la pelicula de Coppola. El gran merito de El padrino (a la que considero una grandisima pelicula) fue reescribir para una nueva epoca dicho genero, tomando como base el cine clasico. Y lo hizo mas que bien. Inlcuso agregandole grandes aciertos en muchas areas. La fotografia oscura de Gordon Willis es absolutamente novedosa e innovadora, asi como el «nervio» que le impone Coppola a determinadas escenas (me encanta en lo personal, la del bar con Al pacino asesinando a los jefes mafiosos). Esto desde lo formal, en lo tematico, la dinamica familiar tan «italiana» para los negocios, tambien.
A diferencia de Jorge, quiero mucho a Marlon Brando, por mas que prefiera tambien su actuacion en Apocalipsis, y coincido con los estilos y criterios de actuacion que menciona Roger. Creo tambien que Robert Duvall, y su rol de tipo calculador entre las sombras que es mucho menos llamativo que De Niro, Pacino o Brando, siempre fue la gran estrella de El padrino.
Pero bueno, al margen de esto, mi enojo en el programa no fue contra la pelicula, si no contra la idea de reposicion de titulos famosos solamente y siguiendo un criterio meramente comercial haciendo marketing de la nostalgia (algo que me molesta, y lo dice quien mas programa como cineclubista, y desde hace años, cine clasico en Cordoba), y dejando de lado a peliculas de todas las partes del mundo y del mismo cine norteamericano que jamas se re estrenaran desgraciadamente. Y menciono a obras maestras totales como -ya que estamos con el cine de gangsters- Scarface (la de Hawks, no la de De Palma), Retorno al pasado, Al borde del abismo, El rata, La jungla de asfalto, Los asesinos, Los violentos años ´20, Alma negra, El enemigo publico, El dulce sabor del exito, The night and the city, Casta de malditos, etc.
Bueno, espero haber aclarado y no oscurecido… esta discusion parece haber sido fotografiada por Gordon Willis.
Abrazo
Ale
Dado lo acalorada de la discusión, creo útil, no para zanjarla, sino para aportar elementos que puedan brindar un poco de luz, citar algunas palabras que el propio Marlon Brando lanzó en su excelente autobiografía, por el tenor y la amplitud de sus pensamientos que exceden su performance como estrella de Hollywood, “Brando. Canciones que me enseño mi madre”. Cito:
“Cuando vi el padrino por primera vez, me pareció un horror, sólo reparé en mis errores y la detesté. Pero años más tarde, cuando la vi por televisión desde una perspectiva diferente, decidí que era un filme muy bueno (…) Había llegado a conocer unos pocos mafiosos, y todos me dijeron que les encantó la película porque yo había interpretado al Padrino con dignidad (…) Muchos artículos sobre la película lo llamaron “mi vuelta al cine”. Nunca entendí que querían decir, excepto que era una película en la que interpretaba al protagonista y que dio mucho dinero, mientras que varias de mis películas anteriores no. En Hollywood todo se mide en términos de dinero” (paginas 333-336).
En lo personal creo que el contraste emocional de Brando al ver en dos momentos distinto la película; el hecho de que haya sido una pelicula taquillera; la necesidad de Hollywood de construir una nueva generación de “maestros”, ya que los pioneros estaban en sus horas físicas, no artísticas, en sus postrimerías y lo indicado por Roger al final de su último post, considero que ayudan a aquilatar mejor al film, que por mi parte pienso y siento que es esa clase de obra que merecería formar parte del brillante libro de Barthes, Mitologías, ya que un mero cálculo matemático que ponga en relación la cantidad de directores geniales, muertos y vivos, de la historia del cine del planeta, y no de Hollywood, y sus correlativas obras maestras, dejarían a “El padrino” quizá entre las mejores, no 500, como sostuvo mi amigo Alejandro Cozza, sino 1000; pero esto no es más que una apreciación personal y un tanto arbitraria de, entre otras cosas, un cinéfilo que no se ruboriza al arremeter contra el mito-padrino como Brando tampoco se ruboriza al hacerlo contra los que él consideraba como tales y para los cuales no escatimaba adjetivos:
“Método de actuación fue un término popularizado, bastardeado y mal usado por Lee Strasberg, un hombre al cual yo le tenía poco respeto y en consecuencia dudo en usarlo.
Nunca me enseñó nada. Era un hombre ambicioso y egoista que explotaba a otra gente que asistía al Actors Studio e intentó proyectarse como un oráculo y un gurú de la actuación” (pag 72, 75)
“Humphrey Bogart era un intérprete eficaz, pero nada del otro mundo como actor” (pag 179)
“Chaplin era un hombre de una crueldad aterradora, quizá el más sádico que jamás hubiera conocido, un tirano egoísta, un amarrete. Lo peor de todo: trataba a su hijo, Sydney, que interpretaba a mi ayudante, con toda crueldad.” (pag 252)
“Es probable que John Wayne ( y por ende John Ford) le haya hecho más daño a los indios que el general Custer, al proyectar una imagen idiota del valiente blanco que lucha contra los salvajes sin dios de la frontera” (pag 309).
En fin, hay que atreverse a pensar contra los mitos de nuestra biografía, nuestra época y los de épocas pasadas, quizá sea una buena forma de no actuar como un mafioso gnoseológico y emocional.
Cariños a los seres de luz, proyectados y no por las pantallas cinematográficas.
Solo dos cosas para no meterme con Brando sí o Brando no en su actuación en El Padrino que, por supuesto, va mucho mas allá (el film, digo), de su semicaricatura pater-gansteril. Coincido Ale con lo nefasto de la explotacion de «cierta» -y dirigida- nostalgia y que da mucha bronca por todo el cine (clasico y no) que resta por descubrir; en cuanto a las buchoneadas de Brando y su estúpida, casi nula, mirada sobre el cine de Ford,ni siquiera vale el esfuerzo contestarle a su fantasma y a sus adláteres, para ello están las peliculas de dos de los directores más grandes de la historia del cine (Chaplin, Ford) que nunca cargaron discursivamente contra nadie para lograr notoriedad. Tan sólo filmaban.
La grandeza de El Padrino reside en su carácter de pivote entre lo clásico y lo moderno. No solo es una película sobre la historia de la mafia (está bien, en una segunda lectura es sobre el capitalismo, pero en una primera visión es mas que nada una historia de mafiosos y de familias), sino también sobre la manera en que la mafia (o el gangsterismo para ser mas amplios) fue mostrada en el cine hasta ese momento. Coppola y su equipo juegan sobre ese pivoteo consiguiendo un equilibrio casi perfecto.
Y ese balanceo se ve no solo en las actuaciones (cuestión ampliamente conversada en los comentarios y entradas de este blog), sino en otros aspectos importantes de la película como la relación entre Michael Corleone y su prometida Kay -que parece sacada de una película de la década del ’40-; las muertes terriblemente sangrientas- a solo tres años de que “La Pandilla Salvaje” oficializara el baño de sangre-; la película dentro de la película que es ese intermedio en Sicilia –un segmento totalmente gratuito en términos narrativos pero que es bellísimo en si mismo y que forma parte indisoluble de la memoria de los que ven la película-; la innovadora iluminación en penumbras; la utilización de actores reconocibles del cine clásico como Richard Conte y Sterling Hayden – la presentación del personaje de este último, entre penumbras y escuchándose antes que viendose, es la mejor de toda la película- y muchas cosas mas…