8MCI LC: TERCERA SEMANA
TERCERA SEMANA
BELGRANO 470, SALA LUIS BERTI, LA CUMBRE
Martes 17
15.00hs: El ojo lúcido
Jaffa, la naranja mecánica, de Eyal Sivan, Israel-Bélgica-Francia-Alemania, 2010
89’ / ATP
Cortometraje: Hablar o no hablar (11’), de Raoul Servais, Bélgica, 1970 (Servais en foco)
El veterano documentalista israelí ilumina el conflicto palestino-israelí a partir de las famosas naranjas de Jaffa, una industria próspera nacida décadas antes de la fundación del estado de Israel y un instrumento posterior de propaganda sionista. Sivan reúne varios puntos de vista sobre el tópico en cuestión: historiadores, campesinos, empresarios, poetas y críticos de arte, tanto palestinos como judíos. El resultado es fascinante porque el film demuestra a través de análisis de fotografías, pinturas, publicidades y material de archivo cómo se construye un mito y una historia oficial. Como sugiere la historiadora israelí Rona Sela: “Primero les robamos sus imágenes, luego nos apropiamos de la tierra, después del 48, pero ésa es otra historia”. Como sea, la tesis de Sivan excede este caso particular de injusticia: cualquier empresa colonialista debe siempre instituir un relato y demostrarlo con imágenes, una estrategia reconocible a lo largo de la historia mundial. (Roger Koza)
17.00hs: Clásicos para un canon
La luz, de Souleymane Cissé, Mali-Burkina Faso-Francia-Alemania, 1987
105’ / ATP
Cortometraje: Fin (11’), de Artavazd Peleshyan, Armenia, 1994 (Peleshyan en foco)
Esta fantasía extraordinariamente bella e hipnótica de Souleymane Cissé está ambientada en la antigua cultura bambara en Mali (ex Sudán francés) mucho antes de ser invadida por Marruecos en el siglo XVI. Un joven (Issiaka Kane) se dispone a descubrir los misterios de la naturaleza (o komo, la ciencia de los dioses) con la ayuda de su madre y su tío, pero su celoso padre se las arregla para evitar que su hijo descifre los elementos correspondientes a los ritos sagrados bambaras y trata de asesinarlo. Además de crear un universo denso y emocionante ante el cual George Lucas se habría puesto verde de envidia, Cissé registra imágenes impresionantes y acompaña la historia con música percusiva de poder hipnótico. Combinando de manera sublime lo real y lo extraordinario, esta película maravillosa resulta la introducción ideal a un cineasta que, después de Ousmane Sembène, es probablemente el director más importante de África. (Jonathan Rosenbaum)
19.15hs: Horizontes contemporáneos
Material blanco, de Claire Denis, Francia-Camerún, 2009
106’ / +13
Cortometraje: José Maza, el viajero del cielo (13’), de Patricio Guzmán, Chile, 2010
Aquella niña de Chocolate (ópera prima de Denis), hija de un gobernador colonial, en aquella África de ensueño, ha crecido; ahora dirige una plantación de café en un país en guerra. Aquel mayordomo negro, amigo y protector, tironeado por su pertenencia de origen y sus deberes cotidianos, también ha crecido; ahora es el líder simbólico de una revuelta en un país en guerra. Un designio. Y un legado colonial. La ceguera de Marie no es precisamente la de una Francia que se retira porque ya no hay –nunca hubo– nada que hacer en esa tierra arrasada, ni la de André, que parece ser el único en avizorar un final anticipado, ni la de Manuel, que se suma a los rebeldes hastiado de su condición de hijo (blanco), ni la de Pierre, que ha dejado de ser un intruso para convertirse en un testigo: es la porfía de Denis por no abandonar un continente del que aún tiene cosas que mostrar, por no dejar esos cuerpos –todos los cuerpos de su cine– anclados en un pasado que nunca parece serlo, por seguir armando el puzzle asimétrico, agónico y antitético que sobrevuela un orden relacional metropolitano, un caos devastador poblacional. Esto es lo que hay en esa estremecedora panorámica de la finca humeante custodiada por soldados mientras dentro se asfixian los restos (civiles) del otrora imperio colonial; en esos planos cerrados de un ejército de jóvenes y niños desandando la selva, matando indiscriminadamente, asesinados silenciosamente; en los rostros y posturas desafiantes de hombres y mujeres atrapados en un conflicto no tanto ajeno como irresoluble, escapando en bicicletas y en motos, muriendo impiadosamente; en ese cuerpo tatuado, blanco, intocado, torturado por los arbustos, vejado por los “otros”, vencido por sí mismo; en el tránsito arrollador de Huppert, por quien pasa no sólo todo el film sino toda la historia (la de Denis, la de Francia, la del África). Pero Material blanco culmina con el plano fijo de un joven “rebelde”, casi un adolescente, que entre sorprendido y asustado mira a su alrededor como no creyendo ser el único que se ha salvado del feroz exterminio de sus compañeros; sale del cuadro y la cámara congela, por unos instantes, ese paisaje inconfundible de una tierra revisitada que, hoy más que nunca, parece no pertenecerle a nadie pero que, hoy como siempre, es un lugar de pertenencia. Tal vez continúe. (Fernando Pujato)
21.30hs: El ojo lúcido
Yatasto, de Hermes Paralluelo, Argentina, 2011*
95’ / +13
Cortometraje: María Teresa y la enana marrón (12’), de Patricio Guzmán, Francia, 2010 (Guzmán en foco)
*Los productores y el director de fotografía estarán presentes en la función
El plano inicial de Yatasto es la aparición de un mundo. La oscuridad prevalece por unos segundos hasta que paulatinamente el fuego que calienta el mate matutino va imponiéndose. Ricardito y sus compadres han madrugado. Empieza un día entre otros, y los protagonistas, más que ponerse los guardapolvos para ir a estudiar, vestirán sus buzos, alimentarán su caballo y se prepararán para una larga jornada de recolección. Desde el carro, los jinetes van en búsqueda de su alimento y manutención. Lo que es basura para algunos constituye mercancías para otros. Pero no todo es trabajo. Los desposeídos tienen descanso, juegan, sueñan. Yatasto revela la inaccesible experiencia de los pobres. Su retrato los dignifica, pero el film encuentra la distancia y la forma justas para evitar naturalizar la pobreza, que siempre debería ser considerada una anomalía. Así, el microcosmos develado es comprensible a través de un sistema de registro en el que la inmovilidad social de sus criaturas se percibe por un doble juego formal destinado a detectarla: un paradójico travelling fijo (la cámara fija sobre el carro) y una obstinación por planos medios, casi siempre fijos y en un enrarecido contrapicado. No se avanza, no hay horizontes. Es por eso que el supuesto viaje del pequeño protagonista, Ricardito, que dice al final del film haber ido a Santiago del Estero con su padre, resulta esencial. La movilidad, el turismo, el viaje iniciático es un privilegio de los otros, que viven en una economía específica. En ese sentido, el (no) viaje de Ricardito, incluso su ironía al decir que en donde estuvo ni siquiera tienen señal los celulares, es un cierre extraordinario, enigmático y mucho más que una ocurrencia de su protagonista. Es el negativo de nuestras vidas. (RK)
00.00hs: Horizontes contemporáneos
La vieja alegría, de Kelly Reichardt, EE. UU., 2006
76’ / +13
Esta delicada meditación sobre la amistad, el destino de los hijos de la generación Power Flower y la irreversibilidad del tiempo consiste en una especie de road movie naturalista que por momentos puede confundirse con una versión neohippie de Secreto en la montaña (o también, como irónicamente lo expresó el crítico Scott Foundas, con una especie de Entre copas en donde la granola va en reemplazo del vino). Como sea, se trata del reencuentro de dos amigos (uno casado y aparentemente feliz, el otro soltero y psíquicamente desequilibrado) y del viaje que emprenden por los bosques de Oregon. La sensibilidad de Reichardt se expresa en la puesta en escena: los sonidos de la naturaleza y los planos abiertos se van imponiendo sobre el universo cerrado de sus personajes. Los últimos 20 minutos funcionan como una relajación integral tanto para los dos amigos como para quienes son testigos de este ejercicio afectivo por el que dos almas alguna vez cercanas van reconstituyendo aquello que las unía. Pocas películas indagan sobre la amistad de los hombres y entre hombres. La vieja alegría no solamente deja constancia acerca de un tipo de vínculo masculino desmarcado de la seducción y de la represión sexual, sino que en su tono intimista asoma y se percibe el ruido de la Historia y las decepciones de pretéritos proyectos utópicos diluidos en un sospechoso bienestar del mero presente. Los últimos minutos del film condesan el desamparo de una generación. Son planos tan tristes como necesarios. (RK)
Miércoles 18
16.00hs: Mi primera película
Palmas, de Artour Aristakisian, Rusia, 1994
140’ / +13
Cortometraje: El principio (9’), de Artavazd Peleshyan, Rusia, 1967
Hace unas décadas criticar y estar en contra del sistema era parte de cualquier discurso inconformista. La desaparición de esta sospecha y actitud indica un cambio de coordenadas ideológicas, acaso porque el sistema ha incorporado como suya, incluso, la indignación ante él. Hay algo extraordinario en la ópera prima de Aristakisian: la crítica al sistema se apoya en la dignidad de la desposesión radical y la concomitante honestidad de sus protagonistas. No se trata aquí de “salvar” a los pobres, ni hablar en su nombre mientras se apela a la retórica de los derechos humanos. Palmas llega tarde al mundo que filma: los restos, los escombros, el chiquero, el excedente es un dato, que no se justifica pero jamás se niega cómo el sistema lo produce. Un diálogo omnipresente entre el hijo del director, que todavía no nació y cuya madre no es su mujer, intenta explicar el mundo que le espera. Nacer es un inconveniente y, de no poder evitarse, el sistema está allí para garantizar electricidad y teología, escuela y dogma, bienes y creencias. Un heterodoxo misticismo anárquico merodea el soliloquio omnipresente durante casi todo el film, dividido en dos partes de 10 capítulos; ya en el prefacio, que remite a la tradición vanguardista del cine soviético, Palmas alude a la primera persecución contra los cristianos, a cargo de Nerón. El fugitivo del sistema se anuncia allí y continúa en 1990, en Chisinau, Moldavia. Los fugitivos de hoy son un joven ciego, que cree que el mundo está habitado sólo por ciegos, un hombre que vive entre palomas, una mujer que permanece acostada mientras espera la Segunda Venida de Cristo, una pareja que construye las paredes de su casa con ropa que obtienen de los entierros, un lisiado que va de un lado al otro en una especie de carro con ruedas. Como sucede con muchas películas hermanas de Palmas, como Tierra sin pan, Freaks, En el cuarto de Vanda y La casa está oscura, lo siniestro, aquello que el orden simbólico no puede conquistar, se pone en evidencia, pero lo extraño es que mirar directamente a la cara de esa experiencia desprovista de compasión implica una dislocación inevitable de nuestro punto de vista. Resulta abismal, pero, por alguna razón que me excede, pasar y atravesar Palmas renueva la fe en el cine y el deseo de indagar sobre el mundo y nuestro lugar en él, aun cuando las pocas certezas que tenemos se destituyan frente al poder de las imágenes de Aristakisian. (RK)
19.00hs: Planos y pentagramas
Chico & Rita, de Fernando Trueba, España-Reino Unido, 2010
94’ / +13
Cortometraje: Cromofobia (10’), de Raoul Servais, Bélgica, 1966 (Servais en foco)
Este homenaje animado al jazz, la música cubana y el cine clásico de Hollywood de las décadas del ’40 y ’50 gira en torno a una historia de amor interrumpida y heteróclita entre Chico, “el mejor pianista” de Cuba a mediados del siglo pasado, y Rita, una cantante excepcional y bella. Antes de la revolución y de la abolición de esa “música imperialista”, Rita y Chico se conocen y se enamoran, aunque el porvenir no estará del todo a su favor: ella se convertirá en una estrella latina en Nueva York, y aunque Chico consiga viajar a esa ciudad, e incluso tocar con Dizzy Gillespie, pasarán décadas hasta que la pareja pueda volver a creer en el amor y actualizarlo. Está claro que Trueba no es un fan de la revolución cubana (unos raperos se quejan en la calles de La Habana, la voz de Fidel en la radio resulta un estorbo y la mítica ciudad se cae a pedazos), pero eso no le impide criticar el racismo anglosajón y un estilo de vida enraizado solamente en el dinero y el espectáculo. La sensualidad de los personajes, la recreación visual de Nueva York y La Habana y la música del genial Bebo Valdés son algunas de las virtudes de este film menor, siempre placentero y no exento de pasajes secretamente emocionantes. (RK)
21.10hs: Joris Ivens en foco
La historia del viento, de Joris Ivens, Holanda-Francia-Reino Unido-Alemania, 1988
80’ / ATP
Cortometraje: Soliloquio (La morte rouge) (32’), de Víctor Erice, España, 2006
Esta obra maestra de carácter poético es la obra consagratoria de Joris Ivens, el gran documentalista holandés de izquierda, realizada junto con su compañera, Marceline Loridan, poco antes de la muerte de Ivens a los noventa años. (De hecho, hay razones para creer que fue escrita principalmente por Loridan, aunque no deja por esto de ser parte del legado de Ivens). Ni un documental ni una fantasía, sino una sublime fusión de las dos cosas, trata de múltiples maneras sobre el viento, el asma de Ivens, China, el siglo XX (y, más implícitamente, el siglo XIX y el siglo XXI), la magia y el cine. Ivens nació sólo dos años después de que Georges Méliès exhibió su primer trabajo, y esta película imaginativa, espontánea y con frecuencia cómica refleja ese hecho y el casi siglo de historia cinematográfica, política y personal que fue la vida de Ivens. Por todas sus dimensiones cósmicas resulta divertida y alegre más que pretensiosa y densa, y hasta puede renovar nuestra fe en la vida en este planeta. (JR)
23.15: El ojo lúcido
Viajo porque preciso, vuelvo porque te amo, de Karim Ainouz y Marcelo Gomes, Brasil, 2009
75’ / +13
Cortometraje: Lluvia (12’), de Joris Ivens, Holanda, 1929
Dos directores, que han colaborado uno para el otro en sus respectivos films precedentes (Madame Satã, El cielo de Suely y Cine, aspirinas y urubúes), codirigen esta road movie melancólica y catártica en donde un geólogo llamado Renato, al que jamás vemos pero sí escuchamos, mientras viaja por el norte de Brasil en un periplo vinculado a su profesión se va despidiendo metafórica y literalmente de su mujer, que lo acaba de abandonar. No es la primera vez que Ainouz y Gomes filman esta región del noroeste de Brasil, un territorio del que Glauber Rocha supo extraer, a pesar de su sordidez y su pobreza ostensible, la riqueza simbólica de una nación; aquí, los directores literalmente proponen un viaje (formalmente) subjetivo sostenido en la mirada de su personaje central, y en esa perspectiva Gomes y Ainouz no sólo descubren la tierra rajada, procesiones religiosas, un misterioso monumento en el que se conmemora la llegada del siglo XX, y los múltiples rostros del pueblo brasileño, sino que además exponen discretamente algunos elementos de la masculinidad en torno a la fantasía y la vida afectiva del género, lo que incluye cierto machismo difuso que se puede constatar en la interacción terapéutica que los hombres experimentan con prostitutas. La belleza del título se corresponde con todo el metraje, y en algunos pasajes Gomes y Ainouz consiguen reinventar uno de los géneros más placenteros del cine donde se explicita una noción de cine según la cual viajar y filmar son dos acciones equivalentes. (RK)
Jueves 19
15.50hs: Clásicos para un canon
Diario de un cura rural, de Robert Bresson, Francia, 1951
112’ / ATP
Cortometraje: El puente (11’), de Joris Ivens, Holanda, 1928
No es necesario creer en una forma determinada de religión para comprender lo que refracta la pantalla en Diario de un cura rural, de Robert Bresson, o cómo en un época pasada –pero de la que aún quedan resabios– el cine hablaba del pueblo, nos lo mostraba. No por medio de una figura emblemática (un símbolo), o del enfrentamiento entre dos maneras de situarse religiosamente en el mundo (una parábola), sino a través de una paulatina toma de conciencia de que la realidad no es una idea, una emoción y, tal vez, ni siquiera los designios que se desprenden de éstas. La realidad es un rostro desnudo sufriendo por su fe. Y por un cuerpo estragado que ya no parece estar a la altura de lo que se le demanda, por esa misión sublime para el cura de Ambricourt, inútil o ineficaz para algunos de sus parroquianos, demasiado poco terrenal para su “maestro”, el cura de Torcy, por todo aquello que se desprende de esa voz en off relatando no todo lo que se ve en el film sino más bien señalando momentos, encuentros y decepciones, anticipando la escena, insertándose en ella, resignificándola. La puesta en escena de Bresson es más el plano de una palabra no discursiva y el rostro de una torturada vocación que el pasaje de un estado a otro, la controversia de una voluntad, o el horizonte de una redención. La gracia, la ascensión de uno mismo hacia cualquier lugar al que se desee arribar, se encuentra a disposición de todos por igual, cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes, condes y condesas, curas y obispos, hijas y amantes. Un diario íntimo, escrito en presente, sin nada para atrás ni para adelante, es la clausura de una vida hacia lo único que parecería importar: enfrentarse con lo que se cree, no desear lo que se enfrenta. El don podría sernos concedido, sólo hay que merecerse en él. (FP)
18. 15hs: Rivette X 2
No toques el hacha, de Jacques Rivette, Francia-Italia, 2007
137’ / +13
Cortometraje: Jean-Luc según Luc (8’), de Luc Moullet, Francia, 2006
A lo largo de su extensa carrera, Jacques Rivette trabajó principalmente tres modalidades: la perspectiva histórica del presente, el drama de época y la fantasía; sólo en Céline y Julie van en barco combinó los tres puntos de vista. Otros de sus grandes trabajos, El amor loco y las dos versiones de Out 1, pertenecen a la primera modalidad, aunque trabajan con referencias históricas (la Andrómaca de Racine y la Historia de los trece de Balzac). Por el contrario, sus películas de época tienden a evitar referencias contemporáneas. Así, la adaptación de época de la segunda de las tres novelas en Historia de los trece no tiene punto de comparación con Out 1 en términos de método y sustancia; los únicos aspectos en común son el trabajo con los actores y la puesta en escena. El flirteo entre una dama de la aristocracia (Jeanne Balibar) y un general (Guillaume Depardieu) durante la Restauración en París, inspirado en un romance frustrado de Balzac, ha sido magistralmente planeado y excepcionalmente interpretado, aunque en un tono bastante minimalista. (JR)
21.15hs: Película de clausura
De caravana, de Rosendo Ruiz, Argentina, 2010
96’ / +13
Cortometraje: Escuela (28’), de Ramiro Sonzini y Leo Naranjo, Argentina, 2010
Los directores Rosendo Ruiz y Leo Naranjo estarán presentes en la función
Pocas películas capturan la vida secreta de una ciudad, su sonido, su música, su lenguaje, su comicidad, además de los anhelos y las frustraciones que determinan la vida de sus criaturas. Su sociología intuitiva retrata con justeza un mundo reconocible; su filosofía amateur apuesta por la libertad de los hombres. Como todas las grandes películas, De caravana invita a conocer un mundo. La discusión inicial entre un hombre y una mujer, por mucho tiempo novios, y los planos generales y planos detalle en los que se ven todos los rituales para ingresar a un baile de la Mona Jiménez son señales precisas de que estamos ante una gran película. En menos de 5 minutos casi todos los personajes ya están presentes, y el eje central del relato toma cuerpo: Juan Cruz, un fotógrafo de clase media alta, mientras registra el baile para una producción gráfica del cantante, conoce a Sara. La historia de amor que surge de este encuentro no será sencilla. Más tarde se hablará de “civilizados” y “anormales”, pero lo que le preocupa a Ruiz no es tanto denotar las diferencias de clase como sugerir una zona de fascinación mutua. Ruiz transmite un amor parejo por todos sus personajes, pero el Laucha y Maxtor son los que sostienen simbólicamente la película. El monólogo del Laucha que termina con un primer plano de su rostro constituye la rabia del oprimido. El cuento de Maxtor sobre el circo de pulgas articula una utopía discreta más allá de la pertenencia de clase. (RK)
23. 45hs: Clásicos para un canon
La ópera de la pistola, de Seijun Suzuki, Japón, 2001
112’ / +13
El director japonés Seijun Suzuki se ha referido a esta película del 2001 como una secuela del ejercicio estilístico que había sido su film Marcado para matar (1967). Pero este último era un thriller de asesinos a sueldo en blanco y negro, mientras que La ópera de la pistola es una explosión sensual en color, una fantasía pop propia de un ballet, surrealista y delirante, que desafía casi todas las formas de descripción narrativa. Plano por plano, la considero una de las películas más bellas que he visto en años. Los personajes son cuatro o cinco generaciones de mujeres, la mayoría vestidas para matar; una de ellas es una asesina a sueldo llamada Stray Cat (Makiko Esumi) que trata de ascender del tercer al primer puesto dentro de una jerarquía de asesinos dirigidos por una “Agrupación” inescrutable e invisible. Las increíbles locaciones son zonas industriales, urbanas y rurales, escenarios teatrales diversos y estudios de filmación de otro mundo. Los diálogos, en japonés con subtítulos, cambian ocasionalmente al inglés (se incluyen recitados de Wordsworth y Humpty Dumpty), y el acompañamiento musical suena cada tanto como Miles Davis en una sala de audición. (JR)
ACTIVIDADES ESPECIALES
Miércoles 18 de enero, a las 11.30hs:
Debate: “Las funciones de la crítica cinematógrafica”. Participan: Alejandro Cozza (El Cinematógrafo TV) y Fernando Pujato (La noche del cazador). Modera: Roger Koza
Condenadamente melancólica «Old joy». No estoy tan seguro que uno de los amigos esté desequilibrado (yo diría, en todo caso, perdido) ni -menos- que la película tenga algo que ver con «Secreto en la montaña»… El final es tan bello, ambiguo y misterioso como el de «Meek’s Cutoff».