LA COLUMNA DE JORGE GARCÍA (06): ¿GRANDES DIRECTORES NORTEAMERICANOS ACTUALES?

LA COLUMNA DE JORGE GARCÍA (06): ¿GRANDES DIRECTORES NORTEAMERICANOS ACTUALES?

por - Columnas, Ensayos, La columna de JG
16 Feb, 2012 07:13 | comentarios

Gus van Sant

Por  Jorge García

En ocasión de mi, para algunos, “reaccionaria” nota sobre el cine norteamericano (Columna n° 04) mi amigo Roger escribió un post en el que decía que para él había en la actualidad de ese cine cinco grandes directores y una decena de buenos (que afortunadamente no envió, ya que, seguramente, me hubiera puesto en un aprieto, porque a varios de ellos es muy probable que no les haya prestado atención nunca). Quedó entonces el puñado de realizadores que para Roger merecen el calificativo de grandes: Gus van Sant, Jim Jarmush, Todd Haynes, Wes Anderson y Kelly Reichardt.

Bien, como primera aproximación al tema, diré que ninguno de esos cineastas me parece merecedor de ese elogioso calificativo. El concepto de gran director para mi requiere de dos condiciones fundamentales que –salvo en el caso de unas pocas películas de van Sant-, no se cumplen. Estas condiciones son la existencia de una obra en la que se den cita, por una parte, una visión del mundo personal y vigorosa, que generalmente surge a partir de las obsesiones temáticas de esos directores y una manera de expresar visualmente ese punto de vista que provoque una continuidad estilística en su obra. Estas características son apreciables en una gran cantidad de cineastas clásicos y contemporáneos (aunque, a decir verdad, estos últimos escasean bastante) provenientes de distintas vertientes, con filmografías prolíficas y no tanto, pero en las que (casi) siempre, aún en sus títulos menores se perciben los rasgos que provocan que sus películas sean obras personales. Hubo a partir de 1960, fin de la época de oro hollywoodense, un puñado de directores a los que se le podía otorgar la calificación de grandes. El primero fue John Cassavetes, el más personal e influyente de ese grupo y bastante alejado de las formas habituales de rodaje de los grandes estudios; otro fue Jerry Lewis (aunque no es santo de mi devoción, le reconozco dos grandes films: El profesor chiflado y El terror de las chicas)  y los dos más promocionados por la crítica de esos años: Martín Scorsese y Francis Coppola. Scorsese, luego de rodar una serie de películas realmente valiosas, en las últimas dos décadas –más allá de momentos brillantes en todas sus películas- fue perdiendo gradualmente intensidad y originalidad. En cuanto a Cóppola, luego de una serie de obras de gran nivel entró en una pendiente aparentemente irreversible que ha provocado que sus últimos films sean casi patéticas caricaturas de sus mejores títulos. También la obra de Abel Ferrara en su primera época (digamos hasta El funeral) mostró a un gran realizador y hubo otros que tras promisorios comienzos, no lograron, en mi opinión, consolidarse como directores de auténtica importancia, tal el caso de John Carpenter, Walter Hill, Brian De Palma y Peter Bogdanovich.

En el caso de los realizadores mencionados por Roger, su obra es lo suficientemente ecléctica como para que los postulados mencionados más arriba no se puedan apreciar de una manera precisa. Retomo el caso de Gus van Sant porque me parece el más atendible. En el núcleo más atractivo de su obra (Gerry, Elephant, Paranoid Park, hasta cierto punto The Last Night), pueden encontrarse elementos coherentes, tanto a partir de lo temático como desde lo estilístico que, inclusive, aparecen con otro tono, también en algunas de sus primeras obras. Pero hay varias películas suyas (Psicosis, Todo por un sueño, Milk y alguna más) que no exceden la mediocridad y podrían haber sido hechas por cualquier artesano impersonal sin talento, que poco tienen que ver con sus obras mayores. Los que creemos que Hitchcock, Renoir, Ford, Lubitsch, Kiarostami o Apichatpong son grandes directores, ¿podemos ubicar seriamente en esa misma categoría a Wes Anderson o Todd Haynes? Si hablamos de Anderson, más allá de cierto humor lunático apreciable en algunas de sus películas, no le encuentro rasgos destacables que permitan considerarlo un gran cineasta. En cuanto a Haynes, ni la recargada y pretenciosa Velvet Goldmine, ni I’m not There, su bizarra aproximación a la figura de Bob Dylan creo que sean películas importantes; si en Safe conseguía una primera parte muy atractiva, la película se desbarrancaba luego en un discurso New Age sin mayor interés. En cuanto a Lejos del cielo, su intento de relectura del melodrama clásico solo era útil para acrecentar la grandeza de Douglas Sirk. En el caso de Jarmush –más allá de que sus primeras películas ejercieron en determinado momento una efímera influencia- creo que los aspectos poco relevantes de su obra son mayores que sus méritos (en mi opinión, la única película suya que alcanza la categoría de muy buena es Dead Man) y en lo que hace  a Kelly Reichardt, autora de de dos buenas y pequeñas películas (Old Joy y Wendy y Lucy) y otra más ambiciosa Meek´s Cutoff sobre la que tengo abundantes reparos, creo que su obra es demasiado escasa aun para otorgarle una dimensión autoral importante. La nítida e inevitable conclusión de estos muy breves y desordenados apuntes es que, hoy por hoy, y aun con las discusiones que pueden provocar algunas de sus películas, el único gran director del cine norteamericano actual, aun sin proponer grandes innovaciones, pero  recuperando la mejor tradición narrativa de los clásicos, sigue siendo Clint Eastwood.

Jorge García / Copyleft 2012