EL GRAN RÍO
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN MULTICULTURAL
El gran río, Argentina, 2012
Escrita y dirigida por Rubén Plataneo
*** Hay que verla
Una película que es mucho más de lo que puede parecer en un principio y con un giro decisivo e inesperado, el que revela el compromiso del director con su personaje.
“Cada vez son más”, puede pensar el reaccionario y el xenófobo cuando transita por algunas peatonales de Buenos Aires, Córdoba y Rosario y ve a algunos negros, probablemente llegados de África, vendiendo relojes, aros y pulseras. El fenómeno migratorio hace tiempo que excede a los países limítrofes: desde fines del siglo pasado los extranjeros llegaban de Asia, ahora vienen de África. La vieja descripción del país como crisol de razas deviene ahora en su versión del siglo XXI: Argentina es multicultural.
Al xenófobo, probablemente, poco le importa saber sus historias, pero ¿de dónde vienen esos negros del asfalto que tanto le molestan? Los primeros cuatro planos generales de El gran río son topológicamente precisos: el río Paraná y la zona costera de Rosario son el escenario excluyente; por allí llegan muchos de los nuevos inmigrantes, aquellos que el gobierno nacional en sus actas oficiales describe como “refugiados”. No se trata del viejo cuento de viajeros venidos de Europa, grandes contingentes de hombres y mujeres con expectativas razonables acerca de un porvenir menos sombrío. Un adolescente de 13 años, oriundo de Guinea, puede viajar 27 días sin comer ni beber en la hélice de un barco. No siempre todos sobreviven.
El protagonista central de El gran río es David Dodas Bangoura, un joven que para establecerse en Rosario hizo forzosamente varias escalas. De muy chico intentó varias veces dejar su ciudad natal, Conakry. Para llegar a nuestro país, David acumuló millas y pisó diversos territorios, y estuvo a punto de que un navío chino lo depositara en altamar.
La película de Plataneo intenta no sólo reconstruir el derrotero de los nuevos nómades, más raperos que anarquistas, sino también seguir los distintos pasos de su asentamiento y la experiencia de asimilación que vive un extranjero en el seno de una cultura específica. El castellano de David y su léxico evidencian observación y aprendizaje; es evidente que incorpora un modo de estar en el mundo. Lo veremos alquilar una pieza, pintar, vender bijouterie en la calle, buscar otros trabajos y, fundamentalmente, rapear. David es músico (y futbolista) y encontrará en sus pares vernáculos un espacio en común de existencia. El rap es una forma misteriosamente universal de articular rabia y desencanto en poesía y ritmo, y en ese sentido los músicos rosarinos y David se entienden a la perfección.
Plataneo envía desde un principio señales extrañas. Unos cinco planos generales breves anuncian otra geografía y otra película. Plataneo quiere saber un poco más y se tomará la molestia de ir con su cámara hasta Guinea; el último acto de la película transcurrirá ahí. Conocer a los familiares de David, especialmente a su madre, figura central del relato y su música, es mucho más que una postal familiar. Se trata de un zoom amoroso sobre ese otro que el xenófobo suele identificar como un intruso y una amenaza. Naturalmente, Plataneo será un mensajero directo y una prueba fehaciente de que su hijo vive y progresa, pero a su vez ese viaje tendrá otra función: revelará una cultura y una tradición, aunque poco se sabrá del contexto social y político que expulsa a los jóvenes de su país de origen.
Si bien el viaje del director y el de su protagonista son inconmensurables, la música funciona aquí como una fuerza niveladora y el lugar simbólico que sostiene la perspectiva y la curiosidad de Plataneo. Cuando los jóvenes guineanos dicen “el rap es una forma de reclamar algo, de decir la verdad”, justamente ahí explicitan una de las milagrosas funciones del cine. De algún modo, aquí los planos rapean y el propio director se ha convertido sin saberlo del todo en un griot con una cámara.
Esta crítica fue publicada en otra versión y con otro título por el diario La voz del interior en el mes de agosto 2012
Roger Koza / Copyleft 2012
Roger: He visto ayer la película y comparto tu análisis. La manera magistral que tiene el director de filmar un paisaje en apariencia trillado para los argentinos, como es el río Paraná y más específicamente el puerto de Rosario, es de una originalidad destacable. Después está la historia, que a mi me dejó un gusto amargo, porque las condiciones de existencia de David son de una precariedad indignante. Pero bueno, si vivimos en un país que no garantiza los derechos básicos a la totalidad de sus propios habitantes, que podemos esperar para los extranjeros.