CARTA ABIERTA PARA ROBERTO
Querido Roberto:
Antes que nada me sorprende la carta (abierta); no me molesta el lugar elegido (Facebook), sí me sorprende su carácter público. Y por eso directamente elijo responderte en el blog.
Tengo mucho cariño por Nanni Moretti; Caro diario, como lo decía en la reseña en Cannes, la que has leído (reseña que luego reescribí a la hora de su estreno en Argentina, me refiero a Habemus Papam), es una película magnífica, única; a mi entender, y aquí sigo sosteniendo mi juicio de antaño, se trata de su única obra maestra indiscutible. No tengo dudas de que Ecce bombo es muy buena, pero no creo que se trate de una obra maestra; tampoco La messa é finita, o Palombella rossa me parecen magistrales, sí películas más que atendibles. La habitación del hijo, por otra parte, fue un film subvalorado en su momento y comparto la apreciación positiva que hacés de él. Y Aprile , ya que la nombras, también está entre mis preferidas. Tal vez, la única película de Moretti que recuerdo fallida (y políticamente inocua) es El caimán.
Moretti se robó mi corazón cuando le dedicó ese corto extraordinario a Kiarostami (El día del estrenó de Close Up), tal vez la otra gran película de Moretti. Me decepcionó un poco este año cuando como presidente del jurado no luchó por darle un premio a la última y magistral película de Kiarostami: Like Some in Love; pero lo que sucede en un jurado pertenece al misterio que sólo un Dios omnipresente puede llegar a saber. En Cannes, para que tengas idea, a los jurados les confiscan sus celulares durante la deliberación.
Pero tu mail insinúa dos cosas que me interesan, mucho más aun que discutir sobre el valor de Moretti como cineasta; pero antes de abocarme a eso vuelvo un poco más sobre él: no tengo duda sobre la importancia de su cine, pero no es, como dije en aquella oportunidad, un maestro de la escena. Me gusta su humor narcisista, su anticlericalismo, su visión política, pero cuando pienso en su compatriota Bellocchio, por ejemplo, veo diferencias sustanciales. El director de La sonrisa de su madre es (en ciertas circunstancias) un inventor de formas, y Moretti, en todo caso, ha sido siempre un gran comediante que ha sostenido su obra en la palabra filmada mucho más que un dominio impecable e implacable del escenario, o más precisamente en la organización virtuosa del espacio cinematográfico; aunque en honor a la verdad, algunos planos de Caro diario me parecen magistrales e inolvidables; allí sí centellean ideas visuales, en Aprile, también.
Pero vuelvo a tu insinuación, casi a tu queja, o a tu amorosa impugnación sobre el lugar de mi enunciación. Es frecuente que a nosotros, los críticos, se nos critique por nuestra soberbia. Imagino que deben ser muchos los que piensan de mí de ese modo. Hace unos días tuve la muy mala idea de escribir en el muro de Facebook unos párrafos críticos sobre un gurú que nos visita en estos días, y al poco tiempo, lógicamente, llegaron las represalias. La acusación era diáfana y en parte venía añadida por una recomendación: debes ser humilde. En principio, una confesión: no me interesa la humildad. La humildad, de poder ejercitarse, debe ser inconsciente; cultivar la humildad es un oxímoron, una paradoja moral, algo que sucede, en otros términos, y volviendo un poco a las prácticas espirituales, entre los practicantes de meditación, todos ellos obsesionados por asesinar su yo, quienes hacen un esfuerzo mayúsculo desde ese mismo yo al que suponen deben erradicar o al menos silenciar, aquietar y disminuir.
Que no esté de acuerdo con bajar la cabeza y pedir permiso para pensar no significa que mire a mis interlocutores o piense a mis lectores desde una altura distinta desde la que yo miro y pienso. Si hay algo que no creo es en la verdad absoluta (y menos aún que la verdad propicie al encuentro y la unión; la verdad es disputa, en todo caso, y, sorpresivamente, divide) y menos aún que yo esté en condiciones de pastorearla cuando se trata de juzgar a un film.
Quiero ser preciso: es obvio que todo lo que digo lo digo desde mí, de tal modo que aclararlo sería redundante. Pero lo que digo, en ciertas ocasiones, lo puedo expresar con vehemencia, de allí quizás que se confunda convicción y soberbia. Pero eso no es todo: al pensar sobre un film no me conformo con sostener mi análisis en mi gusto. Siempre intento ir un poco contra mi mismo. Así puedo chocar y dislocar el mero subjetivismo con el que todo análisis tiene su inicio. En eso trabajo hace mucho tiempo, y si logro conseguir un editor, este tema será parte de la introducción de un futuro libro que quisiera publicar. En esa introducción imaginaria quisiera volver sobre un viejo libro de David Hume, La norma del gusto.
¿Podría defender, después de pasar por él, cierto universalismo del juicio estético? Dicho de otro modo: intento disputar y cuestionar la hegemonía de una modalidad consagrada: el subjetivismo como horizonte circular de cualquier discusión estética.
De lo que se trata, lo que quisiera pensar hasta el final, es de entrever una zona no identificada del análisis, en donde el pensamiento en su propio movimiento ni está tentado a detenerse en una supuesta objetividad radical, ni en un subjetivismo extremo y extremado, pero tampoco, incluso, se trata de buscar y encontrar una superación de ese vaivén epistemológico en la construcción de una intersubjetividad que decreta en última instancia consensos y disensos. Quiero decir: intuyo, en ocasiones, una posibilidad de pensar las películas de otro modo.
Dado el caso que nos toca compartir la cosa sería así: un film de Moretti es (objetivamente) mayor que un film de Benigni. El anticlericalismo de éste, por ejemplo, es concomitante en su inteligencia y del mismo calibre que el que subscribe y practica un cineasta como Bellocchio. Pero, si uno compara La sonrisa de mi madre respecto de Habemus Papam se puede cotejar una diferencia sustancial en la gramática cinematográfica, lo que me lleva a pensar sobre la superioridad de un filme y un director respecto del otro y una de sus películas. Este juicio, no sé muy bien cómo, va más allá de los pareceres de quien mira.
Para finalizar vuelvo un poco a la experiencia, tan precaria como necesaria. En un festival hay dos afirmaciones frecuentes entre críticos y programadores: “Me gustó” y “Está bien”. La primera afirmación habla del sujeto y su posición frente al film; la segunda cree decir algo del film en sí mismo, como si éste pudiera ser analizado bajo un criterio que unifica a todas las películas posibles. Tus palabras, tu crítica, me parece, yuxtaponen esos dos órdenes. Sucede siempre, pero no estaría mal probar y pensar justo un poco antes de la operación que juzga diciendo “me gusta” como también la que se expresa bajo la fórmula “está bien”.
Es un tema fascinante. Tan fascinante como la amistad borrosa y difusa que nos une.
Un abrazo querido amigo.
Roger Koza
(La carta que dio origen a este texto se puede leer más abajo en los comentarios; el autor fue el querido Roberto Videla, una verdadera autoridad en Córdoba en materia teatral, a quien conozco y tengo el honor de considerarlo mi amigo)
Roger: la verdad es que apenas leí el comienzo de tu respuesta empecé a sudar y sentir que había cometido un error grave al publicar en facebook mi mensaje, ya que en principio era un mensaje privado. Cuando lo hice dudé un momento, pero luego el dedito siguió su curso propio y su ritmo y metió ese compartir. Es que había leído tu comentario y me pareció que estaba publicado en fb, no en el blog. En fin, sigo sudando y con la sensación de haber hecho algo desagradable e inapropiado. Ahora me doy cuenta de que tendría que haberte respondido en el blog, que es el ámbito específico, o personalmente en un mensaje. Lo siento mucho.
Me gusta polemizar y en general trato de encontrar las aristas que me despiertan resistencia, o las grietas que me permiten insinuarme. En el caso de Moretti la verdad es que reaccioné a pura subjetividad: me sentí atacado por tu comentario, como me sentiría si voy a ver El rayo verde con alguien a quien le resulte indiferente esa maravilla. Yo no puedo comparar Bellocchio con Moretti, no puedo comparar estilos o darle mayor importancia a uno que otro. Lo que sí puedo sentir y también ver, siempre a mi modo, es que el cine de Moretti es deslumbrante, no solamente por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta, por cómo es su cine, digamos, si es que se puede separar carne y piel, alma y cuerpo. No creo que me hubiera tocado como lo ha hecho si no percibiera su esencia particular, extraña, de superponer estilos, registros actorales, encuadres, el desenfado inusual de las situaciones y cómo las resuelve. La escena del niño nadando en la piscina de La messa é finita, la de él viendo bailar a sus padres, o el grupo de amigos esperando ver nacer el sol, que nace justamente de lado contrario de donde ellos esperan en Ecce Bombo, y podría seguir y seguir, son de una calidad cinematográfica innovadora, ajustada a lo que cuenta, esencial, y podría seguir y seguir adjetivando. Yo también creo que es necesaria una manera de analizar el cine que no dependa de los gustos estrictamente subjetivos ni tampoco de una imposible objetividad, pero también es cierto que me duele no poder compartir lo que me hace feliz con quienes quisiera hacer felices. Ahí reside todo tal vez, creo, no tanto en cómo cada uno ve lo que ve, sino en la imposibilidad, como en el amor tantas veces, o en la amistad, o en la creación, de ser uno, uno solo. Esto es lo que logro balbucear ahora, a esta hora, tal vez mañana pueda decir algo más. Un gran abrazo y disculpas por lo del fb.
Me encanta!!
Esta fue la carta de Roberto:
Hola Roger, cómo estás. Te escribo porque, además de que me interesa mucho todo lo que escribís y cómo lo escribís, con inteligencia y corazón, a veces, muy pocas, disiento con tus opiniones, cuando, por ejemplo en el caso de Moretti, tus frases me suenan demasiado generalizadas, como si te pusieras en el lugar de quien dictamina qué es lo mejor para los demás, al decir por ejemplo que Caro diario es su única gran película. Yo hubiera escrito que para mí es su única gran película, o sea para vos. En cambio, para mí, Eccce bombo es magistral y fue una cachetada de vitalidad y gracia en el cine italiano y marcó historia y a una generación, como se dice, y Io sono un autarchico es una de las expresiones más anárquicas y desenfadadas que vi en mi vida, y La messa é finita un filme dolorosísimo y de una puesta cinematográfica novedosa y bellísima y para nada imprecisa, que La cosa es una reflexión desgarradora de la crisis de los ex militantes del PCI, y que Bianca es otra de las reflexiones profundas sobre la desesperanza del amor en el cine; coincido en que Caro diario es una gran película, pero Aprile o Palombella rossa también lo es, y si no recordá la escena de la piscina en PR. También creo que La stanza del figlio es un gran film, delicado y fuerte, pudoroso y seco. La escena en HP de Cambia todo cambia es deliciosa, para mí, desconcertante y con esa emoción leve que solamente los grandes autores consiguen dar. Como ves, para mí Moretti es un grande, un grande, no solamente por los temas que trata o cómo los trata, sino porque elabora un discurso cinematográfico, un modo de relatar personal y aún ahora novedoso. Está enraizado con mi vida, como el primer Woody Allen, no por cierto el último, con quien comparte el desconsuelo y una especie de distacco esencial. Un abrazo. Roberto
Ah, Roger, qué lindo es esto. Me quedé pensando mucho, como en un remanso con un buen paisaje alrededor. Abriste un espiral interesantísimo, sobre la mirada y los gustos y el reflexionar sobre el cine o sobre el arte, y quisiera agregar algunas cosas, tal vez muy rústicas. Es medio elegido esto: quisiera escribir ejemplos claros como el agua, para seguir con lo del remanso. Luego profundizaré sobre lo que escribiste, quiero decir que necesito tiempo para darle vueltas y vueltas y ahora quedé enredado en los múltiples ecos que despertaste en mí. A ver: yo no podría hacer comparaciones cualitativas entre Hitchcok y Fellini respecto a sus respectivas gramáticas cinematográficas. Creo que no existe una ni mil, existen una por cada autor y a veces una por película, aunque todas tengan algo del sello personal de su director. Lo que sí puedo decir es que me gusta más o menos, que me parece mejor o peor La dolce vita que Psicosis, o que pondría primero a El ciudadano en mi lista de mejores películas… Tampoco puedo comparar a Benigni con Moretti porque como cine Benigni para mí es inexistente. Me enredo. Veamos: no puedo comparar Bellocchio con Moretti, son dos mundos en sí. No puedo contraponer Vértigo o I pugni in tasca a Habemus Papam porque simplemente no se me ocurre, cada uno tiene su propia contundencia. Sí puedo elegir entre una y otra y decir que me gusta más Caro diario que La nodriza, pero respecto a sus cualidades cinematográficas no hallo a una más sólida que la otra. El problema para mí es cuando, por ejemplo, en seres con una sensibilidad semejante, se juzga de maneras tan disímiles filmes o escenas. Quiero decir: la escena de Habemus Papam de Mercedes Sosa para mí es encantadora y para vos demasiado edulcorada o concesiva. Ahí no hay entendimiento posible, ahí se choca con algo, un núcleo brillante y duro, de obsidiana, que no puedo menos que llamar el gusto o la afinidad electiva del que opina, del que elige. No hay vuelta. Ese es el punto que me desconcierta, porque quisiera que todo pudiera ser acordado, que aún en el disenso todo pudiera conducir piano piano a la aceptación y la coincidencia y por ende al placer compartido, y sin embargo choco contra ese nudo en el que nada puede sacar al otro -ni a mí mismo- de la barricada del gusto, de la historia personal incorporada al juicio sobre lo que gustamos y vemos. No estoy haciendo una apología del gusto como método crítico. Es más bien lo contrario, como una desesperación que me agarra por tantas veces no poder convencer, engatusar, seducir a mi gente amiga y querida para que sientan y compartan de la misma manera, con la misma intensidad, mis placeres y desagrados. Y viceversa. Un abrazo.
Roberto
Querido Roberto: a mí también me encanta; me cuesta seguir paso a paso los intercambios porque no tengo Internet en casa; administrar el blog ha sido siempre muy complicado y además tengo múltiples trabajos que me requieren en la web. Todo se complica.
Está muy bien lo que decís porque exige pensar a fondo un tema clave: el de la inconmensurabilidad y el posible o no criterio de nivelación entre las películas. Tengo la impresión de que hay buenos argumentos para sostener ambas posiciones.
La distancia entre Benigni y Moretti es similar a la que puede existir entre Roger Federer con una raqueta en la mano y yo jugando al tenis con mi vecino. Pero no sucede lo mismo entre MB y NM; allí parecería existir mayor cercanía, no sólo por la nacionalidad sino por cierta sensibilidad política y cultural. De allí mi comparación.
El problema es el siguiente: cada vez que escribo sobre un film, si no sólo parto de mi gusto, en algún sentido miro y evalúo en torno a un juego de comparación entre una existencia (un film) y otros existencias (otros filmes), en el que secretamente opera una intrusión que ordena la experiencia a propósito de categorías que ven mayores conquistas sobre el arte cinematográfico. Pero a la vez, no hay platonismo, ni debe haberlo: una obra perfecta por la cual se mide el acercamiento de ésta respecto del ideal platónico de lo que supuestamente debería ser un film. El problema de la universalidad debería asentarse en otra vía.
Seguirá la conversación. Me temo que estoy en medio de un atolladero y exceso de trabajo y compromisos de futuros textos con cierres cercanos. Por eso me impongo detenerme aquí. Ayer no lo hice, y en la hora que me quedaba mientras proyectaba la extraordinaria película de Kwan, La actriz, te respondí a las apuradas. Me costó tener que levantarme a las 6.00 para entregar un trabajo.
Veremos cómo sigue todo esto. Por lo pronto, lo escrito hasta aquí, justifica la alteración de mis compromisos y plan de trabajo.
Abrazo.
RK
Más que lo justifica, Roger!!!
Lo enaltece; a vos, al blog, a Roberto – al que leo seguido por este blog- Y me toca además en lo personal, ya que estoy escribiendo un texto para este sitio- y que a partir de este intercambio será seguramente modificado- sobre los cómo y porqué de los canones personales, nacionales, internacionales,como prólogo a la pregunta sobre los mismos que me hicieras hace semanas.
Ahh y gracias por la invitación!!!-
Y lo incomensurable se abre, siempre, amigos.
abrazos a ambos
Alejandro Ricagno
Interesante perspectiva abren los dos… Aunque creo que han llegado ese punto donde la espiral se une, en principio y fin. La inconmensuarbilidad de la experiencia cinematográfica, a la que se refiere Roger; es también la que despierta en un alma sensible como la del querido Roberto; esa necesidad, esa voluntad irrefrenable de unidad, de goce estético compartido, de experiencia total. Lamentablemente, ese camino tan recto (el «ideal Videliano»), se presenta como imposible. Pero afortunadamente, en la deriva del goce estético, también es posible rozarnos, tocarnos, compartir ciertas cosas y otras no; y también transformarnos. Y siguiendo la idea de Alejandro, lo inconmensurable se vuelve medible en la escala de las personas, de las experiencias de cada uno, de sus heridas y sus placeres. De sus posibilidades, de la capacidad de las mentes de abrirse a nuevos desafíos. Habría que preguntarse, también hasta que punto es necesario enunciar una idea en la forma de un juicio de valor. Aunque de los juicios de valor está hecha la crítica. Me parece conmovedora y lúcida la urgencia de Roberto, cuando se propone derribar «las barricadas del gusto». Tal debería ser, me parece, el título de ésta enriquecedora cadena de reflexiones.