ARGO
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
EL PATRIOTA DELICADO
Argo, EE.UU., 2012
Dirigida por Ben Affleck. Escrita por Chris Terrio.
** Válida de ver
La tercera película de Ben Affleck confirma que es un director de cine, un actor simpático pero limitado y un buen americano
Argo es una película encantadora. En septiembre, en el festival de San Sebastián, con la presencia del también encantador director y actor Ben Affleck, el público aplaudía de pie. El despegue de un avión desde un aeropuerto iraní con seis almas aterrorizadas y un especialista de la CIA en fugas precipitó la ovación. La tribuna entendió de inmediato el código: no tiene sentido apelar al vetusto antiamericanismo frente a esta pieza (cómica) de suspenso. Desterrada cualquier potencial veleidad, por el glamour de sus intérpretes Argo puede ser un hit hasta en Teherán y Caracas. La seducción es imbatible.
La historia real es de película y su versión cinematográfica lo es todavía más: seis diplomáticos estadounidenses refugiados en la embajada canadiense tras la toma de la embajada de su país en Teherán (el 4 de noviembre de 1979), simulando ser un equipo de filmación canadiense consiguieron eludir los férreos controles militares y escapar en un Boeing de Swissair rumbo al mundo occidental. Recién en 1997 se reveló el procedimiento y la estrategia empleada en la misión de rescate.
¿A quién se le podría ocurrir una fuga semejante? Al agente federal Tony Mendez (Ben Affleck). Un plan tan irrisorio como singular: con la ayuda de John Chambers (John Goodman), responsable del maquillaje de El planeta de los simios, y Lester Siegel (Alan Arkin), un productor y director (invención del guión), concibe el falso rodaje de una película clase B de ciencia ficción llamada “Argo” y un viaje en búsqueda de locaciones al país entonces liderado por el Ayatolá Jomeini. ¿Delirante e inverosímil? Hollywood inventa, la CIA produce: la sinergia entre la fábrica de los sueños y la agencia de inteligencia no es una novedad, pero aquí alcanza una exposición insólita.
Affleck es un director interesante. Aquí demuestra cierto oficio para trabajar sobre el montaje paralelo. Tanto en la toma de la embajada como en el escape final (pasajes clave y en tiempo real), Affleck gestiona el suspenso a través de un pertinente cruce de escenas; el ritmo y el sentido están en la unión de los planos, y los efectos especiales brillan por su ausencia. ¿Cine clásico? Affleck no es D.W. Griffith, la distancia entre ellos es inconmensurable, pero sigue airosamente sus pasos en clave de entretenimiento.
En este sentido, toda la secuencia en la embajada estadounidense es notable. No hay música extradiegética, excepto al inicio y al final, y en ambas ocasiones se trata de un acompañamiento tenue y breve. Aquí predomina una voluntad realista de la representación, la que se repite en todas las escenas que involucran interiores en edificios estatales. Affleck elige el plano secuencia como forma de transitar el espacio estatal, coreografías mínimas que implican cierto dominio y coordinación entre el desplazamiento de actores y los movimientos de registro.
El misterioso cameo del director Rafi Pitts (quien figura en la lista de agradecimientos) como un administrativo del consulado iraní en Turquía que le otorga la visa al personaje de Affleck, parece una escena extrapolada de la subvalorada y extraordinaria The Hunter, de Pitts. Tal vez no sea la única influencia reconocible del director iraní ahora radicado en París, pues una de las protestas en donde los manifestantes marchan sobre el pavimento de una calle pintado con la bandera estadounidense remite directamente al inicio de The Hunter, como también algunos encuadres elegidos para registras los edificios y las calles, en especial una panorámica en la que Affleck está en el balcón de su hotel mirando hacia al horizonte. Esto sugiere que, entre otras cosas, Affleck tomó los recaudos suficientes para reconstruir una versión detallista de Teherán en aquella época. Es ostensible el deseo de verosimilitud edilicia, de allí que en los créditos finales no sólo se ven fotos comparativas entre los protagonistas reales y los actores, sino también fotografías reales de la embajada y las calles y la reconstrucción exhibida en el film. La admirable fidelidad arquitectónica, no obstante, contrasta con la antropología cultural reduccionista.
En efecto, se dirá que poco importa la representación de los iraníes como una horda fanática, criaturas violentas y desconfiadas, seres tan primitivos y rudimentarios que al mirar el storyboard del supuesto film parecen simios sorprendidos por un dibujo lleno de bananas. A partir del despliegue de simpatía de los personajes de Goodman y Alan Arkin y de la pureza moral del héroe interpretado por Affleck, no es difícil adivinar dónde encarna la verdadera humanidad.
Affleck se revela no sólo como un director ligado al cine clásico (al menos es lo que intenta), sino también como un patriota. Lo suficientemente liberal y demócrata para señalar la genealogía de la crisis de los rehenes y la revolución islámica pero demasiado convencido de la magnanimidad de sus compatriotas y de la grandeza del cine de Hollywood.
Es que a medida que Argo avanza en su relato nos pide paulatinamente nuestra complicidad. Sus rehenes, los fugitivos, los tipos buenos en el seno de la maligna CIA, los momentos cómicos entre Goodman y Arkin, los muñequitos en la repisa del hijo de Mendez, con figuras de Mr, Spock y Obi-Wan Kenobi, precipitan la confianza necesaria para poder sentir que podemos ser parte de ese universo simbólico. En el fondo, se trata de una suspensión lúdica y emotiva de la (crítica) política en nombre de la aventura y un discreto humanismo californiano (y como tal, a pesar de su afán universal, etnocéntrico). ¿No será demasiado?
Como mi colega Jay Kuehner, estaría encantado de ver una versión del mismo episodio en manos de Mohsen Makhmalbaf. Patriotas hay en todos lados.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de octubre 2012
Roger Koza / Copyleft 2012
Roger, es interesante que nombres a Makhmalbaf (y ya que estamos, invocamos a su hija Zamira también) porque si bien no vi la película, decís que la visión del iraní según Affleck es la de «una horda fanática, de criaturas violentas y desconfiadas, de seres tan primitivos y rudimentarios que al mirar el storyboard del supuesto film parecen simios sorprendidos por un dibujo lleno de bananas», pues, salvando las distancias estéticas y simbólicas, es exactamente esta misma versión del «iraní» (y el árabe; más bien, de la cultura musulmana en general puesto que los iraníes son persas) que muestra o suele mostrar la familia Makhmalbaf en sus películas: en «el ciclista», «el caballo de dos piernas» y «la pizarra» por ejemplo, no hay una representación muy distinta a ésta que enumerás de Affleck salvando, una vez más, las distancias artísticas entre unos y otro
Gustavo, no creo que aquí entren en discusión aspectos estéticos y simbólicos para ver paralelismos y diferencias, entre la visión de Mohsen y Samira (que no Zamira) Makhmalbaf y Ben Affleck , a propósito de retratos del ser y sociedad iraníes. No entiendo la verdad a qué te refieres con aquello de «…y el árabe; más bien, de la cultura musulmana en general puesto que los iraníes son persas…». Te informo que no existe tal cosa como cultura musulmana más allá de una religión comparatida por individuos de tres continentes distintos y grados distintos de color de tez, ojos y realidades socioeconómicas. Los iraníes también son conocidos como persas, pues sí ¿Y eso que tiene que ver con lo árabe y la «cultura musulmana»? Ni «El ciclista» ni «La pizarra» ni «El caballo de dos piernas» versan sobre un abarcador retrato del universo iranio, sino detalles concretos que bien pueden extrapolarse a otro refugiado extranjero, otro profesorado en situación límite y otra infancia víctima de conflictos bélicos que metafóricamente sirven de parábola como «La Pizarra». Eso podría suceder tanto en Irán como en otra zona del planeta, salvando distancias. Lo de Affleck y su poca equilibrada mirada, huérfana de objetividad, es harina de otro costal.
Gustavo: entiendo el punto, pero los matices en MH existen, sobre todo en El ciclista. Las películas de su hija, excepto por su ópera prima extraordinaria (La manzana) y su segundo film (Pizarrones) que son diferentes, el resto y la última es lamentable cómo trabaja e insiste en lugares comunes. Por otra parte, no tengo una mirada negativa sobre Affleck como director; el problema de este film pasa por la falta de balance entre lo político y el entretenimiento. Saludos. RK
Ps: Y tampoco me parece un tronco como actor.
Affleck trabajó con Pitt (Raffi) en la película. De hecho, fue Pitt el que coordinó la secuencia de filmaciones en 8 y 16 milímetros de la toma de la embajada. Affleck repartió cámaras a los que estaban allí y los dejó filmar en medio de la turba.
Es muy difícil no mirar la multitud que tomó la embajada como a una turba violenta, etc, etc. Aquí no hay una mirada del mundo musulmán. Aquí hay un asimiento a los documentos provistos por la secretaría de estado y las agencias de noticias que estaban allí.
De todas maneras, me parece mucho más moral, si se quiere, en términos de plano, actitud, la escena del Bazar, donde la escalada de violencia si parece injustificada. De todas maneras, hay algo importante en Affleck, que es mostrar los «gestos» de USA como un primer ataque. En el caso del Bazar, la fotografía, en el caso de la política internacional, llevar al Sha a Estados Unidos.
Los disparadores de violencia tienen esa punta de iceberg, que en realidad oculta un entramado de operaciones negras aún conservadas en bolsitas de plástico en Virginia. El departamento de estado se pregunta en este momento si no será demasiado que Argo esté en las pantallas y que se estrene arriba Zero Dark Thirty, que ya circula con otro nombre y otro trailer, y corre peligro de pasar a cuchillo.
Excelente manejo del suspenso y notable dirección de actores de Affleck. Las escenas realmente infames y patrioteras son las de «ahora sabrán que somos los buenos» y la conversación sobre la medalla cerca del final, encima musicalizadas por Alexandre Desplat, responsable de los peores momentos de Argo y The ides of march de Clooney, espero que Bigelow pueda domarlo en Zero Dark Thirty
JC: y no te olvides de algunos acordes de Mark Isham. Coincido contigo: la música es espantosa. Excepto Van Halen y D. Straits.
Pecho: no tengo tanto entusiasmo con Argo, y no creo que en La Casa Blanca estén muy preocupados con el éxito del film. Y menos creo que teman con el film de Bigelow, sobre todo después de sus dichos en la noche de los Oscar, propios de una patriota convencida. Veremos. Ojalá me equivoque, aunque políticamente no espero absolutamente nada de Hollywood y sus liberales buena onda. Abrazo.
Por favor, me dejan salvar tambien a When the leeve breaks de Zeppelin en Argo? Gracias! Incluso, esta hasta milagrosamente bien puesta la cancion con respecto al momento y a sus imagenes. Por lo demas, coincido con ustedes, la musica resta mas de lo que suma. Abrazos!
Sí, muy bien esa elección. RK
Roger: no creo que teman (el Departamento de estado, digo) la presencia de Argo o el estreno de Bigelow. Los controlan, los absorben, los financian. Argo es una gran película, que pasará al olvido como pasó al olvido Zodiaco de David Fincher. Grandes películas sobre una «forma de hacer las cosas». De hombres que hacen la diferencia porque se dan cuenta en un instante que la solución es simple pero necesita coraje. Y apoyo institucional. En este mundo de vendedores de humo «alla classica», perfiero Argo a otras cosas que circulan por ahí. Como vos lo dijiste, es una cuestión de «perspectiva», de maneras de mirar el mismo mundo. O la misma guerra. El mundo iraní es diferente a cualquier otro mundo musulmán y lo sabés. Fijate que Affleck toma como punto de partida una historia donde no muere nadie. A partir de ahí, se puede ser todo lo políticamente incorrecto que se quiera.
Abrazo grande
Querido Pecho: entiendo amigo, pero no obstante, no veo que Argo sea la gran película que ves (Zodiac sí lo es y es la única de Fincher, por cierto, que me parece una gran película); sí es un film atendible.
Sobre la voluntad de un hombre cuya decisión altera un sistema, sólo querría señalar que es el mito americano por excelencia, y tampoco estoy seguro que así sea.
El problema del film, a mi entender no es sólo político, o en todo caso, lo político implica y obliga aquí una estética del lugar común: música, una modalidad de representación de la familia, la bandera, la relación entre la fantasía y Hollywood.
Tengo la impresión, por otra parte, que el film reverbera en el imaginario de una generación, la mía y la tuya. Es como si Argo y sus mitos pertenecieran a nuestro pasado. Insisto, al respecto, con mi lectura sobre el humanismo californiano y su pretensión de universalidad. Muchos de nosotros, sin darnos cuenta, nos creemos americanos. Affleck, así, es nuestro hermano. Y de ese juego de espejos, amigo mío, me bajo. No creo que ser un trosko por eso, y menos aún un buen argentino. Pero no quiero ser estadounidense, y no me impide reconocer que John Wayne no es Ronald Reagan. La cinefilia no es patriota, dirían nuestros amigos peruanos, pero esa afirmación tiene múltiples aplicaciones. Ninguna argentinidad al palo, pero tampoco una adopción festiva del ser «americano», o el grado cero de ideología en la estética de moda.
Abrazo. RK
Coincido en notar el simplismo antropológico por Irán en la película, y lo que estoy por mencionar no cambia esa idea, pero en las protestas durante la crisis en los Estados Unidos también llegan a producirse algunas animaladas (como cuando unos protestantes patean en el suelo a un disidente, que no recuerdo si es material televisivo real), y por otro lado hay cierta preocupación por exponer cada tanto la ideología detrás de las acciones iraníes, en las conferencias de la chica que aparecen cada tanto (y que en una oportunidad está innecesariamente montada con la falsa ejecución que le hacen a los rehenes). Sólo esos dos matices que, repito, no modifican casi nada la postura final de la película.
J: gracias por recordar la ejecución falsa. No es menor. Saludos. RK
Coincido en que la película es bastante floja, claramente inferior a las muy correctas anteriores incursiones del Affleck director. Sin embargo, lo que más molesta no es el americanismo (por otro lado anunciado ya desde el siempre ponderado «basado en hechos reales»), con sus betustos postulados acerca de «Oriente», sino lo que yo veo como una indecisión formal y una pereza narrativa muy patentes, como si en ningún momento la pelicula encontrara el tono ni el ritmo adecuado a lo pretendidamente «épico» de lo que se muestra. Prueba elocuente de eso es el horrible uso de la música y las ridículas caracterizaciones de los personajes de Goodman y Arkin. Demosle otra oportunidad al buen Affleck…
Saludos, maxi
Maxi: no la veo tan floja, pero menos aún la veo como una epifanía clásica que revive un viejo cine. La indecisión y la ambivalencia es constante, por eso es el inicio es tan bueno, pues hay sí se percibe coherencia formal y narrativa.
Es cierto que Arkin (sobre todo) y Goodman son más que personajes estereotipos, pero son simpáticos…
Affleck sigue siendo un director interesante. De más está decir que prefiero, por poner un ejemplo que responde a ningún capricho, Argo a Batman.
Saludos.