AMOR / AMOUR
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
LA TERNURA DEL ENTOMÓLOGO
Amor / Amour, Francia-Austria, 2012
Escrita y dirigida por Michael Haneke
*** Hay que verla
Es una moda nacional e internacional odiar a Michael Haneke y un hábito que gane premios en festivales; su última película muestra un dominio ostensible por parte del director de la puesta en escena y de la dirección de actores.
¿Es posible que Michael Haneke haya rodado su primera película romántica? ¿Una película de amor? ¿El entomólogo del malestar europeo es capaz de observar gestos de ternura en sus criaturas? Sí, pero en clave de luto.
No es fácil ver morir en la pantalla, y quizás por eso el magistral plano secuencia inicial en el que los bomberos intentan entrar en un departamento con las puertas encintadas termina con una mujer muerta reposando en su cama. De esto se tratará el film; es un aviso, aunque esa introducción devela también un ritual secular. Algunos pétalos de flores rodean a la muerta. La cama se ha convertido en altar. ¿Quién era? ¿Qué hacía? Es posible que haya otro muerto, la escena lo insinúa, pero jamás lo veremos. Sí sabremos, más tarde, quién es.
Ese plano inicial es caligráfico y característico de Haneke: los movimientos de cámara sobre el espacio interior del departamento son precisos y la secuencia remite un poco a ciertos pasajes de Código desconocido. A los pocos minutos, uno conoce de memoria toda la casa.
Después de ese plano siguen unos cinco planos placenteros: Georges y Anne van al concierto de un discípulo que interpretará a Schubert. Ellos son músicos, ahora jubilados. De regreso a casa viajan en tranvía. Probablemente hablen del concierto, pero lo que importa aquí son sus gestos. Esa pareja constituye un dueto ante nuestra mirada. El desayuno de la mañana parece normal, una rutina amorosa, hasta que Anne experimenta un trance, un vacío: quedará desconectada por unos minutos del mundo y sin previo aviso regresará. De allí en adelante lo que se verá es su progresivo camino crepuscular, un vía crucis orgánico: la irrupción de una enfermedad inesperada, la humillación de la degradación, la impotencia de la única hija de la pareja y el amor de un marido que simplemente acompaña, todo eso se mostrará con la perspectiva justa para no hacer de la podredumbre una hipérbole existencial.
El amor según Haneke implica acatar una responsabilidad ineludible pero tomada bajo el ejercicio del libre albedrío. La adversidad es total, y tanto Anne como Georges lo saben desde el principio. Se avecina lo peor, pero el amor es aquí la acción conjunta de una resistencia digna. Georges, llegado el momento, tomará una doble decisión capital. En este sentido, Amor es la inversión exacta de la familia que decide suicidarse colectivamente en El séptimo continente, la extraordinaria y pertubadora ópera prima de Haneke. El nihilismo de antaño aquí está eclipsado. El deseo de existir persiste en la medida en que las condiciones físicas de existencia estén garantizadas. Naturalmente, tratándose de una pareja de clase media europea, las condiciones materiales están garantizadas. 870 euros por tres jornadas de trabajo es lo que se le pagará a una enfermera, instante en el que asoman discretamente el desprecio de clase y el antihumanismo paradójico de Haneke (cuya versión cómica está al principio, cuando a Georges le parece absurdo y molesto el entierro de un amigo cercano, musicalizado con “Yesterday”).
Como en otras películas de Haneke, la vida onírica juega un rol tanto en la economía libidinal de los sujetos como en la economía narrativa. La secuencia onírica de Amor remite un poco a los escenarios lynchianos. Haneke demuestra su talento para el horror. El sonido de un timbre, la inundación de un pasillo o una mano bastan para trasmitir el reordenamiento psíquico frente a una experiencia traumática. Soñar el horror es, curiosamente, un modo de conjurarlo.
Pero Amor no sería el film que es sin Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva. La interacción verbal es notable. Cada línea se pronuncian en el tiempo necesario. Allí está la música del film. Incluso ver almorzar o cenar a la pareja constituye un acto de gracia. Haneke ha comprendido que la clave de su film pasa por entender y registrar el acoplamiento de dos personas diferentes que han aprendido a vivir juntos desde hace décadas. Filmar esa relación entre cuerpo, tiempo y palabra es su principal virtud. Ese ida y vuelta entre una señal que emite Georges y la respuesta que le devuelve Anna y viceversa es el misterio de Amor. Y existe, además, un plus que proviene, sin duda alguna, de una dimensión extracinematográfica. Trintignant y Riva no componen sus personajes desde un estudio o un trabajo de investigación. El método es ontológico y no se trata precisamente de un trabajo sobre la memoria emotiva del intérprete. Los dos actores redireccionan al servicio de la ficción un saber de primera mano. Esto no se obtiene por una vía hermenéutica sino por la experiencia directa de los achaques del envejecimiento.
Después está la famosa paloma que visita la casa en dos oportunidades. Los hermeneutas verán signos del más allá, una metáfora de la vida, la muerte, lo perverso. Ese pájaro espantoso, ave burguesa por excelencia, probablemente no tiene ningún mensaje. No es una paloma mensajera. Es un bicho de mierda que irrumpe. Su presencia es azarosa, acaso una distracción misteriosa en una película que en varios pasajes parece perfecta.
Esta crítica fue publicada en la revista La tempestad de la ciudad de México durante el mes de noviembre 2012
Roger Koza / Copyleft 2013
Es difícil escribir sobre «Amour» sin repetir los adjetivos escritos ya por todos sobre la película. Lo que me gustó y conmovió es su sequedad, distancia cuando corresponde y presencia cercana donde debe. No le escapa a nada que pueda doler pero se cuida muy bien de hacer llorar. Grandes actuaciones, tan pequeñas que parecen vida pura, o sea también horror puro. Y no se puede menos que pensar, y saber, que los actores están también hablando de sí, mostrándose, anticipándose a su propia muerte. Recuerdo cuando en «Hiroshima, mon amour» Emmanuelle Riva gritaba, en el bar, «¡Qué joven fui un día!». Este filme parece un homenaje a esa frase, salvo que ahora ella tiene 85 años y no 31. Y Trintignant era el jovencísimo iniciado por Gassman en «Il sorpasso». En fin… Con pudor avanzo, deslizo, dos pequeñas fallas a mi ver que tiene la película: la historia de la paloma está al borde de ser demasiado simbólica, como si tuviera que contener todo el filme, y, aunque es fuerte y bella, no agrega nada esencial en una narración en que nada sobra. El otro problema es el rol de la hija: Isabelle Huppert está bien pero su personaje no es creíble, o está tan recortado que no logra insertarse en la historia de un modo más real. Aun los hijos más egoístas habrían intervenido de otro modo en el drama que sucedía. El planteo de que él se haga cargo de 4 días a la semana de atenciones y cuidados también deja que desear -no tendría la fuerza necesaria para hacerlo- porque en el departamento nada se deteriora como debería, y en ese sentido el film «Nadie sabe», de Kore Eda, es más riguroso. El peinado de E. Riva también es demasiado perfecto por tres cuartas partes del filme, pero eso lo veo casi como un regalo de Haneke a la coquetería de esta actriz maravillosa y valiente, que no entiendo cómo no ganó el Oscar, pues está a años luz de todas las otras. Por último; también Bergman en «Sarabanda» -y en otras películas- describió con valor el deterioro, la vejez y el amor/desamor. «Amour» es un filme bellísimo de todos modos, inquietante, que nos enfrenta con nuestra vida y con la muerte.
Querido Roberto: el último párrafo de mi crítica intenta ser preciso sobre el problema de la paloma. Me parece pertinente tu señalamiento sobre Huppert. Y es verdad lo de Saraband, aunque creo que allí vence la misantropía sueca. Abrazo.
«Es un bicho de mierda que irrumpe», me encantó.
Querido Roger:
No comparto tus apreciaciones sobre esta película pero, como siempre, lo que escribís me permite pensar y aprender. Sólo señalo una cosa: en la introducción sostenés que «es una moda odiar a Haneke», algo sobre lo que luego no volvés. Me pregunto si no puede verse como una manera de descalificar a quienes tenemos una opinión diferente sobre AMOUR, dando a entender que lo hacemos por moda y no con fundamentos sostenidos.
Sobre lo que dice Roberto: me parece que justamente la situación con la paloma tiene el mérito de «estar al borde» sin decodificar con claridad sus posibles sentidos. Adimitamos que en el registro preciso y minucioso en el que se mueve Haneke, todo el asunto de la paloma -como ese incidente curioso de una ventana que queda abierta para su paso- rompe un poco la marcha arrolladora del relato hacia una culminación que se conoce desde el principio.
Por otro lado, y retomando un poco lo que se señala en la crítica, la meastría de Haneke, su perfección narrativa y su lucidez conceptual pueden a veces, creo, resultar agotadoras -tal vez en La cinta blanca esto sea más notable-. No creo que este sea el caso de este film, en el que el director se permite explorar otras dimensiones de los vínculos entre sus criaturas y en las que encuentra afectos desconocidos o inadvertidos en sus obras previas.
En el momento que la paloma pasea por el depto, pensé que Tritignant le iba a dar tremendo pisoton. Pero no! Cuando le tira una manta arriba para atrapala crei que despues la aplastaba contra algo. Pero no! Haneke se nos ablandó… por suerte? ummmmm
Saludos!
FELIZ CUMPLEAÑOS ROGER¡ Y gracias gracias gracias por tu prodigalidad para con todos¡
Suscribo lo que sostiene el primer Fernando, a mí también me encantó lo de «bicho de mierda que irrumpe…». Aunque debo decir pensé lo mismo que Cozza, que Trintignant le tiraba la frazada y arrojaba la paloma con cierta ira contra la pared o la ventana misma, porque las palomas no son inocuas (por decirlo así), son sucias. Me parece que la película –aún con esos momentos que se acercan a la estética del cine de terror o por eso mismo– es una especie de tratado del amor en su modalidad terminal. ¿Qué situación amorosa no pasa por muchos de esos estadios? Desgano, ternura, cuidado del otro, cuidado de sí, enojo, desilusión, necesidad de complacer, preocupación, vulnerabilidad, comprensión…
¡Feliz cumple, Roger!
edf
Querido Fernando: no me parece que el copete inicial se trate de una descalificación para quienes no coinciden conmigo. Es un estado de situación: dos revistas le declaran la «guerra» a un director; un festival y no sé muy bien cómo llamar a la Academia, premian a Haneke. Sinceramente, no me siento en ninguno de los dos extremos. Sé que mucha gente desprecia y cree que este film es una pavada, cruel, manipulador, etc. Y me parece bien; leo con atención a quienes critican en contra de Amour; a veces aprendo, otras veces no. De la pose poco hay para aprender.
Todo lo que escribo es lo que pienso sobre un film, y siempre estoy dispuesto a una revisión y una crítica propia y externa sobre lo que publico. Y no tengo deseo alguno que el resto de los mortales piense como yo. Quiero sí poder expresar lo que pienso, y al hacerlo sé muy bien que entro a un espacio abierto y sin fin de discusión. Por eso, no creo que necesite descalificar a nadie. Saludos. RK
De ninguna manera puedo llegar a pensar que tu intención fue descalificar a quienes no coincidimos con vos, de hecho no es lo que dije. Lo mío era, si se quiere, un llamado de atención sobre cierto tipo de expresiones lamentablemente habituales en el medio: la de sostener que si alguien tiene sobre una película una mirada distinta a la de uno es por moda, snobismo, ignorancia, etc.
Gracias por responder.
Ale: no me parece que MH esté más blando y benevolente. Lo que se ve aquí es impío.
El tema palomas está casi cerrado: es una idiotez, puro ruido semántico que no agrega nada de nada.
Tengo la impresión de que gran parte del rechazo que provoca el film tiene que ver con la vejez y la muerte. Entiendo muy bien las objeciones, no las puedo hacer mías.
Como me dijo Denis Cotê: «Haneke tiene un sentido del corte como pocos». Eso es extraordinario en el film, y se ve perfectamente en la primera escena y en otras. Así vi el film un año atrás. (No lo volví a ver).
No soy devoto de los cineastas de la crueldad (Haneke y Dumont), pero sí puedo reconocer lo bueno que hacen. Entre El día de la marmota y Amour prefiero ver la primera mil veces. Y aún así, hay cosas valiosas en los filmes de Haneke. Hoy, la corriente dice que hay que denostarlo. En esto, como en otros temas, prefiero tomar otro camino. Y ni siquiera me interesa ir en contra de la corriente. Ni Coca, ni Pepsi.
Saludos.
RK
Acuerdo en líneas generales con la crítica, pero la paloma puede o no ser un pájaro de mierda o el símbolo de cualquier cosa. «Porbablemente» no tiene ningun mensaje, pero el hecho de que quizá lo tenga ya puede molestar. Por lo demás, me molesta toda la pátina culturosa del film, los cuadros, la música. De más…
Saludos,
L.
Hubo un tiempo en que era obligatorio ver los soporíferos films de Peter Greenaway, por suerte pasó… Entiendo que ciertos directores se ponen de moda y que muchas veces la crítica los pasa al olvido con la misma desconcertante facilidad con la que los entronizó poco antes.
¿De qué se tratará la reacción contra Haneke que menciona R. K.? ¿Será otra moda de ciertos críticos que da vueltas como una perinola o será producto del efecto de incomodidad y desasosiego que supone enfrentarse con su cine? Lo ignoro, pero supongo que al alemán le debe generar más satisfacción que muchos aplausos.
Estoy un poquito atrasada con el comentario…pasa que recién la semana pasada vi la película. Curiosamente, me encantó la bendita y nunca mejor comentada escena de la paloma. Coincido en que «es un bicho de mierda que irrumpe». Sin embargo, en ese momento – como en tantos otros- me pareció un vehículo (como todos los que se suceden en la peli) para mostrar de manera conmovedora la torpeza que trae consigo la vejez. Lo dificultoso que se vuelve resolver todas las cuestiones prácticas y domésticas para cualquier viejo. Lidiar con la paloma se convierte en una hazaña complicadísima, al igual que todo lo que tiene que hacer para seguir llevando a cuestas la opción elegida. Lo dejo aquí porque tampoco se trata de hacer hermenéutica avícola.