IRREVERENCIA Y LIBERTAD: LILIANA PAOLINELLI HABLA SOBRE AMAR ES BENDITO
Por Roger Koza
Un poco de insolencia, de falta de cálculo y conjura de las fórmulas probadas siempre vienen bien en el cine. La tercera película de Liliana Paolinelli, Amar es bendito, es una rareza en el panorama del cine argentino actual. No es un film que llega bajo la égida de un festival importante; su legitimidad e independencia es de otra naturaleza. Tampoco pretende ser una película que viene para arrasar con la cartelera, lo que no significa que su relato sea abstruso y su lenguaje cinematográfico rebuscado. No será un film para las masas, pero no por eso deja de ser, misteriosamente, una película popular.
En principio, Amar es bendito se presenta como un melodrama lésbico no exento de humor y giros inesperados en su relato que funciona también como una indagación desprejuiciada acerca del deseo en clave femenina. Una pareja de mujeres, tras siete años de estar juntas, descubre que está atravesando una crisis. En verdad, Mecha ha conocido a Ana Laura, y Ofelia, de pronto, se entera de que su enamorada le ha sido infiel. De allí en adelante, se intentará de todo: sumar a otras, incluso a un otro al núcleo amoroso.
Gran película de Paolinelli. La clarividencia de su directora pasa por mostrar los límites del vínculo amoroso, sabiduría tardía que llega en el relato como un relámpago inesperado de lucidez. Bastará una estrofa musical proveniente casi de un mundo paralelo, para que un personaje entienda en menos de un segundo el alcance discreto del amor romántico.
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Roger Koza: ¿Por qué te interesó arrancar justo en el momento en que la pareja descubre que está en crisis y que hay un tercero en discordia?
Liliana Paolinelli: Los prejuicios son una fuente de material inagotable; es interesante ver cómo la gente se aproxima a una propuesta que pareciera edificar sobre un tema de reciente apertura, como son las relaciones homosexuales, y de pronto se da con que en las parejas de lesbianas también hay infidelidad, gorreadas, desamor, etc. Es parte de la edificación, naturalmente, pero muchos no se lo esperan; un poco se parecen al personaje de la madre en Lengua materna, quien se esfuerza en aceptar a su hija lesbiana y cuando lo consigue resulta que a la hija la deja su novia… y la mamá debe realizar una doble aceptación.
Hablando de Amar es bendito: me resultaba enormemente atractivo mostrar una pareja de mujeres que se derrumba casi en el mismo momento de enterarnos, como espectadores, que son pareja.
RK: El film propone un inteligente crecimiento paulatino en cómo los mismos personajes leen los límites de su universo amoroso y la posibilidad de expandirlo. La película consigue mostrar sin decirlo cómo una experiencia amorosa podría desentenderse de una lógica binaria burguesa que funciona como horizonte simbólico del orden amoroso. Aquí, al menos para mí, no se dice necesariamente que uno debe y tiene que estar solamente con un otro; el juego amoroso podría habilitar otro desenvolvimiento. ¿Cómo llegaste imaginar que se podía tratar más que una ruptura de la pareja inicial de una posible apertura amorosa, una incorporación afectiva de un otro a una pareja? ¿Qué buscabas? Me parece genial que el film elude con eficacia y elegancia cualquier lectura perversa al respecto.
LP: Creo que la incorporación de ‘otros’ en la pareja, proviene en realidad de la misma pareja: son ellas quienes convocan el fantasma de una tercera y ese fantasma se va materializando, primero a través de una foto, luego con la aparición en carne y hueso de la amante. Por otro lado, la existencia de esta amante llevará a la mujer engañada de la pareja a querer buscarse ella también, una amante. Por venganza, despecho, búsqueda de reparación. De modo que más que una apertura franca hacia otros afectos lo veo más bien como el resultado de una pugna entre las dos, que pareciera abrirse –y en esto creo que la película consigue crear esa ilusión-, pero que se dirime de modo asfixiante entre Mecha y Ofelia.
Esto agregaría algo a tu pregunta anterior sobre por qué elegí mostrar una charla de pareja en la que se revela la existencia de una amante, en lugar de, por ejemplo, haber mostrado la vida de ambas y con una cámara “objetiva” narrar los encuentros de Mecha con la otra. Es fuerte acompañar a Ofelia en su horrible descubrimiento y ser partícipes de su subjetividad.
RK: El trabajo de las tres actrices es magnífico, y a pesar del tono cómico que el film sostiene casi siempre sin enfatizarlo no se trata de papeles sencillos, y no precisamente por algún que otro beso apasionado entre mujeres. ¿Cómo trabajaste con las actrices? Desde el lenguaje corporal hasta la expresividad facial, todo parece responder a un secreto e invisible sentido de timing.
LP: Hicimos un trabajo riguroso con el texto, marcando las entonaciones, los acentos en cada frase y en cada palabra. Esta modulación sobre cómo decir un texto se traslada de manera natural hacia los movimientos del cuerpo. A veces una marcación en la postura ayuda en crear ritmo, pero la columna del trabajo actoral radica en la palabra.
Ensayamos mucho. Los ensayos sirven para detectar problemas, sacudirse vicios muy comunes como son el morcilleo, que tanto se ve en la tele, los balbuceos, que surgen no por imperativo dramático sino ante la falta de memoria de un diálogo, etc. Los diálogos de Amar es bendito son bien densos si uno les presta atención. Pero en el cine, en general se les teme a las palabras difíciles, y entonces es muy común que el actor, en complicidad con el director, busque “ablandar” el texto, “bajarlo” como se dice, queriendo significar naturalizarlo. Y muchas veces se lo termina banalizando. Tal es lo que nos propusimos evitar.
RK: La aparición de un hombre, interpretado por Carlos Possentini, en este universo lésbico es, en principio, extraño e inesperado. Creo que en el momento en el que el personaje abandona el film, la película vuelve a liberar a las mujeres de una presencia problemática (no para la película). El deseo en el hombre parece cifrarse en la violencia; el deseo en las mujeres se desplaza como posesión, solidaridad afectiva y experimentación. Son paradigmas amorosos antitéticos. ¿Por qué decidiste incluir a ese personaje masculino?
LP: Es un personaje que me encanta, en toda su maldad. Él también es convocado por las mujeres, quienes a su vez tienen un componente de violencia enorme. Mario manifiesta la agresión golpeando, pero ¿por qué sería tan diferente la violencia masculina al maltrato psicológico que ejerce Mecha sobre Ofelia? En ese sentido no es tan descabellado que Ofelia elija a ese señor estando en pareja con Mecha.
Mario, por otro lado, tiene bastantes atributos femeninos, es un personaje pasivizado, ellas le pagan la comida, el telo, lo llevan y traen de acá para allá. Las cargas de masculinidad y feminidad están repartidas, desmarcándose de la noción más ortodoxa sobre los géneros.
RK: Debo decirte que la aparición casi milagrosa de el Negro Videla y su banda funciona también como una fuerza simbólica compensatoria de ese modelo de hombre representado por el personaje de Possentini. ¿Cómo se te ocurrió esa aparición en el film? ¿Ves alguna relación entre esos dos modelos masculinos? La aparición de la banda es fundamental. En algún sentido sugiere oblicuamente la gran libertad con la que ha sido concebida la totalidad de la película.
LP: Ese final produce un efecto liberador, y como señalás, compensatorio del clima femenino ya demasiado asfixiante a esa altura de la película. Era una necesidad imperiosa voltear la cámara y ver otro escenario, otros rostros, un universo ajeno que transcurriera al lado de la protagonista. Los músicos funcionan a modo de coro que se despide del espectador y sitúa la película en su justo lugar de canción que para mí tiene. Y sí, el Negro Videla es la antítesis del personaje que hace Possentini, resumido en ese gesto que viene del más allá del verosímil y que acompaña a la protagonista en su duelo por la pérdida de esperanzas.
RK: La película es discreta en su poética pero siempre muy precisa. Me parece un acierto que el film carezca de música extradiegética. Es una decisión valiente dado la naturaleza del film. Otro director hubiera acentuado los momentos cómicos y dramáticos con algún refuerzo musical innecesario. ¿Por qué elegiste no utilizar música en el film?
LP: La música en las películas nunca termina de convencerme. No como música en sí, que puede ser buena, pero ese refuerzo crea un énfasis que muchas veces las mismas imágenes de la película desmienten. Se nota cuando la música está puesta para realzar una escena. El problema es que si se utiliza música en una escena después la tenés que seguir usando, y luego los silencios son imposibles, parece como que a la película le falta algo. Entonces hay que seguir poniendo música. Prefiero de plano no utilizarla. La ausencia de música, además, agudiza el sentido de la temporalidad. La música adormece, amortigua, hace transcurrir el tiempo rápido sin permitir saborear lo que sucede en pantalla. Encontré un interesante sustituto de la música que son los ruidos: goteras, chirridos, motos lejanas, etc. No los utilizo siempre pero en ciertos momentos crean tensión y ritmo.
RK: Me encantan algunas transiciones entre secuencias, sobre todo aquella en donde Mecha y Ofelia se pelean y terminan besándose. Hay un fundido pausado y al plano siguiente vemos la preparación del papel con el que trabaja Eva. Reconozco ese plano como algo muy propio de tu cine. Me remite un poco a la poética dominante de Lengua materna, al modo en cómo filmabas los árboles en aquella película y la función que tenía en la construcción formal. ¿Cómo lo ves?
LP: Esa transición es una pausa necesaria tras la larga discusión de la pareja, elipsis incluida. La mano de Mecha revolviendo el líquido también anticipa de algún modo la mezcolanza de relaciones que sobrevendrá a lo largo de la película. Hay un cambio de ritmo que crea un efecto inquietante, tampoco hay diálogos, lo que se percibe como el silencio previo a la catástrofe.
RK: Otra cosa notable en el film es cómo filmás Córdoba. La ciudad está presente pero parece existir una cierta preocupación de no querer precisar del todo los íconos reconocibles de la ciudad. De hecho, no hay muchos planos abiertos, ni panorámicas a lo largo del film. Por un lado, ¿sos consciente del modo en el que filmás la ciudad? Por el otro, ¿por qué elegiste volver a filmar en tu ciudad?
LP: Es curioso, porque la película contiene sólo dos escenas filmadas en Córdoba, la de la Plaza Colón y la del Jardín Botánico, cuando el Negro canta al final. Se ve que la identidad traspasa la geografía… o bien reside en un aspecto que no pasa estrictamente por las locaciones. Vivo en Buenos Aires, y como resulta muy costoso trasladar al equipo, filmé en Córdoba las escenas en que se nombra explícitamente la ciudad o cuando hay una fuerte referencialidad como fue el caso de Por sus propios ojos, la película sobre las cárceles. En Buenos Aires busco locaciones que luzcan como escenarios cordobeses, o cuyas diferencias no se noten demasiado. Las referencias para esa búsqueda son también temporales, provienen de una Córdoba de hace 20 años.
Diría que soy consciente a medias sobre el carácter cordobés que queda plasmado en las imágenes; puedo reconocer ciertos rasgos cordobeses, pero a lo mejor paso al lado de un ícono y no me doy cuenta. Como sí se daría cuenta, en cambio, un turista.
RK: Creo que uno de los grandes méritos del film es su carácter impredecible. La película no parece responder a ningún imperativo. No se parece a un film de festivales, ni tampoco luce como una típica película argentina industrial. Es un film libre. ¿Cómo fuiste concibiendo el guión? El film parece responder un poco a las reglas del melodrama en clave de comedia, y en ocasiones casi transformándose en una comedia negra, pero a su vez sería injusto conformarse con esa descripción.
LP: Fue concebido con enorme libertad e irreverencia. Con mucha bronca, también. Pero pasado el tiempo de calentura pude retomar el texto con el desapego emocional necesario para trabajar liberada de las pasiones. Antes de encarar la producción me cuestioné si no sería necesario introducir cambios en la propuesta. Pero el guión ofrecía nulas posibilidades de intersticios: si le cambiaba algo ya perdía su fuerza original y su intrepidez. Tengo que decir que tampoco escribo como hace 15 años, de modo que cualquier cambio que introdujera reflejaría un estado actual y no el de Amar es bendito. Así que me jugué y filmé el guión de aquella persona que fui hace mucho.
RK: Por último me gustaría indagar un poco sobre el sentido del título. “Amar es bendito”. La película se llama así pero hacia el final hay un título inverso que pone en tensión la bendición del verbo inicial. Se lee: “porque ya no tengo tanta esperanza en cuestión de amores”. ¿Qué lectura hacés de esa cita final, en donde se puede percibir además la legitimidad poética del cuarteto?
LP: Parece un efecto del viaje papal pero no, el título es irónico, bien irónico. Amar es algo bendito y no todos lo consiguen, pero quien no ama por lo menos está tranquilo porque no sufre, como reza la canción en la frase que vos señalás. Frase de un pesimismo lapidario que el ritmo alegre del cuarteto logra disimular un poco, dándole una pizca de consuelo final.
Esta entrevista fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de agosto 2013
Roger Koza / Copyleft 2013
querido roger,
me pasás tu email q quería hacerte una pregunta?
un cordial saludo
h
Hernán: koza@ficunam.org y koza@filmfesthamburg.de
Saludos. RK