INOCENCIA SALVAJE

INOCENCIA SALVAJE

por - Críticas
21 Nov, 2007 02:01 | Sin comentarios

**** Obra maestra *** Hay que verla ** Válida de ver * Tiene un rasgo redimible °Sin valor

Por Roger Alan Koza

GARREL, EL GRAN AUTOR INDEPENDIENTE

 

Inocencia salvaje, Francia, 2001.

Dirigida por Phillipe Garrel. Escrita por P. Garrel, Marc Chodolenco, Chilique Garrel, Arlette Langmann.

*** Hay que verla

Se estrena por vez primera un film de uno de los grandes cineastas franceses de los últimos 30 años, y con él se retorna a una vieja disputa teórica pero bajo un dilema moral: la política de los autores

Hubo una vez un tiempo en el que se hablaba de cine y se discutía, una época en la que existió una provocación llamada la política de los autores, un concepto compuesto que implicaba que un cineasta expresaba una mirada sobre el mundo en primera persona y que su modo de hacerlo era su concepción de la puesta en escena. Esa edad dorada de la crítica y la cinefilia, para muchos, pasó. Pero llega un filme de Garrel, y con él una invocación intempestiva: todavía existen los autores, los cineastas independientes, aunque el contexto solicita su extinción.

Hijo dilecto de la Nueva Ola francesa y admirador de Godard (también de Bresson y Eustache), el cine de Garrel de no ser casi siempre autobiográfico es por lo menos un extraño ejercicio experimental de psicodrama. Sus películas, viscerales y radicales, están plegadas de elementos personales: su vínculo con el mayo francés, su relación amorosa con la cantante Nico, una meditación constante sobre el cine y sus hacedores, tópicos que se universalizan en sus películas sin dejar de ser autorreferenciales. El cine para Garrel, como le confiesa a Francoise Etchegaray, en Phillipe Garrel, artista, es «un modo de sobrevivir».

En esta película recién aludida, Garrel declara: «Todos los cineastas viven con la producción aventuras difíciles». Este es uno de los problemas centrales que Inocencia salvaje habrá de abordar, pues en este cuento faústico y paradójico, un director de cine pretende hacer una película contra la heroína, y tras no hallar un productor que se interese en su proyecto termina asociado con un traficante de esa misma sustancia, interesado auténticamente en financiar su película.

El otro interés de Garrel pasa por hacer una película contra las drogas que no sea ni propaganda moralista, ni apología del consumo. Como dice su alter ego, encarnado por el escritor Medhi Belhaj Kacem a su padre en la ficción, interpretado por Maurice Garrel, lógicamente el verdadero padre de Garrel: «La droga se asocia con la rebelión. Los héroes son negativos pero son héroes, porque se rebelan o viven fuera de la sociedad». En efecto: ¿cómo hablar sobre las drogas sin participar de ese discurso médico y policíaco que oblicuamente sanciona el placer y el derecho de los sujetos a determinar sus elecciones? En todo caso, Garrel intuye que las drogas son funcionales al sistema (y el cine, a menudo, también), una falsa rebeldía destinada al consumo, vocablo que de por sí ya revela su estéril desobediencia.

Rodada en cinemascope y en blanco y negro, el viejo colaborador de Godard, Raoul Coutard transforma cada plano en un viaje de luz; son encuadres gloriosos propios de un maestro de la fotografía del cine. Y ello se conjuga perfectamente por las cadencias de los planos generales y planos detalles, algunos que sintetizan la posición filosófica del filme, como ese primer plano de un cenicero y dos cigarrillos convertidos en cenizas mientras se establece un pacto que define la totalidad de la trama.

El primer film de Garrel se estrena en Argentina, Es un acontecimiento para cinéfilos. Garrel, uno de los pocos espíritus libres que están más cerca del arte cinematográfico que de la industria. Un realizador salvaje; quizás también inocente.

Copyleft 2000-2007 / Roger Alan Koza

Esta crítica fue publicada en el mes de noviembre por el diario La Voz del Interior de la provincia de Córdoba.