CRÍTICAS BREVES (46): POLICEMAN / HA SHOTER
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Policemen / Ha Shoter, de Nadav Lapid, Israel, Italia, 2011 (***)
Por Roger Koza
Podría ser un axioma, sobre todo cuando se insiste en el cine como espejo fiel de una sociedad y sus prácticas. Pero el cine más interesante es aquel que muestra no tanto lo que se refleja en el espejo-pantalla sino lo que está atrás y no se refleja. Un filme israelí con tiros, secuestros y extremistas lleva a una asociación obligatoria y al sospechoso de siempre, personaje conceptual por antonomasia y protagonista de un drama inaceptable: los palestinos. Filme político por excelencia, la ópera prima de Nadav Lapid devela prodigiosamente los antagonismos internos de la sociedad israelí. La extrema derecha y los radicales de izquierda se desnudan como mónadas: se desconocen y, eventualmente, se odian; los palestinos funcionan como el gran fuera de campo del filme: se los nombra una sola vez, pero de esa confrontación entre iguales depende un posible lugar para el desigual en este mundo sostenido en el artificio y la violencia. Policeman está dividida en dos partes claramente diferenciadas. La primera gira en torno a la vida de un grupo de policías de élite. Son todos amigos. Uno está a punto de convertirse en padre, otro tal vez tenga un tumor en el cerebro. La cotidianidad de los policías se define por la abstracción, la distracción y la acción. La segunda parte se centra en la preparación de un secuestro por parte de un grupo revolucionario dispuesto a cambiar de raíz la vida política de Israel. Están dispuestos a todo. En el final, la intersección de esos mundos será inevitable. Del magistral plano inicial en el que los policías practican ciclismo y el envión del pedaleo simula visualmente un travelling hacia adelante en el que el rostro de Yaron queda expuesto por momentos en un primer plano, al plano final en el que la mirada de Yaron expresa el desconcierto absoluto frente a las consecuencias de la razón que justifica las armas, Lapid zanja un problema casi irresoluble para el cine: filmar una toma de conciencia. Si un debutante ha filmado esa transformación invisible hay que retener su nombre y esperar por sus nuevas películas.
Roger Koza / Copyleft 2013
Coincido Roger en el interés de la película y sobre todo de ciertas ideas del director sobre su país y sobre el cine, pero me resultó bastante floja la segunda parte, tanto en la presentación del grupo subversivo como en el trabajo con cada uno de los personajes y me parece que eso le quita espesor a la historia, más allá de que la secuencia final, que evita los subrayados y las explicaciones, vuelve a señalar que Lapid sabe qué quería contar con su película.
Con los policías encuentra el tono y el personaje que lo guía y las tensiones que organizan la trama y ponen en pie la película, con los jóvenes rebeldes pisa en falso: todo suena trillado y naif -y no en el buen sentido- y Shira no sostiene el relato como sí lo hace Yaron en la otra mitad. Ahora bien, creo que el conjunto se sostiene por las preguntas que el director tiene para hacerle a ese mundo segmentado brutalmente y que funciona sostenido en varias violencias evidentes, pero no me parece un dato menor que los supuestos representantes del cambio no aparezcan casi como personajes y resulten más bien excusas argumentales.
Scotti: es como vos decís: la primera parte tiene algo que la segunda carece; de todos modos, en cierto sentido cuando veo este tipo de caracterización del rebelede me pregunto si no es adrede, como si ese sujeto político encarnado en la generaciones de jóvenes en una sociedad como la israelí actual no fuera así más allá de su representación en la ficción. Es algo que tengo que pensar: la recurrencia y circularidad del estereotipo en el cine y fuera de . Tu oración final también habilita otra lectura que no invalido porque fue la lectura que hice en su momento cuando la vi en el BAFICI. Saludos. RK
De todos modos, para seguir pensando en torno de los estereotipos, Lapid hace bien lo más difícil: narrar la subjetividad de un policía de elite encontrando una distancia en la que no necesita explicarlo, justificarlo ni juzgarlo.
Tal vez habría que preguntarse también por qué un revolucionario hoy implica un sujeto casi inverosímil.
Saludos