EL QUINTO PODER / THE FIFTH ESTATE
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
LA REVOLUCIÓN CONVENIENTE
El quinto poder / The Fifth Estate, , 2013
Dirigida por Bill Condon. Escrita por Josh Singer
* Tiene un rasgo redimible
Como suele suceder con este tipo de películas lo más interesante de El quinto poder está por fuera de la película, pues lo único relevante en términos cinematográficos pasa aquí por la simpática presencia de David Thewlis en un papel secundario y algún que otro momento ocasional de tensión dramática.
Tal vez en El quinto poder el director Bill Condon y su guionista Josh Singer se confundieron y pensaron que la historia de Julian Assange y la invención de WikiLeaks era una historieta de Marvel. Algún despistado puede esperar la aparición de Batman o imaginar que este filme es la genealogía de un oscuro y rebelde superhéroe menos conocido: “El albino voluntario”. La primera revelación pasa por el misterioso pasado de este paladín australiano de la libre circulación de la información: ha crecido en el seno de una comunidad denominada “La familia” cuyos miembros se tiñen el pelo de blanco, y como Steve Jobs es hijo (tardío) de la contracultura. He aquí la profundidad psicológica del film.
La exposición narrativa es circular. Arranca con una breve enunciación del mayor escándalo protagonizado por Assange y su organización: el famoso video “Asesinato colateral” y la publicación en 2010 de cientos de documentos secretos de la “Guerra contra el Terrorismo” iniciada en Afganistán por parte del gobierno de Estados Unidos. Inmediatamente, el filme retoma los inicios de WikiLeaks, apenas unos tres años atrás, en el momento en que la intuición esencial de Assange sobre la viralización de la información secreta a través de la web opera como una desestabilización del poder de las élites mundiales. ¿Cómo conseguir el secreto? Siempre existen individuos en las organizaciones que están dispuestos a decir la verdad. La clave es sostener el anonimato del informante, y Assange no tardará en citar a Oscar Wilde: “Dale una máscara a un hombre y dirá la verdad”. He aquí la profundidad política del film.
Hasta llegar al momento de la publicación de los “Diarios de la Guerra de Afganistán”, cuando mejora sustancialmente como un presunto thriller político, la película trasunta, entre clips de viajes de Assange por todo el mundo, los vericuetos de su relación con su principal socio, Daniel Domscheit-Berg (amigo y traidor), y hay una ridícula tendencia a mostrar en forma de metáfora el concepto revolucionario del dúo justiciero: cada vez que se los ve con sus computadoras tramando una denuncia en una oficina vacía, la película parece la introducción a un videojuego.
La gran paradoja de El quinto poder, cuyo punto de vista es más reaccionario que revolucionario, no reside sólo en su extraordinario poder para descafeinar el costado político de su historia sino en sugerir un problema que excede al filme: lo que se revela no rebela. La famosa revolución de la información no lleva a la rebelión. Saber con pruebas lo que ya se sabía no atenta contra un sistema empeñado en persistir hasta el infinito. La información indigna por un rato.
Lo que no es un juego sino un síntoma es el impulso hollywoodense de fabricar un relato inmediato sobre un acontecimiento recién consumado con un protagonista todavía en el centro de la escena. El viejo biopic solía esperar por el envejecimiento de su objeto-sujeto. Se necesitaba tiempo para medir el significado de una vida singular para la Historia universal (estadounidense). Lo nuevos sujetos históricos de Hollywood son sujetos del presente, o en su defecto, han dejado de existir apenas ayer. El peculiar apuro para filmar las vidas de Mark Zuckerberg, Jobs y ahora Assange no es fruto del azar.
Habría una secreta necesidad de hallar un suplemento cinematográfico que fije y sintetice el lugar simbólico de esas inestables figuras clave del capitalismo digital. Los excéntricos son el inadvertido motor del sistema, la fuerza revolucionaria que imprime movilidad y renovación al flujo de mercancías y al mismo tiempo inventa y configura las formas del deseo. Zuckerberg reescribe el narcicismo, Jobs personaliza la presunta neutralidad ideológica de la técnica y Assange perfecciona una idea de libertad mientras legitima una anarquía digital. Sus figuras y las tres películas que los retratan como líderes de nuestro tiempo son la expresión más acabada de un nuevo orden mundial. Hollywood, en ese sentido, tiene una misión a su medida: universalizar los mitos y humanizar a sus profetas, incluso si el hombre elegido en esta ocasión termina confundiéndose con un payaso de historietas o un superhéroe incomprendido.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de diciembre 2013.
Roger Koza / Copyleft 2013
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