ADIÓS A LA CINEFILIA (BIENVENIDO EL CINE)
Cuando llega fin de año, o de la década, o ¿por qué no? del siglo, a los amantes se les da por hacer listas. Estas suelen ser arbitrarias, claro (aunque no tan absurdas como medir el arte en decimales), pero raramente logran la inspiración de la famosa enciclopedia china de Borges, ni condescienden a géneros tan arbitrarios como los ejemplares que las componen. Los bibliófilos listan libros, los melómanos discos, los cinéfilos películas… Aunque en verdad hay una trampa también en esta lista, porque los primeros adoran sus ejemplares tanto como a sus bibliotecas y discotecas, mientras que los cinéfilos solo se adoran a sí mismos como espectadores, más que al cine que los mira. Cierto es que en su caso ya no hay objetos que coleccionar, pero suplen con creces esa falta con la confección truffautiana de “las películas de mi vida”.
Esa parafilia existía ya cuando tenían que correr o reptar hasta los cinematógrafos para adorar a las estrellas desde las sombras, y sigue viva aun hoy cuando las películas corren hacia ellos y se agolpan en discos rígidos que acumulan hasta donde les da el espacio, la paciencia, o el bolsillo. El viejo espíritu cazador es ejercitado en red y sin moverse de casa, pero sin tampoco renunciar a la restringida sociabilidad de los festivales, los estrenos, y –por fin– las listas de todo tipo, leídas, producidas y reproducidas por todos los medios posibles, en cualquier época y con cualquier excusa (las mejores, las peores, las de año bisiesto…). Sea como sea, toda lista que se precie busca el consenso entre lo que debe ser enaltecido (la última de Tarantino, por caso) y esa perla rara que se exhibe como admonición de que no siempre es bueno seguir a la manada (y para eso nada mejor que un nombre impronunciable venido de una geografía vasta o improbable, aunque alguno ya haya ganado una Palma de oro).
La cinefilia es un país imaginario, con sus grandes capitales, sus pueblos perdidos, sus zonas salvajes y sus cementerios inquietos, a los que la compulsión del turista empuja a visitar hasta en sus más remotas moradas para sacarse una selfie y no dejar nada sin hollar. Nada queda fuera de los mapas (salvo África, claro), y el deseo mismo se transforma en una guía llena de instrucciones de uso, como para compensar los sacrificios de the loneliness of the long distance runner con la mística de midsommar. Hay que verlo todo, beberlo todo. Listarlo todo. Y luego exhibir ese orden personal como un gesto libertario y amoroso, como si las películas fueran un bien de cambio en una comunidad alienada (¿Cuánto Costa un Ford?), no menos delirante que cualquier mercado para fans. Como si el cine no fuera algo más que ese ejercicio iniciático de contabilidad, fichaje y trofeo.
II
(Ya) no soy, entonces, un cinéfilo. Eso he descubierto de tanto frecuentar listas y (ya) no ejercitarlas, de mirarlas con la displicencia con que un ateo observa una peregrinación. Pero acaso nunca he bebido de ese cáliz. Eso pienso cuando veo pasar tantos nombres sin tener la precaución de tomar nota, para eventualmente ir a buscarlos a la deep web: nunca lo hice, ni siquiera en aquellos días en que era capaz de cruzar la ciudad para ver por fin esa película añorada que pasaban en algún cineclub perdido. Parafraseando ese dicho oriental que nos conmina a no preocuparnos por el futuro que no llegaremos a presenciar, si ya hemos perdido el infinito pasado: ¿por qué preocuparse tanto por el inagotable cine contemporáneo, si aún no hemos agotado el cine del siglo XX? (aunque acaso lo hemos “agotado” en otro sentido, y vagamos entre ruinas como enfants sauvages). Pero siempre podemos ir más atrás, en busca del paraíso perdido. El cine mudo aún nos aguarda…
La nostalgia no es menos peligrosa que su trampa simétrica, la necesidad de estar a tono con la época, en vez de ir contra ella. Los “jóvenes turcos” amaban las películas antes de poder verlas porque querían llenar las lagunas que les había dejado la guerra, y no querían pelear la suya sin cartografiar el mundo perdido que habían heredado. Pero aunque a mediados del siglo pasado era más fácil verlo todo (al menos para quienes tenían a mano la cinémathèque francaise, tampoco lo necesitaban (esa es la lección que Daney, el último cinéfilo sano, nos legó antes de morir). Siempre supieron que las listas (incluso las que ellos mismos hacían y rehacían con furor iconoclasta) existen para ser continuamente desbordadas y puestas en cuestión, como las películas mismas.
A los viejos cineastas cinéfilos (Godard es, acaso también, el último de su especie) les preocupaba más el sistema que sus variables e incontables objetos. Las historias siempre son del cine, porque el cine es más que la suma de todas las películas habidas y por ver. Y el cine es siempre el “tercer sentido” que Barthes encontró en algún fotograma de Eisenstein, y que nadie podría hallar en toda la ritual filmografía de Hong Sang–soo. Porque ni siquiera el genio milimétrico sentado en el trono de Iván el terrible pudo agotar lo que once upon a time los cineastas-cinéfilos han extenuado, sin pena ni gloria, para solaz de los que creen que la politique des auteurs es “filmar siempre la misma película”, y que un espectador solo puede inventariar films, autores y géneros, en vez de seguir preguntándose, sencilla y profundamente, qué es el cine.
III
¿Qué se puede hacer, salvo ver películas? Pensarlas menos como partes de un herbario que como fragmentos de un dialogo imaginario (más que un “discurso amoroso”), como Godard pone en escena en sus Histoire(s) du cinéma.. Ahí, en esos encuentros inesperados (lección que la vieja metáfora sigue enseñando al montaje), la subjetividad encuentra sus verdaderas comunidades imaginadas, del mismo modo en que la teoría del autor no funciona sin la práctica de espectadores devenidos actores, como imaginaron todas las vanguardias. Pasajes en los que las películas no funcionan como contraseñas de una sociedad secreta, sino como fisuras en la vasta red imperial de los consumos de clase.
Esa utópica communitas solo es posible, aun como idea, dejando de lado la escoptofilia promovida por la industria cultural (incluida la del cine festivalero), para pensar más en el cine mismo como ese libro borgeano en el que leemos y somos leídos. Esa benevolencia iría acompañada a su vez de la necesaria severidad en el juicio, a contrapelo de la condición olímpica que todo le perdona a los cineastas (el macartismo, el fascismo, la banalidad) en vez de buscar en su visión del cine el sentido del bien o el mal. Las poéticas no salvan al poeta, y la suerte de sus obras no están atadas a ninguna inmunidad diplomática.
La mirada crítica no tiene por qué ser amorosa y la filia no es el único modo de acercarse al cine. Al menos si queremos hacer algo más que ver películas para fichar en Letterboxd, y ser algo más que felices y despreocupados espectadores. Mientras la cinefilia nos captura con su falso universalismo, la crítica nos recuerda que toda mirada está situada, y que si no puede relacionar lo que ve con lo que le sucede, está condenada a ser nada más que una pantalla vacía. Una cinefilia viva es la que ayuda a vivir, es decir, la que encuentra no solo la pista de un posible cine futuro, sino de una ética (y épica, por qué no) que aún valga la pena cuando salimos del cine.
Fotogramas: Iván, el terrible; 2) Jacques Rivette, le veilleur
Nicolás Prividera / Copyleft 2020
Amargo
Puede ser. También agridulce. El que prefiera algo más empalagoso tiene toda la cinefilia edulcorada a su disposición. Es la que abunda.
Me hace acordar al viejo amargado de La Vida Util hablando por radio sobre que «el cine no es una coleccion de figuritas, o de datos, ya que el dato suele ocultar la realidad», o algo asi decia, siempre me parecio bastante pedante esa escena, lo mismo me pasa con el texto, puede ser que sea imposible que dentro del mundo del cine la gente deje de mirar para abajo a los demas? Digo este tema de las listas va hacia las grandes paginas y criticos, o al espectador comun, que se divierte haciendo de estas listas, y si estoy de acuerdo que Letterboxd posee esta cualidad de coleccion de figuritas, yo lo uso personalmente, no veo que otra cosa propone ademas de dejar de hacer listas…
Los que piden «dejar de mirar para abajo a los demás» son los primeros en usar la palabra «amargado» y sus derivados como único argumento… Parece que no pueden salir del «gusto», que es justamente lo que crítica la nota.
La mirada crítica no tiene por qué ser amorosa y la filía no es el único modo de acercarse al cine. No lo pongo entre comillas porque vuelvo a enunciarlo como propio. Me sorprende la virulencia con que reaccionan los comentaristas de los textos de Prividera. No creo que haya contingencia en esta reaccion. En un medio donde sobran las palmadas en la espalda la mirada crítica es recibida con hostilidad. Ya en las palmadas en la espalda está agazapado el fascismo que los reaccionarios sacan a relucir cuando una voz se sale de ese consenso.
Ya que hablamos de espaldas, peores son los que comentan por ahí, como esos tuiteros picantes que nunca se animan por acá, no digamos ya frente a frente.
No quieren polemizar, solo pretenden escupir sus prejuicios, literalmente.
…Nunca me interesaron las ‘listas’, pero sí me seduce la ‘filia’ (en tanto ‘amor a’) porque aúna interés y pasión, entusiasmo y teoría, y es (aún en su costado más enfermizo) la que permite arribar al final feliz en la búsqueda de ‘figuritas difíciles’ (aunada esta instancia a las posibilidades comunitarias de la web)… lo dice un sufrido habitante del ‘interior del interior’, al que por años le costó horrores llegar a ciertas (muchas) maravillas…
Eso es curiosidad, no filia. Y ciertamente la actual facilidad para satisfacerla se agradece desde cualquier desierto que uno habite. El tema es que también hay cinéfilos capaces de atravesar desiertos sin ver más que espejismos, así como esa facilidad no garantiza pero se la curiosidad.
No ando en busca de una definición ni mucho menos, pero si el cine es el «tercer sentido», entonces el cine es estrictamente lo que esta por fuera del cine, si vamos a hablar de delimitaciones. Y en ese punto ¿Como es tan fácil afirmar que en toda la filmografia de Hong Sang-soo no hay «cine»? ¿O se trata de ver una película y buscar algo, no con ingenuidad, si no con la paranoia de confirmar lo pre-establecido? Mi problema es con la palabra «sentido». Por que no mejor absorber y esbozar una manera particular de ver las cosas, un sentimiento y no un sentido. Lo mismo me pasa con la «severidad en el juicio» a la imagen. Es una practica muy riesgosa, tranquilamente se puede caer a los pies de la imagen y a ella siempre habría que faltarle el respeto. Ir por una critica de la imagen y no del autor. Me parece que, si bien te posicionas en contra de «la política de los autores», les das mas bola de la que se merecen. Una ultima nota: La idea de un tercer sentido muy especifico de ciertas películas, algo casi privado o algo que aparece en la imagen y que mediante un proceso, desconocido y tal vez arbitrario puede determinar ciertas cosas, me hace acordar mucho al cine de autor (la cinefilia).
Saludos y gracias por los constantes artículos
ESTO DICE NICOLÁS QUE TIENE UN PROBLEMA PARA SUBIR EL TEXTO.
NP:
Este texto no pretende dar una definición taxativa para hacer otra red de lectura que deje cosas afuera, sea la teoría del autor o un cineasta bienamado por los cinéfilos.
Así que no implica leerlo «estrictamente», visto su estilo ensayístico y polémico.
Pero si, creo que el sentido del cine está fuera del cine, no en esa religión laica en que cierta cinefilia lo convierte, transformándolo en el cielo prometido.
Se trata de ver lo «ritual» (es la palabra que usé) en ciertos furores cinefilos, que no parecen justificarse por la mera materialidad de las películas u obras que eligen como objeto.
película y buscar algo, no con Eso si es «confirmar lo pre-establecido», que es lo que aquí ponemos en cuestión. De paso trayendo a cuenta un realizador genial caído en desgracia.
(Otro ejemplo, sobre el que tal vez vuelva, es el destino lateral de la última película de welles frente a la celebración de la última de tarantino, películas que además comparten un mundo parecido, aunque con miradas radicalmente opuestas).
Y no. Cambiar sentido por sentimiento nos trajo hasta aqui. Para hacernos creer que una secuencia de neones que se encienden es la mejor escena de la década, por mencionar también formas de medida desmedidas.
Eso requiere severidad en el juicio. El gusto es otra cosa, lo mismo que el placer. Sobre eso no hay nada que decir. Pero ahí no tiene sentido ejercer la crítica, con perdón de Barthes.
Lo riesgoso es no faltarle el respeto a esa falta de respeto.
Pero no estoy en contra de “la política de los autores” ni de ninguna teoría, en tanto no se vuelva dominante.
ESTO DICE NICOLÁS QUE TIENE UN PROBLEMA PARA SUBIR EL TEXTO.
NP:
Este texto no pretende dar una definición taxativa para hacer otra red de lectura que deje cosas afuera, sea la teoría del autor o un cineasta bienamado por los cinéfilos.
Así que no implica leerlo «estrictamente», visto su estilo ensayístico y polémico.
Pero si, creo que el sentido del cine está fuera del cine, no en esa religión laica en que cierta cinefilia lo convierte, transformándolo en el cielo prometido.
Se trata de ver lo «ritual» (es la palabra que usé) en ciertos furores cinefilos, que no parecen justificarse por la mera materialidad de las películas u obras que eligen como objeto.
película y buscar algo, no con Eso si es «confirmar lo pre-establecido», que es lo que aquí ponemos en cuestión. De paso trayendo a cuenta un realizador genial caído en desgracia.
(Otro ejemplo, sobre el que tal vez vuelva, es el destino lateral de la última película de welles frente a la celebración de la última de tarantino, películas que además comparten un mundo parecido, aunque con miradas radicalmente opuestas).
Y no. Cambiar sentido por sentimiento nos trajo hasta aqui. Para hacernos creer que una secuencia de neones que se encienden es la mejor escena de la década, por mencionar también formas de medida desmedidas.
Eso requiere severidad en el juicio. El gusto es otra cosa, lo mismo que el placer. Sobre eso no hay nada que decir. Pero ahí no tiene sentido ejercer la crítica, con perdón de Barthes.
Lo riesgoso es no faltarle el respeto a esa falta de respeto.
Pero no estoy en contra de “la política de los autores” ni de ninguna teoría, en tanto no se vuelva dominante.
Querido Nicolás, habría muchas cosas para decir, algunas de ellas, efectivamente, amargas. Y un poco las digo, si digo que no veo el caso de hacer demasiada distinción entre la amargura de la lengua y la otra, que se quiere más metafórica. Pero dejo esto acá para concentrarme en el último párrafo del segundo apartado. Más, sería un exceso.
En primer lugar, es muy dudoso que a los viejos “cineastas cinéfilos” especialmente si tomamos a Godard como paradigmático de ese género de hombres, les preocupara más el sistema que las múltiples variables y objetos que los componen. Diría que la(s) Historia(s), ya en ese plural paradójicamente subrayado por el paréntesis y en los títulos mismos de cada capítulo sugieren precisamente lo contrario. Hay una preocupación obsesiva por cada elemento del sistema sin los que el sistema parecería no poder, no digamos ya explicarse -y lo que Godard hace, por otra parte, no es explicar nada- sino siquiera existir. Y esto sí es lo que Godard hace, hacer existir al sistema como algo distinto de lo que nos llega ya cristalizado; hacerlo existir como algo en continua reconfiguración. Y para esto, presta una atención obsesiva a las partes – no digo, esperaría que holgara aclararlo, que el sistema importe menos… Recomienzo: lo que pasa es que no hay sistema. Hay algo menos y algo más que sistema, si por sistema entendemos lo que se entiende habitualmente: algo cerrado y autocontenido (algo como hay en Kant, o en Hegel, por caso). El sistema es un sueño, un engaño, o un error y está en otra parte. No es lo que importa, como no sea para desmentirlo. Entonces, reformulo (inconvenientes de no tener todo pensado y pensar mientras se conversa): no digo, esperaría que holgara aclararlo, que el conjunto, o que cierta totalidad, importe menos. Digo que no hay algo como un sistema cerrado que para Godard esté por encima, determinando todo lo demás y que lo importante esté ahí y el resto se desprenda por añadidura. De otro modo: la oposición misma sistema / elementos del sistema no parece adecuada.
El resto del párrafo me resulta más oscuro y quizá, audaz. No sé qué recordás del tercer sentido de Barthes y, como más arriba respondés a otro comentarista que no hay que tomar nada demasiado literalmente, no sé si querés decir otra cosa distinta de la de Brathes. Pero sí que es audaz decir que no es posible encontrar tercer sentido en Hong (o en lo que sea). ¿O acaso querés decir que, tal como se aproxima esta cinefilia a las películas nunca encontrará tercer sentido (ni ningún sentido) en nada y Hong la ligó de rebote? En todo caso, el tercer sentido del cine -ya que podemos no ser literales y no atarnos a la letra de Barthes que encuentra tercer sentido en las imágenes, en los fotogramas, no, en EL CINE- será siempre lo que excede a la función y ¡precisamente! al sentido. Es la contradicción que existe sin destruir los términos de esa contradicción, es irrisorio, tierno, sensible -sí-, emotivo, algo que se traiciona a sí mismo porque exhibe que no está cerrado; es lo que pone en entredicho, sin anularlo, al sentido anterior y obvio; es algo de una intención tan leve, o tan precaria que no puede determinarse con exactitud (algo en el tocado de la vieja que ni es el tocado mismo, sino las microrrelaciones precisas que guarda con el rostro, dificultosamente expresables); también lo que no refiere a la moral ni a la corrección estética y, en fin, -¡Dios nos libre!- es lo gratuito. No tengo imágenes de Hong a mano para mostrar eso. Si las tuviera no podría ponerlas acá, de todos modos. Pero sin duda, alguien -yo sin ir más lejos- encuentro tercer sentido hasta en la cara del policía que encarna Lam Suet, en Three, por ejemplo, cuando se da cuenta de que ha sido burlado por el gánster y nosotros, de que habrá una catástrofe. No sé, quizá sea mayor audacia la mía que se manda semejante estiramiento de lo obtuso que la tuya que lo declara fenecido (o inhallable). Prefiero, en todo caso, esta audacia caritativa.
Y, de nuevo, me corrijo, si hay tercer sentido en el cine, es porque aparece en las películas, en los planos, en las imágenes. No hay tercer sentido en el cine como totalidad (o sistema); no puede darse como algo abstracto, no puede pensarse, antes de ser concreto. Cada parte importa, importa mucho. Lo concreto importa.
No hay ninguna duda de que a los viejos “cineastas cinéfilos” les preocupaba más el sistema que las múltiples variables y objetos que lo componen. De ahí viene una de las primeras críticas de Bazin, porque la política de los autores se plantea desde el inicio como el sacrificio del objeto en bien del sistema: hay autores (canónicos aunque produzcan algo no necesariamente bueno) y hay quienes no lo son (aunque no siempre ejecuten sin rigor su labor).
Las Historias del cine de Godard son precisamente un sistema Godard, del mismo modo que La imagen tiempo/movimiento un sistema Deleuze, a partir de prácticamente los mismos objetos y muy cercanos en el tiempo. En uno el sistema es poético y en el otro filosófico, por lo que sus órdenes y rigores son diferentes, pero no deja de ser un sistema autoral (en relación a la propia firma más que a las canónicas, aunque en el caso de godard es una clara puesta en abismo de su propio lugar en el canon).
El sistema siempre es un sueño o un error (incluso en Kant o en Hegel, ponele), pero la vocación que lo sostiene, y la virtud de su ejecución, es admirable per se más allá de que lo compartamos o no. En una época que apuesta por lo fragmentario a veces por pereza más que por convicción (ya sabemos que esta última es peor pecado), el ejercicio de un pensamiento desplegándose hasta tratar de abarcarlo todo no puede más que concitar la admiración, más allá de la crítica al sistema en si que resulte.
Pero, ay, eso lo saben también Godard y Deleuze, que no dejan de ser hijos de su tiempo. Por eso uno puede percibir que ciertos planetas, o incluso lunas, son para ellos más importantes que el canónico sol. Es como si jugarán a hacer un sistema que saben (quieren) abierto e inestable.
Barthes acabó antes que ellos con ese sueño estructural. Y se dedicó como buen converso a construir minuciosas destrucciones, a veces tan sistemáticas que parecen una ironía (pienso en S/Z). Nadie puede dejar de ser el que es.
Así entiendo lo que hace Barthes con Eisenstein. Toma al que entonces era el mayor cineasta-teorico (repudiado hasta por Godard) y muestra como hasta su perfección entrañaba algo que estaba más allá de su voluntad. Un fantasma en la máquina.
Desde ya, cualquier cinéfilo empedernido (como Barthes o Deleuze) seguramente podrá encontrar un «tercer sentido» en cualquier cosa. Lo que digo es que ahora ni ese esfuerzo es necesario.
Hoy cierta cinefilia encuentra el sentido del cine en lo ritual, es decir, no en el descubrimiento sino en el reencuentro (el sabor del encuentro, diría Quique Fogwill). De ahi, creo, el excesivo amor por Hong o Quentin, nombrados con esa familiaridad.
Es eso lo que está cerrado (basta comparar la de Tarantino con la de Welles). Lo que no está cerrado hoy es, curiosamente, el sistema. Porque nadie lo busca salvo literalmente, como a»sistema» al que rendirse o pertenecer.
Dialécticamente, en fin, lo gratuito solo puede expresarse contra lo que quisiera capturarlo y sistematizarlo. Pero es lo más difícil de encontrar en el cine de hoy, que se llena la boca con la idea de libertad pero raramente la ejerce, aunque sea capaz de encontrar el sentido más obtuso en lo más previsible.
Lo concreto importa, claro (Marx también lo diría), pero sin sistema solo le puede importar a cada espectador aislado, eso que la epoca nos conmina a ser.
Posdata: gracias Sr Ulloa, usted entendió lo importante
https://mobile.twitter.com/Sr_Ulloa/status/1225655300214013952
1. Hong es el apellido. Es como decir Prividera o Tarantino, no Quentin. Nada de familiaridad con el señor director. Soy una persona SERIA.
2. Evidentemente, usamos distintas definiciones de “sistema”.
Todo lo demás, LO IMPORTANTE, como dice Ulloa, será para Cosquín.
1. Si, ya he escuchado en varios lados esa corrección. Pero no escuché a ningún cinéfilo llamarlo por el nombre, sea por desconocimiento o porque solemos cortar frases o palabras por el principio. Hablo.de usos, algo que también tiene que ver con la nota en general.
2. Probablemente en muchos casos el desacuerdo provenga de distintas definiciones. En todo caso hay que ver si el.yso (una vez más) es correcto en sus propios términos. Como en cualquier sistema…
Repito un fragmento que en el apuro de la escritura salió con varios errores:
Pero sin duda, alguien podría encontrar -y yo encuentro, sin ir más lejos- tercer sentido hasta en la cara del policía que encarna Lam Suet en Three, por ejemplo, cuando se da cuenta de que ha sido burlado por el gángster y nosotros, de que habrá una catástrofe. No sé, quizá sea mayor audacia la mía que se manda semejante estiramiento de lo obtuso que la tuya que lo declara fenecido (o inhallable). Prefiero, en todo caso, esta audacia caritativa.
Una más y prometo que paro.
Sugiero la lectura del artículo «Por una cinefilia renovada», de Vicente Monroy, publicado el mes de septiembre pasado en CTXT, que -me parece y le ha parecido además a otros- dialoga muy bien con el de Nicolás. Lo elegí también para la encuesta de fin de año de La Vida Útil. Nos les dejo enlace porque la web no me lo permite.
Es muy bueno el artículo de Monroy, aunque no comparto todo lo que dice.
¿Cuáles serían tus desacuerdos Nicolás? Yo lo vi muy en línea con lo que vos planteas, no estoy viendo la discrepancia
No lo tengo tan presente para contestarte (lo leí hace tiempo), pero si no recuerdo mal termina haciendo algunas consideraciones con las que no estoy tan de acuerdo como con el resto del artículo. Por ejemplo cuando se despacha contra lo «puramente cinematográfico». Ahí ya no puedo acompañarlo (si se refiere al «cine expandido», digamos).
Gracias Nicolás. Si, efectivamente el final es asi
Veo por ahí que alguien trae una vieja polémica a cuento de este texto, pero olvida la última y lapidaria respuesta:
http://www.conlosojosabiertos.com/perros-de-paja/
El cine es la imaginacion pura. Es reflexion de aquello que esta en OFF (fuera de campo). Es la otra vida, de la vida que padecemos. La cinefilia, a traves de la pantalla, iluminada, por las imagenes de la fantasia que llevamos en nuestro ser, en ser los heroes de la vida intima, escapando, sin escapar de una realidad que nos presiona, hasta la muerte y ahi termina la cinefilia. CHAU.