AMANCIO WILLIAMS

AMANCIO WILLIAMS

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10 Oct, 2014 07:13 | comentarios

LA CASA SOBRE EL ARROYO

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Amancio Williams

Por Marcela Gamberini

“La casa sobre el arroyo” parece el titulo de una película de Yasujiro Ozu o de Kenji Mizoguchi, pero es la obra máxima que certifica a Amancio Williams como uno de los arquitectos más interesantes, modernos y excéntricos del siglo XX. Tal vez, como los maestros japoneses, Gerardo Panero (sin comparar, claro) cuida tanto la forma como el contenido de su película. Amancio Williams es sofisticada y elegante tal como lo era el mismo Williams y su obra. El uso del espacio, sus funcionalidades, sus usos y su aspecto decorativo están presentes en la construcción formal del documental (en la elección de sus planos, en los recortes que realiza) y también estas características son centrales en la obra del arquitecto. Panero traslada sigilosamente las virtudes de Williams a su propia obra.

Cultor de los extremos, Williams era un marginal y a la vez un excéntrico, un rebelde, un obsesivo de sus ideas, un megalómano, un soñador, un visionario y también el modelo de una clase social paradigmática; Williams fue el que entabló una relación fluida y tormentosa con Le Corbusier, el gran arquitecto del siglo.

Por eso, además del retrato sobre la vida y obra del arquitecto, Amancio Williams, es un retrato de una clase social con sus obsesiones, su ideología, sus marcas de pertenencia. No sólo el arquitecto pertenece a esa clase, sino que viene de una dinastía que funda su padre, el también excéntrico y renovador músico Alberto Williams y sus hijos mantienen esa pertenencia al sostener una posición social elevada, eso es lo que se ve, o mejor dicho lo que se escucha, en sus modalidades discursivas, porque sabemos que es justamente en el habla donde se remarca la clase. Que Williams pudo haber hecho lo que hizo y rechazado lo que rechazó forma parte de la pertenencia a esa clase.

Amancio Williams, Gerardo Panero, Argentina, 2014

También en Amancio Williams subyace una idea interesante que va mas allá de la figura del hombre y es la idea de un país que destruye su memoria, la memoria que duerme en los objetos, en los edificios, en la ideas. Gerardo Panero, en su mediometraje anterior Chivilcoy, la fundación de un pasado (ver aquí) trabaja justamente esta idea; la de la memoria como central para la fundación de un pueblo, una memoria que es necesario reconstruir y recobrar. Una memoria que no solo subyace en los Relatos y en las Historias que circulan abierta o subrepticiamente, reales o míticas, sino en ese estado de la memoria que se escabulle en las obras, en los objetos culturales, en los edificios, en las pinturas, en los museos, en las bibliotecas. Centrándose en Chivilcoy, como microcosmos pueblerino, Panero y Ronsino, su guionista, -el genial escritor – cuentan los avatares de la fundación (¿mítica?, ¿metafórica?) de un pueblo, rescatando una figura olvidada, la de Birabent, como el mentor e ideólogo del pueblo. La misma estrategia dibuja Panero en su segundo documental que hoy nos ocupa; rescatar figuras que están perdidos en los márgenes o en los pliegues de la historia.

Ver la obra del genial arquitecto en ruinas, abandonada y olvidada por sucesivos gobiernos de turno, le da al documental un gusto a tristeza, a melancolía por aquello que se pierde, que no se es capaz de conservar. Empecé esta nota hablando de Ozu, de Mizoguchi, que supieron como nadie manejar el espacio fílmico y el real, trabajar con la tradición, con la memoria y dotar a sus obras de un profundo estado de belleza y armonía. Tal vez, reitero, sin comparar, algo de ellos subsista en Panero; su mirada, sus encuadres, su apego a la tradición y su bienvenida a la modernidad, la necesidad de recuperar la memoria.

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Gerardo Panero

Pequeña entrevista con Gerardo Panero

Marcela Gamberini: ¿Por qué Amancio Williams?

Gerardo Panero: Conocía muy poco de la Casa sobre el arroyo, había visto sólo algunas fotos y nada más. En algún momento un arquitecto me dio un libro donde se transcribía una conferencia de Amancio y leyendo me empezó a interesar su figura y la poca obra construida que tenía. Volví a hablar con el arquitecto y resultó que había sido su amigo.  Allí empecé a investigar pensando en hacer el documental.

MG: ¿Cuánto hay del retrato de una clase en tu documental?

Amancio pertenecía, por herencia familiar, a una clase social alta y que constituía toda una tradición cultural en nuestro país. En ese aspecto muchos lo criticaron. En ese punto se daba una contradicción, o al menos yo creo eso, porque la mayor parte de sus proyectos no se concretaron y casi todos estaban pensados para poder mejorar la calidad de vida las personas y eran obras de gran trascendencia cómo hospitales, la sala de espectáculos, el aeropuerto, edificios colgantes, viviendas en el espacio, la Ciudad que necesita la Humanidad entre muchos otros. Desde mi punto de vista, el lugar que ocupó su familia era muy importante para entender sus proyectos y la filosofía de su arquitectura. Pudo haberse dedicado a realizar otro tipo de proyectos que sí hubiera concretado, pero eligió una búsqueda.

MG: ¿Qué relación tiene este documental con tu anterior mediometraje?

GP: Creo que tanto con el trabajo del documental sobre Chivilcoy y otros que tuve la oportunidad de llevar a cabo, todos se pueden relacionar con el interés por buscar figuras o historias que quedaron de alguna manera olvidadas o perdidas.

MG: Hay alguna relación entre la forma de su obra arquitectónica y la historia de vida de Williams?   

GP: Creo que desde sus proyectos y sus obras Amancio siempre marcó un camino que mantuvo, que fue explorando y perfeccionando a lo largo del tiempo más allá de la concreción de los mismos. Desde mi punto de vista Amancio eligió una forma de vida que acompañaba a sus propuestas. Quizá para lo que está visto en la sociedad como un hombre de «éxito» no era la mejor elección ser tan perfeccionista, pero él mantuvo siempre su idea de respetar los principios de la Arquitectura Moderna, incluso hasta sus últimos días de vida.

MG:¿Cómo definirías al género documental?

GP: Creo que el género documental es una forma de relato más dentro del audiovisual para poder contar una historia. La cuestión está en encontrar que ese género, en este caso el documental, sea el adecuado para la historia que se quiere contar. Siempre sentí que lo que me interesaba realizar, al menos hasta el momento, iba por el registro documental. No creo que el documental tenga que ver con el registro de la realidad ya que siempre, al igual que en una película de ficción, detrás hay una mirada.

Se proyecta en el Cultural San Martín, los sábados 4, 11, 18 y 25  de Octubre a las 17.30 Hs

Marcela Gamberini / Copyleft 2014