Françoise Florance Sorya Dreyfus, más conocida como Anouk Aimée, nació en Paris en 1932. Hija de padre judío y madre actriz, católica. esa dualidad se reflejó en su vida ya que educada en el catolicismo, luego se convirtió al judaísmo. Luego de estudiar actuación y danza debutó en el cine en 1947, adquiriendo cierta notoriedad por su participación en Los amantes de Verona, de André Cayatte. Sin embargo, mi primer recuerdo de ella es por un bello y olvidado mediometraje, La cortina carmesí, del también poco recordado Alexandre Astruc. Sin el marketing de varias estrellas del cine francés, su presencia se impuso por una personalidad actoral enigmática que trasmitía a la vez fragilidad y determinación. Alcanzó gran popularidad a través de la exitosa saga de Claude Lelouch, Un hombre y una mujer y también se destacó en dos obras de Federico Fellini, La dolce vita y 8 y 1/2. Yo prefiero recordarla por el juvenil trabajo antes mencionado, en la notable Una noche, un tren, del belga André Delvaux que protagonizara junto a Yves Montand y, sobre todo, por dos películas de otro gran director probablemente subvalorado, Jacques Demy: Lola, una de las grandes óperas primas de la historia del cine y su no demasiado conocida secuela, Se alquila una modelo, que presenta al personaje una década después en los Estados Unidos. (Entre paréntesis, dos films que no dudaría en llevarme a la mítica isla desierta).

Jorge García / Copyleft 2024