BAFICI 2014 EN CÓRDOBA: 4D
Por Roger Koza
No es este el momento ni el lugar para ponerse a pensar a qué se debe la proliferación de festivales en el país. Cada vez son más: festivales regionales, nacionales, internacionales, a veces organizados en torno a una idea de cine o, en su defecto, celebrados a partir de una temática aglutinante, tan disímiles como la diversidad sexual o el montañismo. La cantidad y regularidad de festivales de cine lleva a pensar que se trata de una fuerza indirecta de resistencia a la homogeneidad de la cartelera oficial. El BAFICI, el festival más importante de los últimos años, llega a nuestra ciudad. Y, efectivamente, se podrán ver películas que jamás llegarán a los cines de complejos comerciales.
En esta nueva edición itinerante del BAFICI, que empieza el jueves 16 y termina el domingo 19 y tendrá lugar en el Cineclub Hugo del Carril (Bv. San Juan 49), se podrán ver 16 títulos, entre ellos películas de España, Portugal, Brasil, Estados Unidos o Bélgica. Algunas películas ya han pasado por la ciudad, como las notables Carta a un padre, de Edgardo Cozarinsky y La sociedad joyceana, de Dora García; es una nueva oportunidad para verlas.
Una de las películas importantes de esta muestra minimalista (teniendo en cuenta que en el BAFICI se exhibieron más de 400 títulos) es la amable y didáctica Doble juego: James Benning y Richard Linklater, del crítico y ahora director brasileño-estadounidense Gabe Klinger. Este film perteneciente a la maravillosa serie televisiva Cine de nuestro tiempo, producida por Janine Bazin y André Labarthe, tiene una puesta en escena enteramente cinematográfica que oscila entre mimetizarse con el cine de Linklater y con el del otro protagonista, James Benning.
Lo que podría parecer un capricho de Klinger, dadas las características del cine del director de Antes de la medianoche y del de RR, queda por completo desterrado una vez que el film deja en claro que los dos directores son amigos desde hace más de dos décadas. Además, como ellos afirman, ambas cinematografías están atravesadas por una forma de entender el cine en su relación con el tiempo: en Benning, debido a su forma de registro de planos extensos que conllevan una radicalización de la observación; en Linklater, a propósito de la relación que se establece entre la identidad y el paso del tiempo. Boyhood, inminente estreno en el país, es la prueba absoluta de esta afirmación, película que se discute en el film y que lleva a Linklater a contar una hermosa anécdota con Ethan Hawke.
Otra de las películas grandiosas de este BAFICI es Los Ángeles se interpreta a sí mismo, del gran Thom Andersen, un académico y cineasta estadounidense que suele trabajar en el cine- ensayo, no muy lejos del camino en el que Chris Marker fue el patrono de la lucidez. Andersen recopila cientos de películas que se han filmado en la ciudad que se nombra en el título y, desligándose de las tramas respectivas, intenta mostrar una historia paralela en esas películas, que revelaría una historia compleja acerca del imaginario y de la representación de Los Ángeles a lo largo de los años. El film de Andersen está en sintonía con la idea de “cine clandestino” de Raúl Ruiz, a saber: en toda película hay algo aleatorio y marginal a su trama en donde coexiste otra película.
La venganza de una mujer, de Rita Azevedo Gomes, a quien el BAFICI le dedicó una retrospectiva, y El futuro, de Luis López Carrasco, son dos citas importantes para quienes tengan un paladar exigente y estén dispuestos a lidiar con concepciones de cine barrocas y radicales. En el primer caso se trata de una adaptación cinematográfica del cuento homónimo de Barbey d’Aurevilly, en el que la duquesa de Sierra Leona decide prostituirse para vengarse de su marido. El melodrama es propio de una novela televisiva, pero la puesta en escena es de un refinamiento absoluto. En el segundo caso, López Carrasco reconstruye el espíritu de un tiempo específico, el de la España sumida en una nueva etapa democrática tras años de franquismo y con una promesa socialista en ciernes. Casi en su totalidad, el film transcurre en una fiesta, en la que se ve a los personajes hablando y divirtiéndose, pero conscientemente López Carrasco sustituye el discurso de esos diálogos, que no son audibles, por canciones cuyas letras hablan de esa época. Es un film incómodo que, sin las referencias epocales, podría ser un “documental” de la España de hoy. Sin embargo, para entender las desgracias actuales de ese país, Remine: El último movimiento obrero es la película para ver. El debut de Marcos Martínez Merino es más que auspicioso. Este documental sobre la resistencia de los mineros asturianos que luchan contra los dictámenes del gobierno español presidido por Rajoy, que ha decidido poner fin al apoyo de esa actividad, es políticamente contundente. Martínez Merino es meticuloso en el registro, el que va desde manifestaciones públicas, una marcha que concluye en Madrid y algunos enfrentamientos armados entre las fuerzas policiales y los obreros en lucha, como también riguroso históricamente: lo que sucede en España no responde solamente al contexto actual.
Entre las películas argentinas, Anagramas, de Santiago Giralt, tendrá especial interés para todos los amantes de Spinetta, no solo porque los nietos, las hijas, el yerno y la exmujer del Flaco (Patricia Salazar) están entre los intérpretes, sino también porque la amabilidad con la que Giralt mira a todos sus personajes remite al músico en su generosidad para pensar la condición humana (como directamente se alude en los créditos finales). Este film de enredos amorosos, en el que el director de Antes del estreno vuelve sobre la inestabilidad emocional como lingua franca de los sujetos vinculados al mundo del teatro, tiene algunos momentos fascinantes, incluso aunque no pretenda ser más que un film intimista y de cámara.
Otra película singular es Al fin del mundo, ópera prima de Franca González. Este film explora la incidencia de un clima feroz en la población de Tolhuin. Sólido documental observacional, cuyos encuadres nunca denotan preciosismo, en él su directora demuestra cómo un ecosistema puede afectar nuestro modo de estar en el mundo. El frío intenso no es solamente una cuestión epidérmica; la temperatura es aquí un determinante de las formas sociales, de tal modo que un carnaval de invierno organizado por un vecino, secuencia que cierra el film, es lo más parecido a un acto de insolencia frente a los dictámenes térmicos del propio cuerpo y el abatimiento propio del espíritu en semejante adversidad natural.
Este texto fue publicado en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de octubre 2014
Roger Koza / Copyleft 2014
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