BALANCE (PRIMERA PARTE): EL 2012 EN PELÍCULAS ESTRENADAS
NUESTRO SIGLO
Por Roger Koza
La gran noticia del año es estadística: se vendieron 46 millones de entradas. Los números son auspiciosos, y no sólo en la cantidad de espectadores: se estrenaron más de 300 películas ¿Una utopía? ¿El renacimiento de la cinefilia? El fracaso de Frankenweenie (una gran película en 3D) y otros episodios similares desdicen la contundencia festiva de los números. Un ciclo sobre Claire Denis y otro de clásicos del cine argentino (ambos en 35mm y 16mm) tuvo un promedio de 15 a 20 personas por función en una sala céntrica de Córdoba. La cinefilia no está del todo recuperada y los millones de entradas tal vez simplemente denoten el poder de los superhéroes, los vampiros teen, las ficciones apocalípticas y algún que otro filme de animación para niños. El 3D y el marketing poco tienen que ver con el amor al cine.
Sin embargo, a pequeña escala, sí hubo triunfos. En Córdoba, casi más de 1000 personas vieron Figuras de guerra, la extraordinaria película de Sylvain George, que dura tres horas. Ver la persecución alevosa por parte de la policía francesa contra los inmigrantes africanos y asiáticos y la vida cotidiana de estos nómades del malestar global no fue incompatible con el interés de un público diverso que prefirió un encuentro con lo real y no la sublimación fantástica y metafísica de Los vengadores, Batman: El caballero de la noche asciende y Prometeo, incluso de la notable Misión Imposible 4: Protocolo fantasma.
Como el cine, por definición, es un arte del presente, ciertas películas, más que otras, capturan nuestro tiempo y establecen un puente con el siglo pasado. De ese modo puede leerse el extraño anacronismo de la puesta en escena de El puerto, un filme que transcurre en nuestro presente y también gira en torno a la figura del inmigrante en el norte de Francia, pero que a su vez introduce a través del mobiliario y ciertos objetos un tiempo pretérito. La sugerencia de Kaurismäki es precisa: antes se denunciaba a los judíos, ahora la alcahuetería cívica reaccionaria se centra en la turba paradójicamente atomizada que viene de África. Eso no impide que una cineasta notable como Claire Denis insinúe en 35 rhums una práctica discreta de amabilidad entre inmigrantes y blancos en los suburbios de París.
Tierra de los padres, de Nicolás Prividera, fue el filme que sintonizó más que ninguno nuestro presente y nuestras discordias, a pesar de que supuestamente se trata de un filme sobre 200 años de historia argentina y transcurre en un cementerio aristocrático. Se trata de una genealogía de nuestro presente cuya lucidez permite pensar con cierta distancia las tensiones discursivas de la actualidad.
El cine nacional tuvo algunos títulos sobresalientes: de Los actos cotidianos, de Raúl Perrone, a El último Elvis, de Armando Bo, pasando por filmes sobre asuntos familiares tan diversos como Papirosen, de Gastón Solnicki, y Abrir puertas y ventanas, de Milagros Mumenthaler, o experimentos vanguardistas como Accidentes gloriosos, de Mauro Andrizzi, La casa, de Gustavo Fontán y en cierta medida, Cornelia frente al espejo, de Daniel Rosenberg, es ostensible la calidad y diversidad de la producción nacional, lo que no significa que el público elija verla. El único éxito “millonario” del cine argentino fue Dos más dos, una fantasía cómica de clase media acerca del agotamiento del deseo y su posible redención en la práctica swinger cuya supuesta insolencia erótica siempre viene matizada por un acompañamiento musical a todo volumen. El procedimiento es genial: una especie de condón sonoro para proteger la incomodidad de la audiencia frente a una transgresión de poca intensidad.
Pero este 2012 no sería el mismo en materia cinematográfica si dos filmes del gran David Cronenberg no se hubieran estrenado. El expresionismo heterodoxo y el clasicismo narrativo de Un método peligroso y el hiperrealismo gélido de Cosmópolis, el primero sobre Freud y Jung (y la invención del deseo moderno en el siglo XX) y el segundo sobre el capitalismo abstracto del siglo XXI, estuvieron entre lo mejor del año. Las películas de George, Kaurimäki, Prividera, Denis y Cronenberg hablan de nuestro siglo, son justo imágenes de un malestar reconocible en todos los rincones del mundo.
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LOS DIEZ MEJORES ESTRENOS DEL AÑO
1. Figuras de guerra, de Sylvain George, Francia, 2011
Sin el auxilio de un equipo de filmación, George es capaz de registrar con su cámara la vida cotidiana de los inmigrantes ilegales en Calais (Francia). El resultado es la reinvención del cine militante y del documental político.
(Leer dos críticas completas aquí y acá)
2. Cosmópolis, de David Cronenberg, Canadá-Francia-Portugal-Italia, 2012
La adaptación cinematográfica de la novela de Don DeLillo es literalmente un fresco del capitalismo abstracto a comienzos del siglo XXI y los efectos psíquicos sobre los sujetos privilegiados en ese orden económico.
(Leer dos críticas completas aquí y acá)
3. Un método peligroso, de David Cronenberg, Reino Unido-Canadá-Suiza-Alemania, 2011
Caligrafía cinematográfica de alto vuelo y precisión narrativa para contar la superación de la histeria y la invención del psicoanálisis a principios de un siglo sombrío.
(Leer crítica completa aquí)
4. El puerto, de Aki Kaurismäki, Finlandia-Francia, 2011
Un cuento de hadas materialista en el que los que menos tienen defienden a los inmigrantes ilegales mientras las fuerzas del orden acechan.
(Leer dos críticas completas: aquí y acá)
5. Tierra de los padres, de Nicolás Prividera, Argentina, 2011
La película argentina más controversial y formalmente radical del año tiene detractores y defensores, pero es imposible ser indiferente a su lectura de la historia argentina.
(Leer dos críticas: aquí y acá)
6. El reino bajo la luna, de Wes Anderson, EE.UU., 2012
Una historia de amor en el nacimiento de la adolescencia es el motor de este retrato sobre excéntricos y desamparados, ciudadanos ilustres de la cosmología obsesiva de Anderson.
(Leer dos críticas: aquí y acá)
7. Fuera de Satán, de Bruno Dumont, Francia, 2011
El cineasta de la crueldad pero también el de los milagros, y sin duda el único de su generación capaz de interrogar la experiencia religiosa a partir de signos inmanentes como los elementos de la tierra y la materialidad de los cuerpos.
(Leer dos críticas: aquí y acá)
8. 35 rhums, de Claire Denis, Francia, 2009
Un film sobre operadores de trenes, taxistas y estudiantes en el que la solidaridad es una evidencia.
(Leer crítica completa aquí)
9. La invención de Hugo Cabret, de Martin Scorsese, EE.UU., 2011
Intento lúdico y lúcido, por parte de uno de los grandes realizadores contemporáneos, de establecer un puente amoroso y necesario entre la prehistoria del cine y su devenir en 3D. George Méliès es un texto y un pretexto perfectos para explicitar el amor de Scorsese por el cine.
(Leer crítica completa aquí y una segunda defensa aquí)
10. El mal del sueño, de Ulrich Köhler, Alemania, 2011
Gran película sobre los límites de nuestra racionalidad (blanca) y la ingenuidad de las ayudas económicas y sanitarias concebidas desde la omnipotencia y el cinismo del llamado Primer Mundo.
(Leer crítica completa aquí)
Roger Koza / Copyleft 2012
Gran balance Roger, lo de Crononberg (coincido con las dos) es notable, dos grandes films en un año, y Tierra de los padres y Fuera de Satán pueden no «gustar» (ese juicio aseverativo sin mucho fundamento) pero son películas importantes.
Hola Roger: me genera cierto “ruido” el hecho de que en un mismo listado de mejores películas convivan “El puerto” y “Figuras de guerra”. No es en el único lugar donde se puede ver esta coincidencia, ya que en otros balances de fin de año también se citan ambas. No encontré ningún artículo que reflexione sobre la diferencia de miradas que ambos films proponen sobre una temática en común. Sería interesante. En parte mi comentario es para tratar de entender si el punto de vista que propone cada director es complementario del otro o si, en todo caso, pueden arrogarse diferentes grados de legitimidad en el tratamiento del tema.
Me sucedió de ver “Figuras de guerra” quince días antes que el film de Kaurismaki. Recuerdo que fue en pleno invierno y la calefacción de la sala del cine donde la proyectaban no funcionaba. Varias veces estuve a punto de levantarme e irme porque el frío era insoportable. Sobre el final de la película no pude evitar sentir una especie de pudor -por quejarme del frío- frente a la situación por la que atravesaban las personas-personajes de la pantalla. Con la anécdota, en su trivialidad, pretendo significar que el film de George transmite una verdadera experiencia, como bien decís en uno de tus comentarios sobre la película.
Cuando a los pocos días vi “El puerto” no pude sino salir algo desencantado al comparar el tratamiento estetizante del tema de los inmigrantes que proponía su director. En una nota que publicó Página 12 decía que la elección del tono de “cuanto de hadas” con que decidió contar la historia se debía simplemente a que la realidad era fea, que no le gustaba. Ese escapismo romántico me trajo a la mente las palabras de las que se sirve Rubén Darío en el prólogo a Prosas profanas para explicar el por qué de su insistencia en tanto castillo, tantas princesas y tantas rosas: “¿Y que quieren? Yo detesto el tiempo en que me toco nacer!” decía más o menos. Se me ocurre entonces que se podría decir que en el film de Kausismaki “Al malestar se lo domestica o, en su defecto, se lo ignora olímpicamente”; como escribís, Roger, en una de tus notas sobre Figuras de guerra en referencia a las diferentes actitudes que se pueden adoptar frente a lo siniestro. Y para seguir usando tus palabras (perdón, pero son muy buenas y me sirven para tratar de dar forma a lo que quiero decir) de “El puerto” no se podría decir lo que sí se puede decir de Figuras de guerra: “restituye la función de la imagen: darle existencia a lo diferente y a la desemejanza; el otro existe, habla, se mueve.”
En fin, para terminar, confieso dos cosas. No vi mucho más de la obra de Kaurismaki, por lo que seguramente al no conocer su cosmovisión hay muchas cosas de su película que se me pierden. Segundo, si lo que trato de expresar parece errático se debe simplemente a que en eso estoy: tratando de conciliar o no la propuesta de ambas películas.
Espero que pasen por aquí personas que con sus comentarios me ayuden con mi inquietud.
Muchas gracias.
Saludos!
Estimado Javier: entiendo muy bien tu punto de vista y comparto la inquietud; además, tu experiencia de sentir frío y dejar de molestarse de esa incomodidad meteorológica en una sala la reconozco: literalmente, me pasó lo mismo en octubre de 2010 en Valdivia, cuando vi por primera vez el film de George a las 10am.
Para mí ni son films complementarios, ni films que estén enfrentados. Creo que parten de una misma indignación y luego transforman su material por vías inconmensurables.
Le pregunté a George sobre El puerto: 6 meses atrás no la había visto, pero le interesaba porque respetaba a AK. Lo que sí llegó a decirme es que le parecía abominable un film llamado Welcome, el que transcurre en la misma zona de Figuras de guerra. Ahí sí se da una verdadera oposición porque en el humanismo de Welcome se licúa la indignación hasta llegar a un humanismo protector mientras que en el de AK la fantasía no nos protege respecto de lo que sabemos y sucede. Es una fantasía materialista, la otra, me parece (y no por ello la detesto), es un humanismo blanco y reconciliador.
Saludos.
RK
RK
El punto que plantea Javier es interesante porque desafía a pensar acerca de las relaciones entre cine (o arte) y realidad. Pero creo que está errado en tanto supone que hay modos correctos de tratar asuntos sociopolíticos y otros incorrectos. O modos incompatibles que se excluyen, como si fueran proposiciones lógicas que no pueden ser ambas verdaderas al mismo tiempo. El tipo de verdad que posibilita el arte no está sujeto a esta lógica binaria. Por eso uno puede estimar dos miradas muy diferentes como la que tienen S. George y Kaurismaki sobre el mismo tema. Incluso creo que se puede poner en duda que la sequedad documental de Sylvain para tratar el tema de los inmigrantes sea una forma más «seria» de tratarlo. El documental de George es excelente, pero no porque su cámara registre los padecimientos de los personajes reales es más serio. En todo caso ahí hay un obstáculo epistemológico: el espectador que ve padecer desde su butaca a estos inmigrantes perseguidos, ¿está más «cerca» de ese padecimiento, aún cuando no funcione la calefacción? Creo que Kaurismaki tiene un modo distinto de procesar este dilema que para nada es evasivo. Introduce un espesor «entre» el mundo mostrado y el espectador, una forma del distanciamiento para hacernos saber que lo que vemos NO ES la realidad en directo, aunque alude a ella de un modo oblicuo. Una especie de ironía triste que incomoda en su final sospechosamente feliz. Kaurismaki establece una cadena de solidaridades que posibilita la transformación de la situación de los inmigrantes, a la vez que nos hace saber todo el tiempo que se trata de una fábula. Creo que ambas posiciones tienen sus riesgos al tratar un tema de una clase que no puede ni ir al cine ni hacer películas. ¿Cómo filmarlos? Hay un riesgo de que alguien no capte esa ironía triste de Kaurismaki y se consuele con su final idílico, sin darse cuenta que el director nos dice que lo real queda fuera de campo. El riesgo de Figuras de guerra es creer que conmoverse por la situación de los inmigrantes nos hace más buenos, más justos o más comprometidos. Creo, en última instancia, que la posición de Kaurismaki es más audaz, más inquietante y más creativa, tanto política como estéticamente. Aunque las dos me parecen muy buenas, yo me quedo con Aki K.
Oscar: no tengo nada que agregar y en algún sentido completa lo que empecé a esbozar en mi respuesta a Javier. Saludos a los dos.
¡Què bueno! Contundentes hechos. Manten este nivel es un post genial. Tengo que leer màs posts como este.