BARBARA
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
MEMORIAS DE LA ANTIGÜEDAD IDEOLÓGICA
Barbara, Alemania, 2011
Escrita y dirigida por Christian Petzold
*** Hay que verla.
Una película sólida y madura del director alemán más interesante de su generación.
A diferencia de varias películas alemanas recientes, el último film de Christian Petzold, el miembro más reconocido de la Escuela de Berlín, no reconstruye la pretérita Alemania del Este en términos de nostalgia. Los viejos tiempos, cuando un muro físico separaba dos estilos de vida, no son en la mirada de Petzold un pasado mítico donde la falta de libertad se compensaba por un orden menos injusto. Su visión es sensiblemente ambivalente, como todo lo que sucede en la película.
Desde el comienzo, la vieja Alemania se define aquí por dos acciones “invisibles”: vigilar y sospechar. La vida de los otros es una preocupación de todos, y ya en la primera escena Petzold propone una perspectiva: Bárbara, que viene de Berlín y ha estado presa unos años, llega unos minutos antes al hospital en el que retomará su profesión de médica. De un plano medio del hermoso y adusto rostro de Nina Hoss (un axioma en el cine del director) a un plano general que reproduce el punto de observación de un miembro de la policía secreta que la presenta al jefe del hospital, la película transmite una experiencia social dominante.
Bárbara es circunspecta y distante; su enemistad con el régimen socialista es ostensible, pero las razones de su malestar y de su desconfianza nunca se revelan del todo. Siente cierta simpatía por André, el joven doctor a cargo, y un gran compromiso con los pacientes, en especial con una adolescente que proviene de un “campo de concentración” y un joven que ha intentado suicidarse. Su vocación médica no es incompatible con su disidencia ideológica. Aunque la STASI la vigila siempre y revisa desde su casa hasta sus genitales, no renuncia a sus actividades “ilegales”: conseguir visas y papeles para que otros pasen del otro lado del muro.
Bárbara es un film apasionante y asombroso: la indeterminación de su posición ideológica hace que no haya buenos y malos, y es por eso que la experiencia socialista, a pesar de ser examinada sin condescendencia, no es condenada del todo. Petzold plantea una especie de fenomenología de la mentalidad de aquella época y descubre que el compromiso y la sospecha son signos precisos del alma colectiva. En ese sentido, algunos diálogos entre Bárbara y André funcionan como una síntesis de todo lo que está en juego. Una discusión sobre la responsabilidad del saber científico ante el proletariado y una misteriosa interpretación de “La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp”, de Rembrandt, es todo lo que se necesita para entender las coordenadas simbólicas de la película. Y salvando las distancias, si Rembrandt era un mago de la luz, Hans Fromm, el director de fotografía de Petzold, también hace maravillas con la luz: los verdes, los naranjas y los azules predominan en los planos nocturnos, una cualidad de la puesta en escena con la que se apropia de una experiencia colectiva proclive al resguardo y a un temple moderado y circunspecto de existencia. Los colores revelan una subjetividad y una época.
El film de Petzold es un viaje hipnótico a un continente perdido, un territorio simbólico que Jim Hoberman llamó “la Atlántida Roja”. Un viaje a un lugar y un tiempo no tan lejanos que, vistos desde hoy, son casi del orden de lo impensable.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de agosto 2013
Roger Koza / Copyleft 2013
Apoyado en soberbias actuaciones, el director Christian Petzold, nos involucra en una historia dramática ambientada en Alemania Oriental, donde la protagonista, que da nombre al filme y está interpretada en forma estupenda por Nina Hoss, se muestra como una médica cargada de rencor, hacia el gobierno en particular y hacia el mundo en general. Es que, según nos enteramos con el avance del relato, Barbara es disidente del régimen y esta condición la ha hecho acreedora a castigos y persecuciones. Una de esas sanciones ha sido degradarla profesionalmente, enviándola a ejercer a un pequeño hospital de provincia.
Nina Hoss, con un manejo soberbio de los gestos, expresa toda su amargura. Es sobre todo su mirada, con esos hermosos y a la vez intimidantes ojos negros, que transmite sus emociones, sin necesidad de hablar demasiado. Esta es una muestra del mejor cine, donde las imágenes lo son todo, y las palabras solo complementan las escenas sin tener nunca una significación formal preponderante.
La historia, en minúsculas, se integra a la Historia, cuando percibimos la forma que las reglas del juego del gobierno de la ex – Alemania Oriental, se involucran en la vida de todos los protagonistas. El Estado omnipresente, es para Petzold, un permanente factor de agobio y de humillación, en la existencia de sus criaturas.
Otra prueba de la maestría de Petzold, es la manera en que integra a los personajes secundarios a la historia principal. No podemos decir que haya verdaderas sub tramas, lo que es un elogio y no una crítica, porque todo lo que les sucede a los personajes secundarios tiene una importancia fundamental para la historia principal. La narración se descubre como un mecanismo preciso, donde cada secuencia se integra a la perfección en el relato principal, haciendo de Petzold un ejemplo de que el cine no solo debe mostrar belleza y emocionar, sino también demostrar la habilidad de llegar al espectador con la mayor economía de recursos posible. A la película de Petzold, parece no sobrarle un solo plano.
En un final sorpresivo, pero no por ello inverosímil, Petzold da un giro inesperado a la historia y nos deja con la sensación de haber asistido a una clase magistral del mejor cine contemporáneo.