BELLA ADORMENTADA
LA DESMESURA Y EL CINISMO
Por Marcela Gamberini
Marco Bellocchio es un director polémico, interesante, desmesurado, rabioso. Instalado en la tradición del cine italiano más combativo, más inquietante, desde su magnífica opera prima I pugni in tasca (1965) no deja de sorprender. Ahora, en este presente tan complejo para el mundo y para Europa en particular, con Bella Addormentata pareciera trabajar con un material candente: la eutanasia, que es una verdadera usina de debates políticos, científicos, judiciales. Y en esta mezcolanza de cuestiones públicas, a veces, nos olvidamos del componente humano, de la densidad que tiene la eutanasia en el orden de las decisiones privadas.
Bella adormentada, Marco Bellocchio, Italia, 2012
Como la contracara de la reciente Algunas horas de primavera de Brizé, en Bellocchio hay desborde de sentimientos, de gestos ampulosos, de rezos desmedidos, de figuras retóricas, de exceso de religión. Si en la reposada, aséptica y medida película de Stéphane Brizé la muerte era algo casi natural, aquello sobre lo que en determinadas y fatales circunstancias se puede decidir; en Bella Addormentata otros son los que deciden políticamente sobre la desconexión o no de esos cuerpos que están en stand by. Para los franceses la decisión es personal, privada, única e intransferible; para los italianos es política, pública, debatida. Lo que sucede con Marco Bellocchio es que siempre va más allá (como en Vincere, como en El director de bodas, como en La condena, entre otras) corre riesgos permanentemente y su cine nunca habla de aquello que creemos ver en la superficie. En efecto, su sistema de relaciones de ideas y conceptos es avasallador; se mueve en espiral, en redondo y hacia adentro, como varias de las escenas de la película que están planificadas en perspectiva para lograr hondura y profundidad. Su montaje es desquiciado, como sus personajes; sus imágenes se superponen, como las voces de sus criaturas que no se escuchan, que hablan solas; sus pasillos y escaleras dejan ver a lo lejos estatuas, íconos, tapados, irreconocibles. Un cine de la locura, de la esquizofrenia, del amor sin razón, de la búsqueda permanente, de la rabia más furiosa.
Walter Benjamin dice sobre Baudelaire que “lo original en la poesía de Baudelaire es que las imágenes de la mujer y de la muerte se compenetran en una tercera, la de París”. En Bellocchio sucede algo similar: son mujeres las que están muertas o casi: Rosa, la bella hija de la genial Isabelle Hupert, y Eluana, la mujer sobre la que pesa la decisión que los políticos nunca llegan a tomar. O están dormidas, como la chica salvaje que se encuentra con ese médico que intentará salvarla cueste lo que cueste. Justamente la película empieza con la imagen de esa chica que duerme en el banco de una iglesia, instalando el interrogante desde del comienzo, la frontera imperceptible y a la vez decisiva entre el sueño y la muerte y termina con ella también, dormida custodiada por su médico guardián, uno a cada lado del plano, como si el sueño de esta chica morocha y loca dejara a la película entre paréntesis, generando en su interior un río caudaloso de voces, imágenes y conceptos. También María la hija del senador es una mujer dormida que se despierta porque le arrojan un vaso de agua a la cara. Las mujeres duermen o mueren o rezan, mientras los hombres velan, están despiertos siempre, cargando culpas y pesares. Hay en Bellocchio, indudablemente, una equiparación entre la muerte y la mujer y a la vez, esta mujer “casi muerta” es la figura de Italia. Una Italia en decadencia, dormida, irracional, cínica y deprimida como dice uno de sus personajes. Esa Italia que puede ser muerta por la política (como Eluana) o por el peso de la religión o por la insistencia de la ciencia, representada en este caso por los médicos. Las instituciones italianas – la religión, las leyes, la ciencia- hundirán a una Italia que no puede resurgir, renacer, despertarse, que está adormecida, atormentada. La mirada de Bellocchio es crítica y profunda sobre las instituciones de su país, pero también lo es con sus compatriotas y mucho más cruel con los hombres que parecieran cargar con culpas atávicas, irresolutas, incomprensibles (lo mismo pasa en la magnífica La condena).
Los personajes de Bella Adormentata hablan solos, sueñan en voz alta, escuchan tras las puertas, se espían, se ven en la televisión en imágenes de imágenes que nos duplican o triplican en la línea de fuga del mundo (en algún momento de la película, Isabelle Hupert manda a sacar los espejos, metáforas impúdicas de la reproducción a la que estamos sometidos en la modernidad); todos estos mecanismos de reproducción hacen que la comunicación sea cada vez más ajena, sea realmente imposible.
Nunca falta en Bellocchio la figura del loco, aquel que bordea entre la verdad y la mentira, el esquizofrénico que tiene poder y lo usa a mansalva, aquel que no comprendemos en su irracionalidad pero que sin embargo es inevitable, como en Víncere, ese Mussolini desquiciado y seductor, autoritario y dependiente. Las mujeres son guerreras, los padres culpables y los hijos están muertos o locos.
Bellocchio es cínicamente implacable: no deja de decir que es la muerte –de una mujer, de una religión, de un país- la que espera agazapada, dormida, atormentada; lista para roernos las entrañas sin piedad.
Marcela Gamberini / Copyleft 2013
¡Muy buena crítica! No vi la película aunque la tengo bajada de la Web, y apenas me haga un tiempo la veo. Rescato en este trabajo de reflexión de Gamberini la pasión con que está escrito. Leo mucha crítica de cine, en este blog y en otros, y creo que las críticas nunca pueden ser similares, ni en su tono ni en su contenido. No solo porque las películas no son todas iguales, sino porque el crítico debe dar cuenta cuanto le ha impactado el filme, en lo racional y en lo emocional. De alguna forma, creo que una buena crítica, debe acompañar con el contenido y el tono de la escritura, el modo de filmar del realizador. Y sin duda esta crítica lo logra.
Gracias Jorge!!! si, trato de trabajar siempre sobre el impacto que me producen las películas. Diste en la tecla. gracias por tu atenta lectura. Es bueno saber que hay lectores activos del otro lado de la pantalla.
Saludos!!
Coincido en que Belocchio tiene un estilo desmesurado. En Vincere se ve una puesta en escena voluptuosa incluso operística mientras que en La Hora de La Religión me parece algo más contenido aunque siempre activo en su aguda crítica política. No es muy fácil conseguir sus películas. Su última película se estrenó en Venecia el año pasado y no había leído mucho sobre su recepción salvo un artículo en Film Comment, habrá que ver si llega a tener un estreno en el país.
Hola Andres: gracias por la lectura y celebro las coincidencias. No sé a qué ultima pelicula te referís? creía que esta era la ultima.Y si, tenes razon, lamentablemente son peliculas dificiles de conseguir.
Saludos!!
¡Una monstruosidad de comentario!!! y con esto estoy agregando que es mucho mejor que una crítica, que sale mucho más facilonga que un análisis como el que hiciste. Yo estoy viendo a Bellocchio como excesivamente tortuoso y torturante con sus obsesiones y me viene muy bien leer lo tuyo que es apasionado e inteligente por partes iguales. Sigo pensando que en algunas películas (esta, entre otras, inclusive Ipugni in tasca que volví a ver hace poco) se deja devorar por sus fantasmas, pero me quedo rumiando tus observaciones. Te felicito una vez más.
Gracias Santiago!!!
Que digiera bien las observaciones!!
…No alabaré de nuevo el estilo sanguíneo pero sutilmente racional, poderoso, de la Gamberi porque va a parecer que me paga (bueno, solo la felicité vivamente un par de veces, nomás)… es solo para decir que circulando pacientemente por la web (y bueno, no hay otra)… se hallará una buena ‘selección’ del amigo (operístico y excesivo, pero impresionantemente genial) Belocchio…
Saint Jacob, gracias de nuevo!!
estoy en eso, recorriendo la web y algunas cosillas encontré, claro, com paciencia.
Saludos sanguíenos!!!
Marcela: me refería a Bella Adormentada. Aprovecho para decir que también me gusto mucho tu texto sore el señor Terence Davis del que todavía espero ver The Deep Blue Sea.
ah… menos mal. ya estaba como loca buscando, ja!
gracias por Davis!!
Muy buen análisis Marcela.
Es cierto lo de lo avasallante del sistema de relaciones del film, así como el sentido que tienen aquí las mujeres (no lo había pensado).
Supongo que cuando escribís «exceso de religión» (suena raro dicho así) quisiste hacer referencia a la cantidad de curas, monjas, rezos y reflexiones en torno a lo religoso, expuestos de modo maravillosamente recargado o exagerado, cercano a alguna posible forma de santidad (pienso en la chica que sufre por amor) o de locura (pienso en el personaje de Isabelle Huppert, que sólo ella parece poder encarnar con esa fuerza).
Hay algo con lo que no estoy de acuerdo, sin embargo: no me parece que la mirada de Bellocchio sea tan implacable, como lo sostenés en tu último (y muy duro) párrafo. Creo que en la figura de ese médico que se aferra a la salvación de la adicta (que en el final parece renunciar a su idea de suicidarse) y en el acercameinto o reconciliación del político con su hija hay algo de comprensión, de esperanza de que algo (el afecto, la perseverancia) pueden tener sentido en la vida.
Me gustó leer tu crítica, además, porque estuve viendo que no ha sido muy elogiada en Europa (leí incluso que un medio español la consideraba cercana a un telefilm ¿¿??) y tampoco despertó demasiado entusiasmo entre nuestros críticos, que últimamente (tal vez un poco por pose) andan más atentos al cine de géneros estadounidense que a la obra de maestros europeos como Bellocchio o como los Taviani.
Saludos.
Gracias Fernando por tu lectura y tus sugerencias. En el apasionamiento por la escritura a veces uno de vuelve un poco terminante con aquellos directores que son férreos en sus posiciones y en su mirada sobre el mundo. Trataré de ser mas compasiva la próxima!!!
Gracias de nuevo y saludos