BERTA Y PABLO
TIEMPOS DE MUJERES
“Un protagonista quiere algo. Hay un obstáculo que puede ser un otro. Y eso genera un conflicto. Sinceramente les pregunto, ¿ven ustedes a diario que esa fórmula representa o puede contar lo que nos pasa, sobre todo, las cosas más delicadas y curiosas que nos pasan? Hemos tratado de encorsetar la experiencia en una estructura que no da cuenta de todo, preforma los acontecimientos humanos y los convierte en enfrentamientos. Y, si puedo ser más audaz, yo creo que ese modelo narrativo es bélico y creo que, cuanto antes, lo tenemos que abandonar,” afirmó Lucrecia Martel durante un seminario en el marco del FIC.UBA 2023.
En Berta y Pablo, su último largometraje, Matías Szulanski parece haber adecuado el relato a una estructura narrativa que, precisamente, omite el conflicto como principio constructivo. ¿Es una película de ésas en las que no pasa nada? No. En cambio, sí es una película de ésas en las que lo que pasa son “cosas más delicadas y curiosas”. Cuestiones íntimas aunque habituales como preguntarse por el ancho y el alto del deseo hacia un hombre; como sentir la curiosidad de retener algún objeto de una abuela con la que, casi, no se tuvo vínculo; como componer canciones y grabarlas porque sí, “porque nos gusta”.
Carolina (Ana Skornik) es la viajera. El viaje, en un aspecto, podría ser de aprendizaje. En otro, de confirmación. En cualquiera de los dos casos, prevalece una sororidad mullida entre las protagonistas.
Los acontecimientos que llevan a Carolina a instalarse en la casa de Flor (Inés Urdiñez) se desvían: al llegar a la casa de la abuela, se entera de que unos primos habían arrasado con la mayoría de sus pertenencias. Decide llevarse varias bolsas de libros sin saber que en algunos de esos volúmenes encontrará una llave que abrirá puertas imprevistas.
Al cabo, el de Carolina deriva en un viaje confidencial a través de la historia de una resistencia: la de una mujer que, muchos años antes, dio lugar a su deseo e intentó sostenerlo contra las imposiciones de la época o de la familia o de ella misma. Al igual que la protagonista de Trenque Lauquen (de Laura Citarella) Carolina tropieza con el intercambio de mensajes amorosos entre Berta (su abuela) y un desconocido (Pablo), en las páginas de una colección de libros juveniles. De a poco, descifra el sistema de circulación de esas breves noticias. Olvidada entre los textos, encuentra una película en 8 mm que había documentado el romance. El amante misterioso, al fin, tuvo rostro y cuerpo. Berta y Pablo parecen haber compartido una forma de la felicidad.
Me interesa destacar, aunque parezca evidente, que el guion (de Szulanski y Jenni Merla) pone en el centro de la escena a una joven que podría ser cualquier joven del presente. Le confecciona un envoltorio con (otras) mujeres que atraviesan circunstancias diversas, ninguna sorprendente ni fantástica.
A partir de ahí, el director (que también tuvo a su cargo la fotografía, el montaje, la música y la producción de su película), en apenas 60 minutos, logra desplegar un mosaico de cuerpos, ocupaciones y personalidades. A pesar de algunas discrepancias, ese puñado de mujeres, en pocos días, llegaron a averiguar que eran capaces de interactuar desde sus diferencias. Sin guerra ni conflictos.
Al final de la película, queda flotando una moraleja en letras de agua: es más cómodo vivir el presente cuando se recupera la memoria de otras vidas que resistieron para ser vividas.
Berta y Pablo, Argentina, 2024.
Dirigida por Matías Szulansky.
Escrita por Jenni Merla y M. Szulansky.
María Iribarren / Copyleft 2024
Últimos Comentarios