BOYHOOD -MOMENTOS DE VIDA- / BOYHOOD (01)

BOYHOOD -MOMENTOS DE VIDA- / BOYHOOD (01)

por - Críticas
02 Nov, 2014 07:22 | Sin comentarios

VIDA 

boyhood_hires_3

Por Marcela Gamberini

“Una novela es un espejo que se pasea por un ancho camino. Tan pronto refleja el azul del cielo ante nuestros ojos, como el barro de los barrizales que hay en el camino” Sthendal, Rojo y negro.

 Doce años es todo. Es mucho. Un fragmento de vida que nos marca, que nos define, que nos conmueve y que nos alegra. Richard Linklater, uno de los directores más sensibles y lucidos de la actualidad, registró estos doce años en la vida de un chico hasta su adolescencia. Sólo algunos días cada vez. El registro es preciso, melancólico a veces, placentero otras. Gran trabajo con el tiempo que transcurre inquebrantable y que enfrenta a sus protagonistas a la vida misma, a sus avatares, a sus contradicciones, al crecimiento del protagonista, de sus padres y de su hermana. Notables son los tres protagonistas, Ellar Coltrane, el niño- adolescente; la maravillosa Patricia Arquette como la madre y el siempre increíble y buen mozo de Ethan Hawke como el padre.

Pareciera que el tiempo y su transcurso es la obsesión de Linklater. Las huellas que deja, las grietas que abre, el crecimiento, las decisiones. En la trilogía de Antes del amanecer, atardecer, anochecer, la preocupación de Linklater es la misma; esa gente, esa pareja, a lo largo del tiempo. Nadie retrata como él, tan amablemente la juventud y el crecimiento en el cine contemporáneo. El cine de Linklater es la contracara de casi todo el cine americano actual, hasta podría decir no sólo estadounidense. Como si fuera un Antoine Doinel contemporáneo, Linklater igual que Francoise Truffaut, sigue a su personaje, lo acompaña en su crecimiento, amorosa y sensiblemente. Es sabido que no es sencillo narrar lo cotidiano. La gran pregunta para el arte (cinematográfico), a lo largo del tiempo, tal vez sea: ¿cómo filmar la vida? Narrar lo cotidiano, contar la vida misma, aquello de tan cercano a veces no podemos ver, aquello que está en los cielos, en un fin de semana en el campo, en la relación con los padres, en la complicidad entre los hermanos, en las mudanzas sucesivas, en las experiencias escolares, es una tarea difícil. Viajes, caminatas, mudanzas, calles y carreteras constituyen los modos de transitar el espacio, por donde se mueve el cine de Linklater. Caminar, como los protagonistas de la trilogía; hablar, conversar, dialogar es la materia discursiva de la película. La forma elegida es el transcurrir; sus personajes raramente se quedan quietos, van y vienen, recorren -aunque suene ridículamente cursi- el camino de la vida; lo más interesante es que la cursilería es el polo opuesto en el cine de Linklater. Ese camino-novela, que como el espejo de Stendhal, refleja la vida, Linklater lo transforma en camino-cine. El cine, es para este director, un espejo que se pasea (como los protagonistas de la trilogía, como los personajes de Boyhood) por un ancho camino, por una carretera, por unos recovecos, por unas calles.

Boyhood, Richard Linklater, EE.UU., 2014

La diferencia con el genial escritor francés es que a Boyhood no le hace falta remarcar los hitos históricos, ni sociales; la película compone una melodía armónica, donde la elección de la música es central; son las canciones las que marcan las épocas, las generaciones, la herencia que el padre le deja a su hijo. La poética Linklater es la que mistura música y diálogos con encuadres cálidos, cosidos por una narración amable, sin estridencias.

La apertura de la película es la mirada (el azul del cielo en la mirada de Stendhal) en un primerísimo primer plano de su protagonista, acostado sobre el pasto, plano que se abre con amabilidad y sutileza, valores que la película sostiene en toda su extensión. Este plano es la matriz a partir de la cual se genera no solo la película entera sino su clave de lectura. La mirada, la subjetividad y, en relación con eso, la mirada de los otros, de la familia, de los amigos, incluso de quien lo filma.

Una película libre, que se echa a andar sin obstáculos, sin especulaciones, ni doble moral, ni vueltas de tuerca, ni superhéroes. Una película que fluye, donde nada detiene al flujo de la vida que transcurre, inevitablemente. Que se puede ser innovador manejando formas tradicionales es lo que dice Linklater con Boyhood; que es necesario restablecer la sensibilidad, la emoción y la cotidianeidad es lo que también propone la película; que la materia prima del cine es la subjetividad, que siempre es uno y la relación de uno con los otros. En definitiva, nada es más espectacular, más cercano, más emotivo que la vida misma.

Marcela Gamberini / Copyleft 2014