CANNES 2009: LOS TERAPEUTAS

CANNES 2009: LOS TERAPEUTAS

por - Festivales
19 May, 2009 03:37 | comentarios

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Michel Foucault propuso en una ocasión que se dejara de firmar los artículos que se publicaran. También los libros. La idea era instituir imaginariamente un país de las letras anónimo. Nadie sabe a quién lee. El texto gana en autonomía y el principio de autoridad proveniente de un nombre yacería interceptado. El lector lee un texto. ¿Qué pasaría si uno viera El Anticristo de Lars von Trier o Looking for Eric, de Ken Loach sin saber quiénes son sus responsables? Si las mismas películas hubieran sido firmadas por otros directores, o, directamente, no llevaran créditos, ¿qué pasaría? Los autores facilitan el riesgo de admitir y objetivar un criterio de selección (para el programador) y un criterio de análisis (para el crítico).

Ocurre que este bodrio metafísico y psicótico llamado El anticristo viene auxiliado por ese apellido: von Trier. Un nombre corto que resuelve pensar lo que vemos. Así, la multitud aplaude una película espantosa. Gente inteligente cree que puede tratarse de una obra maestra. Sostengo que El anticristo es una exposición de lo siniestro, una de las más acabas expresiones de falla en la simbolización. Y es también una película personal, pues estamos ante la obra de un sujeto de dudosa estabilidad psíquica. No obstante, es un film risible y sintomático que debe pensarse.

Entre las celebridades que llegaban al gran teatro Lumière se encontraba Paulo Cohelo. La pluma más exitosa de Brasil venía a ver El Anticristo. En ese momento, el vínculo entre Trier y Cohelo era impensable; dos horas después era más que comprensible. ¿Por qué estaba allí el alquimista? La metafísica de von Trier participa de ese discurso teológico impreciso que las novelas del brasileño son ejemplares. La diferencia es de énfasis: von Trier es el correlato oscuro y antitético de esa cosmovisión neomedieval, pagana en un caso, ultracatólica en el otro.

Willem Dafoe protagoniza el nuevo film del realizador de Manderlay. Estaba exultante; era él la estrella, y no como en otras ocasiones, un transeúnte conocido de relleno. Recuerdo muy bien a Dafoe en el único pase de Juventud en marcha dando vueltas por la alfombra roja. Costa ni es una estrella, ni estaba acompañado por ellas. Lo mandaron, así lo intuí. Luego supe que Mike Leigh se había sorprendido que el actual gobernador de California, Arnold Terminator Schwarzenegger estuviera presente en una función de Secretos y mentiras. Más tarde, le contaron que se fue por una puerta lateral antes de que su película largara. Los simulacros son una regla en Cannes.

Von Trier parecía impertérrito. Su saludó a Frémaux fue distante. Parecía recién salido de un hospicio. Expresividad cero. El público lo recibió como si estuviéramos ante la presencia de un genio.

El título de von Trier podría haber atraído a esos religiosos que, unos atrás, arrodillados protestaban por El código Da Vinci. Lo cierto es que El Anticristo es teológicamente insignificante y políticamente reduccionista. Divida en 4 secciones, titulada por sustantivos que transmiten sufrimiento, además de un prólogo y un epílogo, la película de von Trier empieza como una terapia alternativa de la mente (Freud está muerto, se dice en un momento) para transformarse en una estéril radicalización de la guerra de los sexos.

El prólogo es una hermosa publicidad sin un objeto específico de venta. En un blanco y negro impecable, un ralentí nos introduce en el episodio traumático que habrá de articular este disparate: Dafoe y su mujer, Gainsbourg, nunca identificados por sus nombres (quizás son Adán y Eva) cogen como conejos histéricos. Hay un plano detalle de una penetración. Es el anuncio de que estamos frente a un porno film, que se cumplirá a medida que el tiempo pase. En un plano en profundidad de campo el niño ve coger a sus padres. Después sabremos que la madre llegó ver al niño antes del salto. En un montaje paralelo, el niño va caminando hacia la ventana y los padres siguen fornicando. El clímax es paralelo: orgasmo y salto suicida. Un niño de unos 6 años cae bellamente de una ventana. Su caída finaliza en un plano en contrapicado. Si, se ve el contorno en la nieve. Y sigue, porque un osito de peluche también cae con él. Ése es el prólogo.

La historia es verdaderamente diminuta: tras el “accidente” o el suicidio precoz del vástago, hijo de una escritora y un terapeuta, sus padres viven una gran crisis. La madre (Charlotte Gainsbourg) se deprime y el padre asume el rol de psicólogo, aquí un gesto de negación sobre su propio dolor. En un espantoso ejercicio de visualización esotérica, parte del método terapéutico de Dafoe, la depresiva descubre que es el bosque uno de los factores del miedo, núcleo visual de su angustia. Así la pareja se va a una cabaña (se llama Edén) en el bosque, y la catarsis más que curativa resulta ser el anuncio de una batalla campal entre un hombre y una mujer (Dafoe pasará unos 20 minutos dando vueltas con una rueda atornillada en su pierna, gentileza de su esposa).

Ablaciones, sexo explícito, semen convertido en sangre, mal gusto por doquier, zorros que hablan (“El caos reina”), sadismo sofisticado, una meditación imprecisa sobre la naturaleza como materia impura, lo que incluye el carácter maligno de la mujer entendida como extensión, una estética publicitaria que pretende ser ingeniosa y un diseño de sonido que remite a Lynch, conforman esta película psicótica de un director con alguna que otra película satisfactoria. El Anticristo es una especie de Proyecto Blairwitch esotérico. Y encima está dedicada a Andrei Tarkovski.

Looking for Eric es un film perfecto para un estreno del jueves. Es la veta Full Monty del cine anglosajón, es decir, una de proletarios con dosis de humor y fantasía. Un empleado de correos está en crisis. Vive enojado con sus hijos, con su trabajo, consigo mismo. Uno de los supervisores del correo lee un manual de psicología proclive a la autoayuda. En algún momento, el personal tiene que imaginarse una figura a la que admiran: Sinatra, Sammy Davies Jr, Gandhi son los elegidos, excepto por Eric, quien elige a Eric Cantona, el célebre jugador de fútbol francés admirado en el Reino Unido por su paso en el Manchester United.

En este juego imaginario de psicoterapia primitiva el mismísimo Eric Cantona se le aparece cada tanto a Eric en su cuarto. Es un gurú imaginario, y por momentos muy divertido. Es indiscutible el carisma del goleador. Así, la vida de Eric empezará a cambiar, incluso enfrentará a unos mafiosos que suelen molestar a uno de sus hijos, una secuencia demagógicamente feliz en la que todos los amigos de Eric castigan a estos pandilleros luciendo el rostro de Cantona.

Looking for Eric habrá de ser un éxito en donde se proyecte. Jamás en su vida, Loach, el director de Tierra y Libertad, pudo concebir que realizaría un blockbuster popular. El público aplaudía como si se tratara de un golazo. En verdad, se trata de un filme discreto, una anécdota simpática, acaso una mediocridad querible de un director que nos tiene acostumbrados a retratos realistas de la clase trabajadora (europea), no siempre sutiles y políticamente novedosos. Si en el 2007 la figura futbolera fue Zidane, sustuido en el 2008 por Maradona, este es el año de Cantona. Menos mal que el próximo mundial no será en Francia.

Fotos: 1) En la alfombra roja; 2) El Anticristo; 3) Buscando a Eric.

Copyleft 2009 / Roger Alan Koza