CANNES 2018 (10): EL ESPECIAL
Se escucha en Le livre d’image: “Hablo las palabras del otro, cuando me hablo a mí mismo. Y si nada sucede como esperábamos, nada cambiará nuestras esperanzas, pues permanecerán como una utopía necesaria y en el espacio de las expectativas sobrepasará a nuestro tiempo. Y del mismo modo que el pasado es inmutable, las expectativas prevalecerán, como nosotros, que las alimentábamos cuando éramos jóvenes. Una ardiente esperanza”.
La cita es lo que dice la voz raspada y ontológicamente exhausta de Jean-Luc Godard en el final de su enigmático nuevo film, en el que vuelve a ensayar sobre los límites del lenguaje (del cine) y lo que este tiene para decir de su relación con el mundo. En Godard, cine e historia se confunden, y es por eso que el siglo XX es el del cine, a tal punto que las imágenes de archivo de batallas no se distinguen por su naturaleza; puede ser ficción, puede no serlo.
En este resplandeciente y accesible ensayo constituido por fragmentos de películas, textos, la voz de Godard y sonidos que no están prácticamente nunca en consonancia con las imágenes, el cineasta de 87 años medita sobre la preeminencia de la mano para poder pensar, la relación de los trenes y el cine con el siglo XX, la ley y la sociedad, entre tantas otras cosas. La novedad aparece aquí en un extenso epílogo en el que Godard sugiere repensar la tradición árabe, ese mundo que Occidente no sabe ver y más bien mancilla, simplifica y somete.
Los últimos 25 minutos son inolvidables: el cineasta reúne citas de películas sobre lo árabe e incluye algunos planos donde los colores se reinventan en la saturación que habilita la naturaleza de la imagen digital y que pocas veces se explora; Godard demuestra la potencia expresionista de este nuevo período de la imagen como nadie antes lo ha hecho. Es un epílogo misteriosamente vital, como si en “el libro de las imágenes” Godard encontrara páginas desatendidas y existiera allí una “ardiente esperanza” para el cine y el mundo.
Al jurado no le quedó otra opción que hacer una petición e inventar un nuevo premio titulado “Palma de Oro Especial”. Todos sabíamos que Godard pertenecía a otra liga y que ya no estaba para competiciones de ninguna índole. Blanchett acertó en distinguir aisladamente esta legítima rareza que es la excepción a todas las reglas del arte y del cine. Es que en esta pieza palpita un camino del cine que pocos saben andar. Es la senda perdida del cinematógrafo. ¿Quién podrá retomar este devenir y hacerlo existir en este siglo? He aquí el legado de un hombre del siglo XX para los cineastas del futuro. ¿Existen?
*Foto y fotograma: Ceremonia de clausura; 2) el fotograma pertenece a El placer, de Max Ophüls, de la primera y misteriosa historia del hombre enmascarado que baila. A JLG le obsesiona ese pasaje. Lo ha utilizado en varios de sus ensayos. En esta ocasión cierra el film.
*Este texto fue publicado por Revista Ñ en el mes de mayo 2018.
Roger Koza / Copyleft 2018
Cannes 2018
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