CARTA ABIERTA 2023: DESPUÉS DE LA CONVICCIÓN
Pasan los años y ninguno de nosotros somos los mismos. ¿Nosotros? Los que escribimos acá, también quienes nos visitan y a veces dejan rastros de que lo hicieron.
No ser siempre el mismo es inevitable. Basta filmarse todos los días las manos por un minuto y comparar un año después los cambios que no se registran en la conciencia del presente desmentidos por la evidencia física de la cámara capaz de plasmar lo que el ojo no puede detener: la mutación microscópica e indetenible de algo que es en la duración.
Ser físicamente otro no es lo mismo que ser simbólicamente otro a cada momento. Las creencias preferenciales, aquellas que delimitan qué se cree ser, se sostienen en el tiempo. A estas se las denomina convicciones. Quienes aman el cine dicen tenerlas, y pueden notarse en la objetivación discursiva de amores y odios por períodos del cine, géneros específicos, autores elegidos. Mi amor por Robert Bresson y Terence Davies parece desconocer el curso del tiempo. Lo mismo sucede con otros redactores de Con los ojos abiertos. Leonardo Favio y Lucrecia Martel acaso sean los cineastas más queridos de nuestro país, lo que no significa que no haya disensos. Las diferencias existen y son reconocibles. Nuestras convicciones estéticas no son las mismas.
En Con los ojos abiertos coexisten perspectivas estéticas y formas muy distintas de escribir sobre cine. Lo indeseable de cualquier publicación es la igualación discreta en el estilo y una ideología pueril característica de la cinefilia más infantil en la que se erigen panteones y patíbulos. Nuestros acuerdos son mínimos: una posición frente al cine y al mundo, un compromiso (sostenido) con la escritura y una disposición a participar de cualquier debate racional que un texto propicie entre la comunidad de lectores. Como editor del sitio, aliento el espíritu de indagación y apoyo toda polémica, en tanto el anhelo de verdad esté presente en nuestros textos y discusiones.
Es anticuado emplear la palabra “verdad” en la crítica de cine, más todavía con el desprestigio del que goza ese término en las ciencias sociales y en la discusión pública. Pero las nociones de interés o de subjetividad, innegables en cualquier formulación de conocimiento, no implican alentar un perspectivismo radical y cínico que reduce todo a una perpetua lucha de discursos en respuesta a una agenda de intereses. La conveniencia y el capricho tienen límite.
Una secuencia es susceptible de una amplia y desconocida cantidad de interpretaciones relevantes, pero no de infinitas, porque una película es una entidad que no cobija todo lo posible. Toda película, como también cada uno de sus planos, existe como tal delimitando un campo visual y un mundo representado. De lo que se predica una relación entre quien ve y escucha y aquello que es visible y audible. En efecto, la crítica nunca deja de hallar una resistencia en su objeto y por tal condición la arbitrariedad es incompatible con su ejercicio justo. Empezar por la resistencia del objeto, empezar por todo lo que no es asimilable al sistema de lectura con el que se trabaja: en ese procedimiento inicial se juega la libertad del crítico. No faltará quien reivindique para sí ser el vocero de la libertad. Repetir el término y proponerse como guardián lúdico de la libertad puede acopiar elogios, pero en la histeria de la prosa el exhibicionismo retórico puede tener como inquilino un censor, porque si la película no coincide con el sistema se la desecha en segundos con la intolerancia característica de un conservador cualquiera.
Tener un sistema de lecturas robusto no es lo mismo que tener convicciones. Pero tanto el sistema como las convicciones pueden ser puestos en tela de juicio ante la evidencia; se debe estar dispuesto a que eso ocurra; y es en esa disposición, en la apertura al objeto y no en el cierre del sujeto sobre sí mismo, donde radica una idea pertinente de libertad. ¿A qué se está dispuesto a renunciar ante la fuerza indómita de una película? ¿Acaso amar el cine no deja de ser amar lo distinto, lo que no es próximo? Ninguna conquista amorosa se inicia en lo conocido.
II
En esta nueva temporada seguiremos haciendo lo que venimos haciendo y con el deseo de mejorar en todos los rubros. Se mantienen las categorías (Críticas; Libros; Festivales; Ensayos y otras) y los redactores que vienen publicando hasta la fecha seguirán haciéndolo. Lo mismo con todos los columnistas. En ese rubro, sí habrá novedades: la joven crítica rumana Flavia Dima inaugurará en abril su propia columna. Vengo siguiendo sus textos en inglés y he hablado en reiteradas ocasiones con ella, y considero que su aporte será valiosísimo. Dima pertenece a otra generación, ya nacida en una instancia histórico-cultural en que la técnica tiene un impacto decisivo en la subjetividad. Hija de la era digital, su mirada es actual, pero no desestima una relación constante con el pasado. Que trabaje en ocasiones junto a Andrei Ujică es un indicio de cómo se posiciona ante el presente del cine y su historia. El otro columnista que tendremos desde marzo es Adrian Martin. Entre los críticos que he leído y estudiado, él ha sido siempre el más cercano a mi sensibilidad. En sus textos se despliegan saberes heterogéneos, enhebrados en un discurso donde se constata el rigor académico, la cinefilia más libre y una actitud amorosa por el conocimiento. No me tiembla el pulso al decir que Martin es uno de los cinco grandes críticos de habla inglesa de los últimos 30 años. No me inhibo tampoco a la hora de confesar mi admiración por él. Es mi amigo, es mi mentor. De él sigo aprendiendo y jamás podré siquiera acercarme un poco al nivel de su reflexión. Tenerlo cerca nos exigirá y enriquecerá a todos.
Durante el mes de marzo habrá otros anuncios. Este año haremos algunas pruebas con el sitio. La ya anunciada posibilidad de que algunos de nosotros brindemos un curso online y organicemos mesas redondas transmitidas en directo volverá a estar entre nuestros objetivos. Habrá también nuevas secciones; prefiero omitir su descripción hasta que no se publiquen los primeros textos que les den sustento.
Quiero agradecer públicamente a todos los que me acompañan desde hace años en Con los ojos abiertos. También quiero reconocer a nuestros lectores de siempre, a los que conocemos porque se dan a conocer y asimismo a los otros, los anónimos. Esperemos que todo nuestro esfuerzo no sea en vano. Eso significa que los textos puedan contribuir a la conversación, a la inacabable discusión sobre las películas con el fin de llegar a saber algo más sobre el cine y sobre cómo gracias a él podemos entender un poco más la opacidad del mundo y la ambigüedad de lo real.
Roger Koza / Copyleft 2023
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