CIELO ROJO / ROTER HIMMEL
PALABRAS VIVAS
Sin palabras no hay experiencia y sin la experiencia no puede siquiera concebirse la literatura. Reescribir situaciones, retomar vivencias propias y ajenas, enlazar lo visto con lo imaginado constituyen las acciones simbólicas que cualquier escritor tiene que poner en marcha cuando se decide a escribir una novela. Puede ser que la experiencia propia sea escasa, pero la de otros está disponible justamente en los distintos libros que un escritor lee cuando antes de tomar la palabra se familiariza con las tradiciones que sostienen la práctica literaria. Ese es el drama de un escrito novel, como el protagonista de Cielo rojo: anudar lo poco que ha vivido y pensado con lo mucho que ha leído, y dar con su palabra.
El dilema descripto en el párrafo precedente define la situación de León, un escritor que recién comienza y que tras una primera publicación decorosa tiene que corregir su segundo libro, que no parece ser satisfactorio. Su editor llegará pronto a visitarlo para revisar el manuscrito junto con él, mientras León y un querido amigo, Félix, descansan en una casa hermosa situada en un paraje turístico del mar Báltico. El lugar parece ideal, pero ningún paraíso está exento de desperfectos y contingencias.
En el inicio, cuando los dos amigos se dirigen hacia el destino veraniego, un desperfecto en el auto en el que viajan los deja a pie al lado de un bosque. En esa escena preparatoria ya puede constatarse la relevancia narrativa del sonido. León espera a Félix y en soledad escucha unos lejanos gruñidos y chillidos propagándose a través del bosque. Hasta ahí, los animales quedarán en fuera de campo, pero es un indicio de un principio general: la banda de sonido no es decorativa, porque el sonido es acá una entidad no visible que evoca criaturas vivas y peligros inminentes. En efecto, como la musicalidad mecánica de los helicópteros que van de acá para allá para controlar los incendios desatados en la región, el viento suena a lo largo de toda la película con distinta intensidad, una variable sustancial asociada directamente a una amenaza que parece estar a kilómetros, pero que en menos de unos minutos está cerca: un incendio forestal de gran magnitud.
Omitir que se trata de una comedia sería un error de peso. En su haber Petzold contaba con policiales, dramas y relatos fantásticos. Hacer reír no parecía desprenderse de su estilo. Hasta el desenlace, la película nunca deja de ser una comedia de desentendimientos, en especial entre León y una mujer hermosa que comparte la casa con ella. El personaje de Paula Beer está erigido en una amable ambigüedad: practica libremente el sexo, vende helados en la playa, cita de memoria un poema de Heinrich Heine; es lógico que León se enamore desde el primer día que la ve. Pero los signos del amor nunca son del todo transparentes, y de dicha opacidad se predica el gag y el suspenso.
Los últimos minutos de Cielo rojo son inesperados: lo endeble de cualquier vida se expone caleidoscópicamente y se revela sin más no solamente la filosofía general con la que Petzold observa lo que existe, sino también su visión sobre la relación que establece entre la literatura (o el cine) y el mundo. Es un despliegue conceptual ambicioso pero orgánico al relato, porque en cada detalle expuesto sin énfasis ya está contenida la resolución de sus inquietudes. Basta con atender al estado de ánimo de León, que oscila de la incomodidad a la inquietud, para comprender lo esencial de una poética que avanza desde lo microscópico hasta producir un evento en el desenlace, donde se evidencia la relación de la palabra con la respiración o la circularidad amorosa entre la ficción y los actos cotidianos.
Cielo rojo / Roter Himmel, Alemania, 2023.
Escrita y dirigida por Christian Petzold.
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*Publicada por La Voz del Interior en el mes de octubre.
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Roger Koza / Copyleft 2023
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