CIENCIA Y CINE: UNA HISTORIA ELECTRIZANTE
A finales del siglo XIX algunos representantes políticos norteamericanos empezaron a preguntarse si los adelantos tecnológicos podrían aportar alternativas más eficaces y «humanas» a los métodos tradicionales de ejecución. Un grupo de expertos elaboró un riguroso estudio de los pros y contras de los diferentes procedimientos, entre ellos la crucifixión, la lapidación o hervir al condenado «por lo común en agua caliente pero también en azufre derretido, plomo o equivalente». Sus conclusiones fueron compiladas en el documento «Report of the Comission to Investigate and Report the Most Humane and Practical Method of Carrying Into Effect the Sentence of Death in Capital Cases», con fecha 17 de enero de 1888, que sería conocido de manera abreviada como «Informe Gerry» (ver aquí), por Elbridge T. Gerry, uno de los firmantes. El informe exponía la lentitud e imprecisión de los fusilamientos cuando los verdugos son civiles, no militares competentes y bien preparados, y criticaba la guillotina «por la profusión de sangre que implica», unos chorros inoportunos y antiestéticos que resultan muy molestos para los presentes: «la guillotina es aparentemente la más piadosa, pero con certeza también la más terrible para los testigos de todas las técnicas de ejecución de la civilizada Europa». Muchas páginas del informe se dedicaron a analizar los inconvenientes del ahorcamiento, entre ellos la capacidad de resistencia del reo y su consecuente sufrimiento pero también la «falta de habilidad o brutal indiferencia de los verdugos» en la ejecución de la ejecución, valga la redundancia.
La conclusión del comité fue que la mejor muerte era la provocada por la electricidad, «instantánea e indolora», y por amplia mayoría recomendaba su uso. Bastaba una silla en la que se sentaría el condenado en posición semi-reclinada, con un electrodo conectado al reposacabezas y otro al reposapiés, cuyo costo «no debería superar los 50 dólares». El Informe Gerry propuso la instalación de sillas eléctricas y los generadores de corriente necesarios en las prisiones de Sing-Sing, Dannemora y Auburn. La utilización de corriente alterna en vez de corriente continua fue un argumento más en la batalla que enfrentaba a George Westinghouse y Thomas Alva Edison por el negocio de la transmisión de energía eléctrica, la famosa “war of the currents”: los altos voltajes provocaban muertes y eso era una publicidad negativa a la que Edison no se pudo resistir.
El estreno de la silla eléctrica tuvo lugar en la prisión neoyorquina de Auburn el 6 de agosto de 1890 con William Kemmler como involuntario protagonista. La primera mujer en recibir las descargas, Martha M. Place, llegó sólo nueve años después, lo que prueba que la igualdad de género suele conseguirse antes en aquellos aspectos de la vida que menos conviene. En el listado de fallecidos por la furia de los amperios hay figuras bien conocidas, como los anarquistas italianos Sacco y Vanzetti o la pareja acusada de espionaje Julius y Ethel Rosenberg. Otros nombres no nos resultan tan familiares, pero sí los de sus víctimas: por ejemplo, Richard Hauptmann, el hombre que secuestró y asesinó al hijo de Charles Lindbergh; o Giuseppe Zangara, que intentó matar a Franklin Delano Roosevelt. Más éxito tuvo Leon Czolgosz, que en 1901 y con dos balazos mandó a la tumba al presidente William McKinney. Su ejemplar castigo fue recreado por Edwin S. Porter en un film de la factoría Edison, Execution of Czolgosz with Panorama of Auburn Prison, disponible para ver en línea en la Biblioteca del Congreso (ver acá).
Hay otra ejecución memorable en el archivo Edison: la de la elefanta Topsy, acusada de provocar la muerte de un hombre en 1902, entre otros incidentes que le generaron una morbosa popularidad. Para deshacerse de ella primero pensaron en colgarla, pero ante las protestas de la Sociedad Americana contra el Maltrato a los Animales hubo que considerar otras opciones. Finalmente optaron por la electrocución, combinada por si acaso con el suministro de casi medio kilogramo de cianuro potásico. Más de mil personas asistieron en directo a la caída del paquidermo y muchos millares más pudieron verla por toda Norteamérica en esta pieza (que se puede ver aquí) de cine verité breve e intensa.
Versión traducida y revisada de un artículo originalmente publicado en gallego en el blog “Acto de Primavera”.
*Fotograma de encabezado: Electrocutando a un elefante
Martin Pawley / Copyright 2021
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