CINE DOCUMENTAL

CINE DOCUMENTAL

por - Libros
30 Ago, 2023 09:17 | Sin comentarios
A diferencia de los dos últimos libros dedicados al cine argentino, el autor se circunscribe acá a todo aquello que no es ficción eligiendo variadas cinematografías y distintos enfoques teóricos.

El libro disimula la relevancia que acarrea en la discusión contemporánea; su autor, en el prólogo, debido a una veraz modestia, cree que el origen de los textos, concebidos para impartir clases en una de las escuelas de cine del país, puede ser una limitación para la empresa que se propone: presentar el cine documental, puntualizar los dilemas de un tipo de cine que no puede ser calificado como género, reconstruir las tradiciones que han delimitado sus poéticas, identificar zonas de discusión permanentes y proponer casos (películas) que iluminen lo que está en juego e incluso esclarecer todo lo dicho en el interior de la praxis. Si eso es posible se debe a que Nicolás Prividera escribe y filma por igual. En él encarna la figura de esos cineastas que fueron capaces de hacer teoría, prestarse a las polémicas de su tiempo y hacer una obra en extensión a una posición frente al mundo. Cine documental no es manual para estudiantes; es acicate para el pensamiento y dinamita para los conformistas y burócratas del concepto. 

Dividido en cinco capítulos, antecedido por un prólogo lacónico pero ineludible y un epílogo a la altura de su inicio, las 191 páginas del libro concentran en el primer capítulo la clave de lectura sobre su materia. Premisa: el documental no es un género, es una condición. Después de desglosar el término “condición” por varias vías, Prividera lo resuelve didácticamente así: “Pero podríamos resumir la esencia de esa ‘condición’ a través de los anuncios que a veces suelen preceder a las películas de ficción: si en estas se nos informa que ‘cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia’, o bien que un film está ‘basado en hechos reales’, el documental no avisa porque siempre presupone una relación directa con los hechos. Ese anuncio está siempre implícito, por eso no necesitaría ninguna otra aclaración”. 

La afirmación precedente parece una obviedad, pero no lo es. En ese primer capítulo teóricamente exhaustivo el autor despliega todas las consecuencias del asunto: la primera, la relación entre la subjetividad de quien filma y aquello que es objeto de la puesta en escena. Es acá donde el epígrafe que abre el libro es decisivo: “Lo real es lo imposible de destruir, lo que resiste, siempre y para siempre. Solo se hace obra si se tiene la impresión de medirse contra esa resistencia”. La cita pertenece al filósofo Alain Badiou, y no fue enunciada para esclarecer la relación del cine con lo real, pero el libro se encarga muy bien de desplegar la fuerza semántica de esa afirmación en cuestiones centrales para la práctica cinematográfica y la recepción del documental. Existe un límite que el cineasta abocado al documental no puede desobedecer ante eso que llamamos “lo real” (y que Prividera no prescinde de problematizar). Lo que se filma es lo que se recoge y no responde al capricho de quien dirige y ordena. Que exista un punto de vista y una conciencia situada no significa transgredir el linde que impone esa resistencia aludida en la cita. Que esa línea divisoria sobre la representación de lo real pueda ser asumida y expuesta en la propia película es un signo de virtud.

De acá se desprende una polémica doble que el libro no rehúye y que es propia del cine y asimismo lo desborda. Prividera combate directamente las transformaciones de un problema inscripto en obras ineludibles de la tradición documental, como Obreros saliendo de la fábrica y Nanuk, el esquimal, en tanto que los Lumière y Flaherty no vacilaron en manipular las escenas que registraban. La intersección entre ficción y documental alcanza su mayor parasitismo y yuxtaposición en un presunto género actual llamado “híbrido”, en el que una película borra su inscripción respecto de lo real y no establece ninguna distancia sobre la ficción. Por otro lado, el autor mantiene una contienda tangencial con la filosofía social en boga: el perspectivismo. Lo que está en juego a lo largo de todo el libro es la relación del cine con la verdad. ¿No es el documental, justamente, la única práctica que trabaja hoy con imágenes y sonidos capaz de contrarrestar el subjetivismo extremo que anida en ese neologismo deletéreo denominado “posverdad”? 

Cine documental es un libro generoso con el que siempre se está aprendiendo o repasando algo gracias a la labor de un escritor obsesionado por el silogismo y la precisión conceptual. La reposición del inicio del cine moderno frente a la mácula del campo de concentración, situándose en la polémica entre Noche y niebla de Resnais en contraposición con Shoah de Lanzmann, es una instancia de ostensible erudición involuntaria. Se podrían elegir muchos otros pasajes similares, como los que se le prodigan al cine documental en Latinoamérica o al que se realiza en el país. En tiempos en el que se padece una desorganización general de las ideologías y los conceptos, un libro como el acá comentado funciona como una alineación y un balanceado de los discursos. Después de leerlo se puede volver a discutir con mejores recursos y pensar con más claridad y audacia el presente de las películas que asumen su condición ante el punto de partida de aquello que filman.

Nicolas Prividera, Cine documental, Editorial La marca editorial, Buenos Aires, 2022. 191 páginas.

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*Publicado en Revista Ñ en el mes de agosto.

Roger Koza / Copyleft 2023