CINE MIGRANTES 2015 (02): EL VIDENTE
En Profecía. El África de Pasolini, de Gianni Borgna y Enrico Menduni, Pasolini dice en una entrevista: “El cine no es una técnica literaria, sino otra lengua… Es un sistema de signos que es válido para todas las naciones posibles del mundo”. En efecto, se trata de una aseveración a tono con una idea acerca del cine concebido como una suerte de esperanto, uno de los postulados teóricos esbozados por Pier Paolo Pasolini en su extraordinario libro Empirismo herético. Bajo ese marco conceptual, todas las películas de Cine Migrantes constituyen una variedad de expresiones de esa lengua directa orientada, en esta oportunidad, a comprender el fenómeno de la migración en tiempo presente.
Como no podría ser de otra forma, respecto del gran dilema de la migración la clarividencia de Pasolini es apabullante, y la tarea por parte de los directores de El África de Pasolini ha consistido en reunir material de archivo, citas directas de películas del autor, lectura de sus textos y cartas, combinando estos materiales con el registro actual de viejas locaciones de Accatone y Edipo Rey. La organización del conjunto de este filme remite directamente a La rabia, esa película-ensayo incisiva en la que Pasolini apuntaba por varios frentes a desmantelar el poder del mundo occidental y señalar su decadencia.
Aquí, la esperanza está vinculada a África; desde luego se trata de un continente físico, pero también funciona como un concepto. La genialidad de uno de los pocos grandes poetas del siglo XX –como se le escucha decir a Alberto Moravia en el velorio del cineasta– pasa por identificar lo africano como una forma de vida periférica que crece en Sudamérica, en los barrios pobres alrededor de Roma, en las comunidades negras de Estados Unidos, en los países árabes. No se trata solamente del nombre de un continente llamado África; más bien, de un significante peculiar al que Pasolini denomina “cultura de color”, una otredad radical que resiste y no se acopla dócilmente al progreso de Occidente.
La película es apasionante: véase esa escena extraordinaria y misteriosa en la que Pasolini le explica a Ninetto Davoli, uno de sus actores predilectos, la dificultad de filmar ciudades desde cierta distancia debido al problema que suscita la incompatibilidad de la arquitectura y los paisajes respecto de la naturaleza mecánica de la cámara; todo el intercambio epistolar entre Pasolini y Jean-Paul Sartre, único intelectual francés que defendió El evangelio según San Mateo, es emocionante y notable. Pero nada conmueve más que ver a Pasolini transitando el continente africano y recibiendo la mirada directa a la cámara de su pueblo.
Roger Koza / Copyleft 2015
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