CINECLUBES DE CÓRDOBA (05): HISTORIAS DE EMANCIPACIÓN
Por Roger Koza
Cualquier espectador que empiece a frecuentar los cineclubes de la ciudad y la provincia de Córdoba tendrá en menos de un mes la primera clarividencia: el cine es un país de mil caras.
Orí(1979-1989), la extraordinaria película de Raquel Gerber, sintetiza casi diez años de investigación sobre la negritud como una ontología y una política que trasciende al concepto europeo de estado-nación, en este caso para describir un país como Brasil. Con el ciclo de cine alemán en 16mm y ahora con el (re)descubrimiento de este filme, los organizadores de La Quimera puede sentirse satisfechos y los cinéfilos cordobeses agradecidos.
“La tierra es circular, el sol es un disco. ¿Dónde está la dialéctica? En el mar”. Así empieza Orí, vocablo yoruba cuya traducción sería “la cabeza”. En el filme el concepto se extiende a la identidad y a la memoria. Gerber recurre a Beatriz Nascimiento, una investigadora de la cultura negra en el contexto de la cultura dominante en Brasil. Nascimiento formula un concepto clave para la lucha política y la emancipación de los negros: el quilombo (hace un par de siglos, un espacio de resistencia donde se defendía un ethos en riesgo).
Ya no se trata de una contienda por el fin de la esclavitud (el filme se estrenó en vísperas del centenario de la abolición de la esclavitud en Brasil), sino de un nuevo período de emancipación: concebir un mundo más allá de las categorías de la cultura europea y caucásica. La película insiste en mostrar que, tras la superficie de un país moderno, hay una nación viviente que remite a la cultura africana no oficial. Las escuelas de samba serían los quilombos más visibles en la actualidad, pero Gerber registra más prácticas culturales que estructuran el imaginario brasileño popular y ancestral. (Miércoles 19, a las 20.30hs, en Teatro La Luna, Pasaje Escuti esq. Fructuoso Rivera. Gerber estará presente en la función).
Curiosidad: Ongamira (2012), también de Gerber, podrá verse en el Espacio INCAA de la Ciudad de las Artes, en la sala Juan Oliva. Los temas del filme van de Jiddu Krishnamurti (en el recuerdo más emocional que intelectual de Juan Carlos Asís, alguna vez secretario del pensador indio) al legado de los comechingones (con interpretaciones que no parecen tener el rigor antropológico necesario para abordar una cultura tan peculiar). (Lunes 17 a las 19.30 y 21.30hs, y martes 18 a las 21hs).
Otras historias de emancipación
Dead Man (1995): en la obra maestra de Jim Jarmusch, un tal William Blake, interpretado por Johnny Depp, camina rumbo a su muerte junto con Nobody, un nativo de América del Norte. Este western lisérgico, como alguna vez lo llamó Jonathan Rosenbaum, es una película notable sobre las culturas originales de los Estados Unidos. (Miércoles 19 a las 22hs, en el Cineclub Municipal Hugo del Carril, Bv. San Juan 49)
Las líneas de Wellington (2012): quienes hayan visto Misterios de Lisboa, del gran Raúl Ruiz, percibirán un aire de familia con este filme concebido para televisión que iba a dirigir el gran realizador chileno, fallecido hace dos años. Finalmente, su esposa, Valeria Sarmiento, dirigió esta película profundamente antibélica situada en las invasiones de Napoleón al territorio portugués, en septiembre de 1810. El elenco es un top ten del cine internacional: John Malkovich, Mathieu Amalric, Marisa Paredes, Catherine Deneuve, Isabelle Huppert, Nuno Lopes, Carloto Cotta, Michel Piccoli, entre otros. (En Cinéfilo Bar, Bv. San Juan 49, viernes 21 a las 20.30hs)
Las flores del cerezo (2008): de nuevo la fascinación de la alemana Doris Dörrie por la cultura japonesa, en un delicado filme sobre el concepto budista de impermanencia aplicado a un drama familiar que bien podría haber sido filmado por el gran Yasujiro Ozu. (Del jueves 20 al domingo 23, a las 20.30hs, en el Cine Teatro Córdoba, 27 de Abril 275)
Extraordinario film de Dörrie: cuando occidente tien(d)e una mirada respetuosa de lo oriental. Respeto que quizá ya aparece en el doble título bilingüe del original: Kirschblüten-Hanami; en japonés, el término Hanami significa “ver” precisamente “el cerezo en flor” (no cualquier flor), es decir que se apela simultáneamente a ese objeto singular y a la vez efímero del cerezo florecido y a la mirada que lo retiene en su fugacidad. Occidente piensa en la inalterabilidad; desea lo permanente (creo que en algún momento Dörrie misma ejemplifica con la cirugía plástica como una muestra de ese deseo). La primera parte del film remite directamente a Ozu, a su film de 1953; o sea, Ozu como una de las grandes figuras reverenciadas por la directora alemana.
Su film es fundamentalmente sobre el «ver»; el ver desplegado en múltiples sentidos pero también como «despejarse» (en el sentido meteorológico): el monte Fuji se ve al final, y «despejarse» como despabilarse, es decir: poder-ver (aclararse), y Rudi –construido en la falta, le falta el suplemento «t» de Trudi–, en su recorrido, aprende a verla (a Trudi) y cuando lo logra puede verse a sí mismo… Aunque debería también decir que, paradojalmente, es un film sobre los que no pueden ver (la mayoría de los miembros de la familia de Rudi-Trudi).
saludos
edf