CINECLUBES DE CÓRDOBA (22): PRUEBAS DE VISIBILIDAD

CINECLUBES DE CÓRDOBA (22): PRUEBAS DE VISIBILIDAD

por - Cineclubes de Córdoba
16 Dic, 2013 11:11 | comentarios
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Pura sangre

Por Roger Koza

“¿Es un documental o es una película?”, dice un conductor radial cuando empieza una entrevista a un director cordobés que presenta su película en un festival. Equiparar el cine a la ficción y separar al documental como una actividad de otra naturaleza representacional es un error categorial y un síntoma de una educación cinematográfica dominada por un imaginario de cine circunscripto al espectáculo.

Por suerte, desde septiembre de este año existe en la Universidad Nacional de Córdoba el posgrado “Documental contemporáneo”, vía directa para ilustrarse y formarse en el poder extraordinario del cine con vocación por cuestionar lo real. Los docentes a cargo, los realizadores Pablo Baur y Federico Robles, han propuesto un trabajo integral: 60 horas de teoría, 40 horas de práctica. Se trata de pensar a fondo la imagen, pero también de producirla. Tras varios meses de trabajo junto a cineastas, críticos y teóricos, la primera camada de egresados exhibe sus cortometrajes este lunes 17 a las 20.30hs en el Cineclub Municipal Hugo del Carril (Bv. San Juan 49).

A juzgar por los resultados, el curso funciona muy bien. Las películas no sólo denotan un estándar profesional sino también la construcción de una inquietud formal que desmarca al cine documental de su mayor peligro: el documental televisivo. En ese sentido, Pura Sangre es un trabajo notable. Mauro Beccaria se alinea en el llamado documental de observación, una forma de película donde no hay textos, voz en off o entrevistas que den cuenta de lo que se ve. Es una modalidad riesgosa porque son las imágenes las que tienen que constituir el discurso del filme. ¿Puede un plano cinematográfico servir como expresión de una idea y una experiencia de vida? Beccaria demuestra que sí, y la elegancia de su trabajo es contundente.

El universo elegido por el director es el hipódromo. En pocos minutos se evidencia la totalidad de una práctica social asentada en un espectáculo deportivo: las apuestas, el juego, la relación de los hombres con el azar, la intimidad del vestuario de los jockeys, el intercambio peculiar entre el caballo y el hombre. El filme se tomará su tiempo en descubrir a su verdadero protagonista: Jerónimo Quinteros. Y sobre él no hace falta decir nada más: todo está dicho en tres o cuatro planos. Lo que sí hay que decir es que la caligrafía de Pura sangre sorprende por su refinamiento: los planos generales sobre el lugar elegido, un travelling hermoso sobre un caballo galopando o el registro de cómo se baña a un pura sangre son pruebas de una puesta en escena que revela a un director.

Los encuadres son también sorprendentes en el filme de Iván Zgaib. En vías centra su atención en develar cierta historia industrial secreta de la ciudad de Córdoba que hoy sólo puede leerse en sus ruinas. Un fábrica de papel abandonada cerca del río Suquía  y una fábrica en lo que fue el “Barrio de los obreros”, hoy convertida en un supermercado, son las figuras edilicias elegidas para reconstruir un pasado no muy lejano en el tiempo pero sí inconmensurable respecto del paradigma laboral y de producción contemporáneo. Si no fuera por la innecesaria música que a veces introduce Zgaib y una búsqueda más radical de cómo incorporar el testimonio de algunos hombres y mujeres ligados a ese pasado remoto, decisiones formales que remiten a un didactismo televisivo, En vías sería una película impecable. Aun así, se trata de un filme valioso, con algunos planos generales de la actual ciudad de Córdoba que hablan por sí mismos.

En Testigo Juan Pablo Cosutta consigue filmar de un modo original y discreto la situación de una mujer que debe declarar en un juicio por la tortura y desaparición de militantes políticos durante la última dictadura cívico-militar. En otro registro, no menos original, Entre paréntesis apela a planos congelados para capturar el paso repetitivo y cotidiano de los usuarios de colectivos. El filme intenta denunciar y enunciar la traición sistemática por la que cada individuo se convierte en un mero autómata o un esclavo de su trabajo. Entre paréntesis es fuerte en su registro visual y sonoro, y ligeramente ingenua en la fundamentación de su crítica sobre la enajenación de los hombres. Las voces en off susurrando afirmaciones existenciales reducen la vehemencia de las imágenes y distraen del filme-viaje, que “es un relámpago de fotografías”.

Roger Koza / Copyleft 2013